22. El notario de La Pala (1/2)

3 1 0
                                    

Esa misma tarde, después de la siesta, vamos andando a La Pala. El notario reside en una oficina que también hace servicios administrativos y gestoría. La secretaria pregunta para qué hemos venido y con quien queremos hablar y un minuto después vuelve con la respuesta de que el notario, el señor de la Torre, puede recibirnos en cinco minutos y si queremos un café mientras esperamos. Claro que queremos un café, queremos cada cosa que es gratis. El café es tan bueno que dudo si la próxima vez cuando vayamos al mercadillo pasaremos por aquí otra vez para tomar café; es más barato que en el bar Las Tres Conchas. Pero es una mala idea, porque el notario ni tiene churros ni pitufos, solo café y café solo.

El notario es un hombre de mediana edad, unos cuarenta y cinco años, aunque intenta mostrar un aspecto más joven. Tiene un mostacho finito y cortado con precisión. Tiene el pelo fino pero está suficientemente compensado por unas patillas completas, algo muy moderno para nuestra época. Su sonrisa es tan ancha y sus ojos tan brillantes que casi nos sentimos como en casa de un viejo amigo.

"Buenas tardes, señoritas. ¿Qué puedo hacer por ustedes?"

Respondemos a su sonrisa con la nuestra, irresistible como siempre, pero también algo misteriosa, porque eso es algo que atrae a los hombres.

"Buenas tardes, señor notario.", comienza mi hermana: "Yo soy Ádelfa Flórez de Alba y esta es mi hermana Ángora. Somos de la mansión Pedrobalejo, que está ahí arriba en la colina."

"Sí. Me han contado algo. Sois las sobrinas de Don José y Doña María, ¿no?"

"Exacto. Usted está bien documentado e informado y estamos justo buscando un hombre documentado e informado que pueda ayudarnos con un asunto importante. Queremos establecer una fundación de interés público con el nombre Mujeres Contra Cosas Malas y vamos a necesitar algo de consejo sobre cómo comenzar y qué hacer después."

"Pues, lo primero que tienes que hacer es venir a mi oficina para explicarme qué necesitáis, algo que ya habéis hecho perfectamente. Y lo único que después queda por hacer es esperar y pagar. El resto podemos hacerlo aquí."

"Me parece fenomenal, pero tienes que entender que somos señoritas modestas. La palabra 'mucho' no se encuentra en nuestro vocabulario. Es decir: ni sabemos esperar mucho ni pagar mucho. Además, dejar esperar a una mujer o enviarle una factura alta son cosas malas y nuestra asociación se dedica a evitar cosas malas. Pero seguro que no hace falta explicarte esto a ti. Un hombre tan inteligente como un notario ya sabe tratar bien a las mujeres."

Un guiño de Ada ensancha la sonrisa de Enrique aún más, incluso me temo que se van a romper sus mejillas: "Vuestro deseo es mi deber. Aquí tratamos a cada cliente como si fuera nuestro único cliente. Os aseguro que vamos a trabajar de inmediato en los papeles oficiales, los inevitables informes y las firmas necesarias. Con un poco de suerte todo estará arreglado para dentro de cuarenta y un años. Pero no hace falta esperar mucho, porque la factura podemos enviarla pronto, esta tarde si quieres."

¿Os he contado que mi hermana es una actriz fenomenal? Suspira "¿cuarenta y un años?", levanta el dorso de la mano izquierda a la frente, pierde la consciencia y cae al suelo de la manera más teatral que he visto en mi vida. Enrique da un salto del susto, se levanta de la silla y corre al otro lado de la mesa para asistir: "Señorita Ádelfa... Señorita... ¿Quieres un vaso de agua? ¿Está todo bien?"

Tengo que ayudar un poco: "Champán. Agua no. Cuando se desmaya una dama solo se puede recuperar con un vaso de champán."

"Champán no tengo. La última caja la acabamos en el bautizo del yate del alcalde, hace un mes, una botella contra el barco y el resto contra el paladar. Con todos los días de fiesta, navidad, año nuevo, reyes y todo... El champán viene de Francia, como puedes saber, y un pedido cuesta tiempo. Solo tengo una botella de ron añejo de 12 años. ¿Será suficiente?"

"Depende del tamaño del vaso. Ron añejo servido en esos vasos de chupitos no vale, tiene que ser un vaso más grande. Pero si me das algunos diferentes, puedo probar cuál de ellos pueda servir para la pobre de mi hermana,."

Recuerdo perfectamente el día en que llegamos a la mansión, Ada fingiendo un resfriado y bebiendo todo el ron sin pensar en mí. Ahora has intentado el mismo truco, cariño, pero mientras tú estás muerta... Enrique saca una botella y dos vasos de uno de los cajones de su mesa de trabajo.

"¡Hum! Son vasos para agua, espero que esto no tenga efectos negativos..."

Pruebo el ron: es buenísimo. Vacío el segundo vaso también.

"Pensándolo bien, prefiero no tomar ningún riesgo. Mejor que me des la botella."

Cojo la botella abierta de la mano del notario paralizado, me inclino sobre el cuerpo inmóvil de mi hermana y prudentemente dejo caer unas gotas entre sus pálidos labios: "Toma, Ada. Bébete esto... Tranquila... Solo ha sido un mal sueño."

Ada se levanta, las piernas temblando y la mirada desconcertada: "Oh. He tenido una pesadilla horrorosa. Estaba a punto de salvar al mundo y alguien me quería parar con un montón de papeles. No soporto, de verdad. No puede pasar ni una hora más, antes de que podamos comenzar con nuestra misión contra cosas malas. No creo que pueda sobrevivir a la decepción de estar parada mientras hay tantos problemas."

Ádelfa y Ángora - una divertida aventuraWhere stories live. Discover now