1. ¡BUM! (2/2)

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Cuando llegamos a Málaga ya era tarde. Decidimos buscar un hotel para pasar la noche y buscar la mansión al día siguiente. Eso también nos dio la oportunidad de explorar esta encantadora ciudad por la calidad y cantidad de carne masculina. No es que nos gusten los hombres tanto, pero a una hora en que todas las tiendas están cerradas tienes que hacer algo para divertirte, y la verdad es que... El problema no era que no había hombres. El problema era que todos eran muy feos y olían a pescado. El problema más grande era que no estaban acostumbrados a estar en compañía de unas diosas como mi hermana y yo, de modo que nos invitaron a unas copitas y unos vinitos. Con el calor del sur no dejamos de tener sed. Ahora entenderás como nos encontramos en esta fuente y unas horas después en una pequeña estación de tranvía, a quinientos metros del puerto de Málaga.

"Ana, yo no puedo más. Tengo que sentarme, tengo que descansar, dormir un rato... o beber otra botella de este vino dulce."

"Ada, mi alma, sabes que te quiero más que a mis propios ojos, pero no vas a dormir aquí, porque roncas más que una ballena y me vas a tener despierta toda la noche. Mejor duermo yo mientras tú buscas un plan de transporte."

"Pues, estamos en una estación de tranvía, que va desde Málaga al este. Me parece que pasará cerca de la mansión de los tíos y solo hace falta esperar hasta que venga. El único problema es que no tenemos dinero para el viaje."

"No te preocupes por el dinero. Cuando estés con tu lista hermana, yo me ocuparé de todo. Pero, primero, gírate un poco para que pueda apoyarme contra tu espalda y la pared mientras cierro los ojos un ratito para poder pensar mejor."

Y así, dormimos el sueño de los inocentes hasta que la campana del primer tranvía nos despertó. El conductor nos miraba como si nunca hubiera visto a unas mujeres esperando el tranvía y su estado de sorpresa nos dio tiempo suficiente para levantarnos, estirarnos, bostezar en abundancia y entrar en el tren por la puerta abierta.

"Buenos días, señor. Ayer hicimos el último viaje y mi hermana se puso un poco mala por la velocidad, de modo que bajamos aquí para tomar algo de aire fresco, y ahora queremos seguir el viaje de nuevo.", digo, mientras muestro brevemente dos billetes de ayer que había encontrado en la papelera de la estación.

"¿Nos puede avisar cuando estemos cerca de la Mansión Pedrobalejo?", sonrío al barrigón del que va al volante, y añado "...guapo..." porque el conductor comienza a prepararse para darnos problemas. Mi sonrisa irresistible hace el resto, cambia su duda en esa confusión que causa una mujer atractiva en el sistema de un hombre.

"Pero... Esta señorita se ha puesto como una sopa..." dice el conductor, mientras nos movemos para tomar asiento en la parte de atrás.

"¿Usted nunca se baña por la mañana? Hay que probarlo, vale la pena y es mucho mejor para las narices de tus pasajeros."

Para añadir algo más a mis palabras, esnifo un poco por todos lados con una cara de desaprobación y cuando noto que el conductor comienza a olerse el sobaco, empujo a mi hermana hasta atrás mientras digo: "La Mansión Pedrobalejo, no lo olvides."

Para mí, es la primera vez que me monto en un tranvía en Andalucía, y a primera vista parece igual que en otros países, excepto el texto que hay en la pared detrás del conductor. En un tranvía de Alemania dice: "Está absolutamente prohibido hablar con el chófer." En un tranvía de Inglaterra dice: "Por favor, se ruega no hablar con el chófer". En Andalucía dice: "Por favor, puedes ser tan amable de no responder a todo lo que le dice el chófer." El chófer de este tranvía no dice nada más que los nombres de las estaciones donde paramos.

El viaje no es muy largo y mi hermana no está tan mojada como para no poder sentarse a mi lado, de modo que disfrutamos de la belleza del sol que se asoma sobre el mar azul cielo y bajo el cielo azul marino, algo que nunca vimos antes porque la palabra "madrugar" no forma parte de nuestro vocabulario.

Las playas están al oeste de la ciudad, pero a este lado la montaña tiene más prisa para entrar en el mar. La costa está formada por rocas y acantilados, intercaladas con algunas calas pequeñas de arena. Hay pocas casas, pero gran parte de ellas son grandes y lujosas, construidas a la altura de las colinas. El tranvía pasa por un túnel y el color de la piedra cambia de amarillo a un tono grisáceo y después a un tinte entre rojo y marrón. Cuando pasamos por un puente sobre un río seco vemos un pueblo blanco en el valle, a unos kilómetros de la costa. Estamos en enero, el mes en que florecen los almendros, que cambia el monte en un paraíso blanco y rosa. Andalucía no está mal, aunque no tenga las montañas verdes del norte, seguramente por falta de lluvia. La gente dice que en Andalucía solo llueve dos veces al año, una vez en otoño y otra vez en Semana Santa, pero en el norte también llueve solo dos veces al año: una vez tres meses y otra vez nueve meses. No creo que nos vaya a costar mucho adaptarnos.

El tranvía para unos treinta minutos después y el conductor grita "¡Estación La Pala! ¡Pasajeras para Mansión Pedrobalejo se pueden bajar aquí!", mientras abre la puerta. Nos levantamos y bajamos del tranvía para enterarnos que estamos en una parada entre el quinto y el sexto pino. A la derecha se encuentran unas chozas de pescadores; enfrente el mar; detrás de nosotras, un montón de monte y a la izquierda una colina con un túnel debajo por donde va el tranvía, crujiendo como la bicicleta del cura de Bajoncillo.

Delante de una de las casas encontramos a un hombre viejo, pequeño y gris.

"Buenos días, señor. ¿Dónde se encuentra la Mansión Pedrobalejo?", le pregunto. El abuelo no dice nada pero apunta con un dedo a la colina del túnel.

"¿Arriba?" El pescador muestra los tres dientes que le quedan con una mueca que puede ser su sonrisa y apunta otra vez hacia arriba. No hay alternativa, tenemos que andar, subir, sudar, sufrir y luchar contra la muerte por exhausto. Pero, vale la pena. Unos diez minutos después estamos delante del reto de nuestro viaje, Mansión Pedrobalejo.

Ádelfa y Ángora - una divertida aventuraWhere stories live. Discover now