29. David (5/7)

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"Oye, mi hermana tiene una enfermedad que se llama Gil de la Touret. No es una enfermedad peligrosa, pero molesta un montón a los demás, porque dice cosas sin pensar y esto puede hacer daño, hasta insultar a la gente. Es mejor no prestar atención a lo que dice y me das la cuchara a mí y te olvidas de..."

Otra vez Ádelfa muestra su mala educación por interrumpir las sabias palabras con que intento rescatar la parte del tesoro que me corresponde y sigue: "Sí, un tesoro. Hemos encontrado un mensaje del primer dueño de la mansión, un tal señor Pedro Balejo, que dice que hay un tesoro de muñecas de oro, escondido en los dominios de la mansión. Necesitamos cinco cucharas de plomo, que completen la clave o la llave, según el poema, y hasta ahora solo teníamos cuatro. Estoy segura de que vuestra cuchara es la quinta que completa los cubiertos. El mensaje habla de siete muñecos de oro y si cuento bien... uno... (apunta a la Condesa), dos... (a mí), tres... (a Vicky), cuatro... (se apunta a sí misma), Ildefonso, cinco, el alcalde, seis, y sobra una que será la vuestra. Pero tienes que dejarnos la cuchara, para que podamos buscar la clave, que seguramente tiene algo que ver con los números y los símbolos que están encima."

Nacho y Mari-Uh se miran, primero un poco confusos, pero más entusiasmados con la promesa de una parte del tesoro, y comienzan a gritar: "Un tesoro. Un muñeco de oro. Fantástico. Sabía que esa cuchara traería suerte. ¡Oh, qué alegría! Podemos comprar un barco para pescar en el mar. David puede ir a la escuela. Podemos comprar ropa de verdad, y zapatos y un abrigo para el invierno y mantas para la cama y..."

"Oye, entiendo que esto te haga ilusión, pero os aconsejo no vaciar el centro comercial antes de tener el dinero en vuestro bolsillo. Todavía no hemos encontrado nada y de verdad no tenemos ni idea de cómo o por dónde comenzar. Por eso será mejor calmarse un poco. Además, tenemos que esperar hasta que Ildefonso vuelva con el coche, porque no pienso subir la cuesta andando dos veces en el mismo día."

Pero ni a Nacho ni a María Juana les desaparece el ánimo por mis palabras. Saltan como niños grandes y no dejan de abrazar a mi hermana, a Vicky y a mí y hasta la Condesa es víctima de sus ganas de celebrarlo. Mientras estamos saltando, consigo sacar la cuchara de los dedos de Nacho y la estudio con atención. Los números son 75151181418.

Si no me equivoco, hay otra cuchara que tiene un número que comienza con 7 5, pero no creo que el resto de los números sean iguales. Tenemos que verlos todos juntos. Tal vez esto nos dé la pista que falta. ¿Qué dice el poema? Algo de que esas cucharas eran la llave y la clave. Tal vez, esos símbolos son la llave y los números son la clave. O al revés. Tengo que pensar tranquilamente, lejos de esta fiesta que están montando los demás. Nacho ha sacado unos vasitos y una botella de agua y están brindando como si fuera un coñac de cinco estrellas. No, gracias, no me apetece, pero no me escuchan y me dan un vaso también, que me cuesta sujetar sin mancharme con los abrazos y empujones de alegría. Tal vez, no saben bailar La Macarena, pero sí han inventado un baile que aparentemente se llama El Tesoro. La letra es sencilla, algo como 'un tesoro, un tesoro, vamos a encontrar un tesoro', pero así es el arte del campo, sencillo. Cuando te cuesta poco tiempo aprender, tienes más tiempo para disfrutar. Como dama y escritora no me hace tanta gracia, pero sí hay que adaptarse a las costumbres de la región donde vives y, por fin, cuando vuelve Ildefonso con el Bentley me ve bailando una polka andaluza encima de la mesa y todo el mundo dando palmas para animarme a dar saltos más altos y taconazos más firmes.

Un Bentley es un coche que hace menos ruido que una pulga en una alfombra persa, pero el "¡hum!" de Ildefonso es lo suficientemente alto para terminar la fiesta.

"Al coche, todo el mundo. Es hora de trabajar. Tenemos un tesoro esperándonos."

Nacho y María-Juana se quedan y nos despiden con la mano, deseándonos buena suerte y más que no podemos oír porque Ildefonso pisa el gas hasta el fondo, gira el coche 180 grados con el freno de mano, echando un polvo que pondría celosa a... pues... echando mucho polvo, acelera y volvemos a la mansión como si nos estuviera persiguiendo el propio Señor de la Muerte con su guadaña.

El alcalde nos está esperando en el palco con su cuchara en la mano. Su cara muestra sorpresa y alegría; supongo que la explicación de Ildefonso, un hombre de pocas palabras, no ha sido suficiente para entender todos los detalles. Ahora, con cinco personas a la vez explicándole mientras saltan del coche y corren hacia la estatua, todo debería estar claro para un hombre de su nivel.

Sandalio ha usado el tiempo para preparar otra tetera y un rato después estamos todos alrededor de la mesa, bebiendo té mientras miramos las cucharas que hay en la mesa.

"Ada, tú eres la de los números. Me parece que tú eres la más capaz de todos para solucionar esto.", digo.

Ádelfa se lo toma muy en serio: "Sí, pero me cuesta pensar con el estómago vacío. Y tanto té sin nada para picar..."

Vickyentiende perfectamente lo que quiere decir. Por supuesto, porque también esmujer y las mujeres entre ellas tienen un nivel más avanzado en comunicación:"Creo que ya puedo sacar el bizcocho de almendras del horno. Gracias, señoraÁdelfa, por recordármelo. Casi lo había olvidado por las circunstancias.", yentra a la casa.


Ádelfa y Ángora - una divertida aventuraWhere stories live. Discover now