20. Reunión por la noche (1/3)

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Yo no soy la chica perfecta. Sí, lo sé, que lo tengo todo: soy una escritora estupenda, a caballo entre famosa y premio Nobel, si alguien me puede llamar guapa tengo que corregirle porque será mejor hacer uso de la riqueza de nuestro idioma: soy radiante, deslumbrante o simplemente estupenda, soy inteligente, soy rica (o por lo menos a unos papeles de distancia de una herencia aceptable)... En una palabra: soy fantástica. Y no quiero olvidar añadir que también soy modesta y nunca miento. Pero no soy perfecta. Yo también tengo mi punto débil, mi estómago para ser más precisa.

Cada vez que ceno pepinillos con nata, mi estómago me molesta y justo así será esta noche. No puedo dormir y pienso que un poco de aire fresco me mejoraría. Me siento un rato en el pequeño balcón al final del pasillo, acompañada de media botella de manzanilla, que suele hacer milagros con estómagos rebeldes. La luna está menguante pero todavía esparce suficiente luz para distinguir unos conejos saltando alegremente sobre el césped. Pero, de repente, se asoma otro animal por una puertecita que hay en el seto que forma la valla entre el jardín de la mansión y el terreno de la Condesa. ¿Un hipopótamo? ¿Un rinoceronte? Por el sonido parece un búfalo de agua con un buen resfriado, pero cuando sale de la sombra y comienza a cruzar el césped en dirección a la torre, veo que es la Condesa, vestida con un baby-doll rosa que estaba diseñado para unas cuantas tallas menos. Entra en la torre y después de unos segundos veo la tenue luz de unas velas. No soy curiosa por naturaleza, porque la curiosidad es una mala cualidad, pero de vez en cuando es útil proveerse de un poco más de información que los demás y, solo por eso, no me muevo de mi alto escondite, esperando la explicación de todo esto.

No necesito mucha paciencia, porque unos cinco minutos más tarde se abre la puerta de la casa de Ildefonso y Vicky para dejar salir algo indeterminable, cubierta con una manta con capa. Anda rápido, furtivo y acurrucado. Por la estatura no puedo decir si es Vicky o Ildefonso, pero su destino es similar al de la Condesa y después de mirar por todas partes entra también en la vieja torre.

¿Esto es una cita secreta entre dos amantes? ¿Velas, vino y piedras antiguas? Por lo menos, parece siniestro y no me puedo imaginar a un ser humano capaz de poner los cuernos con una rinoceronte como la Condesa. ¿Qué tipo de hombre se atrevería simplemente a besar a la Dragona de La Pala?

Mis profundos pensamientos son interrumpidos por un movimiento que se produce al lado del bosque. Desde el punto más cercano al mar sale un hombre que intenta andar sin hacer ruido, pero olvidando que el brillo de la luna en el mar muestra su silueta, la de un barrigón sin rival en la comunidad: el alcalde se acerca a la torre y desaparece de la vista. ¿Hay un secret rendez-vous? ¿Es un voyeur? ¿Es un ménage a trois? Está claro que la noble lengua española no tiene suficientes palabras para las guarrerías que pasan en secreto en la torre de Pedrobalejo.

Sin hacer ningún ruido vuelvo a mi habitación. Me voy a vestir rápido y a ver qué pasa ahí. Sí, la curiosidad es una mala cualidad, pero yo soy periodista y para las periodistas la curiosidad es una buena cualidad, ¿sabes? Me quito el camisón y me pongo mi vestido amarillo, con los zapatitos amarillos de tacón. Me arreglo el pelo y me pongo un poco de maquillaje, porque una dama que va de espía también tiene que ser irresistible. Nunca se sabe. Tienes que estar preparada para todo. Me miro en el espejo del cuarto de baño. De verdad estoy guapa, pero... un vestido amarillo no es muy útil cuando quiero espiar por la noche. Mejor me pongo mi "traje de oficina". No es un traje de oficina de verdad, es así como lo llama mi hermana, porque es celosa y no tiene nada para vestirse así, un pantalón azul oscuro, una chaqueta corta del mismo color, normalmente me pongo una blusa blanca debajo, pero para esta ocasión será mejor la blusa de seda negra, que va muy bien con el cinturón negro ancho y mis 'pumps', zapatos con un taconcito no muy alto de un cuero que parece terciopelo. Me miro en el espejo del cuarto de baño otra vez. Estoy radiante, de verdad.

Me bajo y salgo por la puerta de la terraza del estanque, cruzo la terraza en dirección a la torre, pero... ¡joé!... Ildefonso tiene un riego automático que cada noche se enciende, y justo ahora. Tengo que esperar hasta que se apague y deje el césped mojado, así que me va a ensuciar mis 'pumps'. Eso nunca. Vuelvo a mi habitación y me cambio los 'pumps' por unos zapatos cerrados viejos marrones que además son de Ádelfa. No pegan mucho con el cinturón, pero si voy a cambiar el cinturón por algo marrón será horroroso con el azul oscuro. No, en la oscuridad nadie va a ver mis zapatos y en el fondo la idea es que nadie me vea de todos modos. Así tiene que ser.

Ádelfa y Ángora - una divertida aventuraWhere stories live. Discover now