8. El asunto del coche descapotable (2/2)

4 2 0
                                    

"Por lo menos, podemos vestirnos un poco más presentables cuando recuperemos las maletas.", suspira mi hermana cuando el policía ha desaparecido.

"No tenemos ningún medio de transporte, lo cual nos condena a quedarnos aquí todo el día, y lo único que te importa a ti es cómo vestirte. Ádelfa, mi corazón, te quiero más que un par de sandalias italianas, pero tienes que aprender a poner prioridades en tu vida."

Sandalio quiere añadir algo también, porque es hombre y a los hombres les gusta tener la última palabra: "Puedo preguntar si Ildefonso tiene tiempo para ir a la comisaría para recoger las maletas. Si esperamos hasta que la policía se ponga en acción, será demasiado tarde para el vestuario de Doña María."

Última palabra o no, un buen mayordomo sabe resolver problemas. Ádelfa, por lo menos, le da las gracias y unos 'por favor'. Sandalio se va a buscar a Ildefonso mientras Vicky pone la mesa para la comida en la terraza al otro lado de la mansión.

Tienes que saber cuales son tus prioridades y mi lista alfabética comienza con Alcohol, Beber y Comer.

No. Me equivoco. Y eso es algo que no ocurre frecuentemente, como saben todos los atentos lectores. Pero sí, ahora mismo tengo una prioridad que está por encima de Comer y Beber, y es una cosa delicada sobre lo que nuestra clase de gente no suele hablar: dinero. La gente rica nunca habla de dinero porque da la impresión de que el dinero es algo importante. Sí, lo es, cuando no lo tienes, y por eso nunca hablamos de dinero. Hasta ahora.

Cuando Sandalio vuelve para recoger la mesa, le digo: "Ahora que estás aquí... Tienes que darnos un montoncito de billetes para esta tarde."

"¿Perdón?"

"Algo de pasta. Flapetapería. Monedas. Dinero."

"¿Y puedo preguntar por qué, con tu permiso?"

"Pues, ¿para qué vale el dinero? Para comprar cosas, por supuesto."

"Eso lo tengo claro, pero lo que quería saber es ¿por qué yo tengo que darlo?"

"Porque los señores, nuestros tíos, no están, y tengo entendido que el mayordomo de esta mansión no solo se dedica a la organización de las tareas domésticas, sino también es el suplente del señor Flórez como el Presidente Director General de todas sus empresas. Y, como sabes, vamos a heredar todo esto, la mansión y las empresas, cuando hayamos arreglado lo de los papeles. Me parece lógico que nos des un pequeño adelanto de la herencia. Solo unas cuantas pesetas, lo suficiente para comprar otro coche descapotable y unos armarios y la ropa para llenarlos y zapatos que vamos a necesitar, cosas así."

Sandalio esboza una sonrisa misteriosa, lo que es una tarea de enormes proporciones para un hombre.

"El único dinero que pasa de mano en mano aquí es el sueldo que gana alguien con el trabajo que hace. Y me parece que no habéis venido para hacer ningún trabajo. ¿O me equivoco?"

Ahora, por fin, Ádelfa se mete en la conversación. Astuta que es, entiende que el resultado de esta pequeña pelea con Sandalio puede tener consecuencias durante mucho tiempo.

"No te equivocas, Sandalio. Es verdad que vamos a necesitar dinero, pero mi hermana está pensando en un sueldo a cambio de un trabajo responsable. Como le dije ayer: no estamos aquí para perder nuestro tiempo y nuestro talento, estamos aquí para contribuir con algo importante a la sociedad."

No estoy segura de si la entiendo muy bien, pero nunca hace falta dudar de tu hermana gemela, solo ayudarla a encontrar la dirección justa: "Y no solo a la sociedad sino también a los negocios de nuestro tío que queremos tanto, tanto, tanto. Hemos pensado formar el Comité de Publicidad y Sanidad para todas las empresas de tu jefe. Si nos provees de muestras de los productos de las empresas, podemos probarlas, poniendo en peligro nuestra propia vida e investigando si no tienen riesgo para la salud. Eso del riesgo será tarea de mi hermana, mientras yo escribo un informe que se pueda utilizar para promoción y publicidad, cosas como 'ese vino va muy bien con pescado' o 'un buen licor de nueces con un característico olor a almendras amargas'. Así podemos trabajar durante y después de la cena, como sabes es el único momento del día en que no estamos ocupadas con otros asuntos, y usamos nuestro talento en un servicio muy beneficioso para la empresa familiar."

La cara de cualquier hombre es un libro abierto para una mujer inteligente. Aunque Sandalio no dice nada, es fácil ver lo que piensa: «Esas chicas no pueden estar sin dinero. Si no les doy algo, van a robar cosas de la mansión para venderlas. Mejor que hagan algo de trabajo, pero aquí no hay más trabajo y no voy ni quiero despedir a Ildefonso o Vicky y arriesgarme a que no vayan a hacer nada, esas dos, en su lugar. Tal vez pueden ser útiles cuando hagan algo para las empresas del señor Flórez. Escribir y probar por lo menos me parece inocuo. Por lo menos podemos intentarlo y ver cómo va la cosa.»

"Quiero pensar unos días sobre esa oferta vuestra. Por lo menos me interesa el producto final que podéis realizar y la manera más fácil para verlo es comenzar. Voy a arreglarlo para que a partir de ahora estén uno o dos productos de las fábricas del señor Flórez en la mesa de la cena y espero cada mañana, antes de las siete y cuarto, un informe sobre estos productos en la mesa de trabajo del despacho del señor Flórez. Si este informe me convence en, por ejemplo, una semana, podemos hablar de los detalles como el sueldo. ¿Con esto puedo contar con vuestra aprobación?"

Ádelfa no ha prestado atención a los pensamientos de Sandalio: "¿La aprobación de qué?"

"Hermana, tienes que aprender a escuchar cuando hablan los adultos. Sandalio y yo estamos de acuerdo que con cada cena a partir de ahora habrá dos botellas de tío Pepe y de tía María, y la semana que viene nos va a pagar un sueldo por el trabajo que hacemos aquí. Como me has dicho antes: vamos a trabajar. Trabajar dentro, para ser preciso."

"Todavía no lo entiendo."

"Te lo puedo explicar más claro, pero me temo que eso tampoco lo vas a entender. Ten paciencia y verás que responsable puede ser tu hermana cuando trabaja."

Sandalio otra vez quiere tener la última palabra: "Supongo que esto significa que tenemos un acuerdo."

No era una pregunta, era una confirmación de su poder, su manera para mostrar quien manda en esta mansión. A los hombres les gusta tener la última palabra. Con todos los chinos, pero con este no. Si alguien tiene la última palabra, voy a ser yo y nadie más.

"Oye, Sandalio, una pregunta más. ¿Sabes cómo despertar la curiosidad en un mayordomo?"

"No, señorita, no tengo ni la menor idea."

"Te lo cuento más tarde..."

Ádelfa y Ángora - una divertida aventuraWo Geschichten leben. Entdecke jetzt