24. Fiesta en La Pala (2/4)

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La fiesta comienza a las ocho y, como siempre en Andalucía, hay comida, bebida y música. Cuando tengo que perder mi cena, por lo menos tenemos que intentar estar los primeros, para evitar que los demás se coman todas las tapas antes de que lleguemos. Un dilema, porque así tienes que darte más prisa en vestirte y arreglarte. Elijo mi falda amarilla, larga y ancha con 'petticoat' que es como un can-can, un relleno de falda blanca con mucha puntilla y encaje. Encima una blusa blanca, debajo calcetines cortos blancos y zapatos planos, una toquilla amarilla sobre mis hombros y una rosa amarilla, cogida del jardín, en mi pelo para completarlo. No tengo bolso amarillo, ¡Joé! ¿Qué hago? Cambiarme mientras estoy tan radiante y alegre o llevarme este bolso blanco-crema que en el fondo no es lo suficiente blanco para que pegue pero...

Ádelfa golpea la puerta y dice que tengo que darme prisa porque Rodrigo nos espera con el coche delante de la puerta. A la porra cambiarme, ni me queda suficiente tiempo para ponerme mis pendientes, anillo y collar de oro (no oro de verdad, si tuviera joyas de oro de verdad las hubiera vendido para comprarme un bolso amarillo) y bajo a la entrada.

En el camino hacia la sala de fiesta pasamos por la casa-oficina de Manolo, donde tiene Roberto una habitación. Está bastante cachas con su camisa blanca semi-abierta con mangas largas, pero ese pantalón negro...

"Cámbiate de pantalón, Roberto. Con esta camisa blanca pareces uno de los camareros."

"No tengo otro pantalón, señorita. Los demás son para el trabajo, pero me voy a cambiar la camisa. Un momento."

Vuelve con una camiseta amarilla del mismo color que mi falda. Qué detalle. La camiseta deja menos carne a la vista que la camisa blanca, pero vamos a bailar y mientras la vista es para todo el mundo, el tacto es para mí sola.

"Estás muy guapo."

"Gracias."

Mi hermana, la torpe, estorba este romántico momentito: "Oye, vamos a bailar. No tenemos toda la noche."

* * *

La sala de fiesta no es exactamente una sala: es una carpa grande de tela blanca. La pista de baile en el centro, mesitas y sillas alrededor, una banda de música al fondo y la barra y una mesa grande llena de tapas al lado de la entrada. Aunque es algo temporal, lo han adornado con luces, cintas de tela colorada y flores. La gran atracción es una bola grande, cubierta con mil trozos de espejo, girándose lentamente y reflejando las luces coloradas desde el punto más alto del techo de la carpa.

No somos los primeros en entrar, pero sí somos los primeros en visitar la mesa de tapas. Cojo una silla de otra mesa y me pongo en la mesa con las tapas, buscando tenedor y cuchara, pero Roberto me dice que esto no va así: "Buscas una mesa y de vez en cuando pasas por la mesa con tapas, para tomar una."

"¡Joé!, Roberto, pero así todo el mundo va a comer de esas tapas... ¿No podemos taparlas, las tapas, para que nadie las vea?"

"Esta comida es para todo el mundo. Hay que compartir."

"Oye, me gusta compartir, pero hemos venido temprano para evitarlo y quiero aprovechar mi ventaja..."

Ádelfa se mete en la conversación: "Ana, siéntate aquí en esta mesita con nosotros y compórtate. Es de muy mala educación comenzar a comer cuando no hay nadie en el sitio."

"Es muy difícil ser educada cuando tienes el estómago vacío."

Rodrigo tiene la solución. Viene con cuatro copas de vino que pone en la mesa: "Antes de cenar, la gente educada toma un aperitivo. Aquí tienen un Moscatel de Moclinejo que os va a sorprender."

Es que... a mí me gustan las sorpresas. Me dejo convencer para cambiar el orden de mis planes, primero beber y después comer.

"¿Y a qué hora comienza el baile?", quiere saber Roberto.

"La música comienza a la nueve y el concurso de baile comienza a las diez.", responde Rodrigo.

Ser gemelas no significa que te vistas igual, te comportes igual y hables igual que tu hermana. Pero en este momento decimos a coro: "¿El concurso?"

"Pensaba que solo era un baile."

"Yo también."

"No, es un concurso con un premio para la pareja ganadora."

"Oye, Rodrigo, me gustan las sorpresas pero esta es un poco inesperada, ¿no? Ni sabemos que tipo de música o que tipo de baile. Ni sé si nosotros podemos ganar porque no sé si tú sabes bailar.", dice mi hermana.

Ella es bailarina profesional pero muy mal preparada. A mí me gusta bailar, como a todas las chicas, pero normalmente no me apunto para un concurso si no tengo posibilidades de ganar. Es pura suerte, pero ahora tenemos una pequeña ventaja, Roberto y yo, por practicar esta tarde en el jardín. Roberto sabe bailar y Rodrigo sabe artes marciales, lo que significa que puede tener fuerza y ritmo, pero sospecho que no sabe mucho de música latina con su educación en Japón. Ja, ja, el novio perfecto no existe, hermana mía. Ahora te voy a vencer en tu propio terreno.

Ádelfa y Ángora - una divertida aventuraWhere stories live. Discover now