26. Viaje a Córdoba (4/4)

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La mujer saca el reloj de bolsillo del bolsillo del traje del hombre de traje y dice: "No, este es el tren que sale a la una y... veintiuna."

En este momento suena la flauta de vapor, el silbato del revisor, las puertas se cierran de golpe y el tren se pone en movimiento.

"¿Y este tren va a Córdoba?"

"No lo sé, tengo un billete a París, a dónde también va este 'monsieur' que acabo de conocer, pero como puedes ver es un hombre que suele viajar y sabe mucho del mundo y vamos a subir a la Torre Eiffel juntos y visitar Montmartre y cenar a la luz de las velas en el Quartier Latín y..."

Me rindo. Me importa un pepino adonde vamos, lo único que quiero es encontrar algo para beber. La velocidad del tren todavía permite coger las flores que crecen al lado de los ferrocarriles. Este viaje promete ser largo y no tengo nada para leer.

Cuando vuelvo a mi asiento hay más personas en la primera clase. Al otro lado del pasillo hay un cura, medio calvo y medio gris, enfrente de una gitana delgada que tiene unos treinta años y pelo largo, negro como la noche.

En frente de mi asiento se sienta un hombre joven, atractivo, moreno, alto y guapo. Me pregunto si sabe cantar también, lo que significa que se llama Julio. Me esboza una sonrisa y respondo brevemente. Julio aprovecha el contacto de los ojos para preguntarme: "¿Sabe usted qué hora es?"

No respondo y miro el paisaje por la ventana. Rocas, arena, arena, rocas y de vez en cuando un girasol. Julio repite: "Perdone, señora, pero ¿sabe usted qué hora es?"

"Oye, Julio, que conozco el tipo de hombre que eres. Comienzas a preguntar la hora, aprovechas para entablar una conversación que va a terminar invitándome a cenar y pidiéndome que seamos novios hasta que me propongas matrimonio y yo no quiero casarme con un hombre que no tiene dinero ni para comprarse un reloj."

El cura mira su muñeca, donde tiene un reloj de oro, y dice "Es la una y media." La gitana aparentemente ha oído la conversación, porque se mete en la pelea con mucha energía: "Oye, ¿los curas no tienen que seguir el celibato? Acabas de salir de tu trabajo e intentas ligar con una chica, mostrándole que tienes reloj. Además...", coge la mano del cura para mirar el reloj atentamente y sigue: "Sí. Lo pensé la primera vez que lo vi. No es oro de verdad. Es imitación. Seguramente lo compraste en la feria de Sevilla, ¿no?"

"Señora, le juro que no tengo nada de malas intenciones con esta señorita. ¡Por el amor de Dios! Solo soy amable y educado, respondiendo la pregunta de este caballero."

La gitana se pone furiosa: "Y violar a esta señorita. Conozco tu tipo. Eres igual que este Julio. Cantáis la misma canción."

Julio intenta defender al cura: "Yo no canto con curas, no soy de iglesias. ¡Por el amor de una mujer! Estoy casado y tengo un hijo, Enrique."

"Sois unos guarros, los dos. Voy a buscar al revisor y decirle que os echen del tren en la próxima estación. ¡Qué horror! No me quedo ni un minuto más aquí, con dos violadores de mujeres."

La gitana se levanta, coge su bolso y sale del compartimento de primera clase.

"Se lo juro, señora, solo quería..." El cura repite sus movimientos para explicarlo mejor y cuando mira otra vez el reloj... ha desaparecido. "Mi reloj... Me han robado el reloj..."

Julio comprueba el bolsillo interior de su chaqueta y se pone pálido: "Mi cartera, me han robado mi cartera..." y los dos se levantan para seguir a la gitana, buscando al revisor para que eche al ladrón del tren en la próxima estación.

Por fin estoy sola. Me voy a dedicar a escribir un poema; el aguardiente siempre despierta mi talento de poetisa, y la vista del paisaje de Andalucía desde el tren inspira un montón. Cierro los ojos, para pensar más profundamente... y cuando los abro para buscar papel y lápiz ya estamos en Córdoba. ¡Qué rápido pasa el tiempo cuando estás trabajando!

Ádelfa y Ángora - una divertida aventuraWhere stories live. Discover now