23. Escribir cartas (2/2)

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"Sandalio, mañana no cenamos en casa. Mañana es el día 16 de enero y vamos a celebrar que hace un año exacto en los Estados Unidos han prohibido el consumo de alcohol."

"No entiendo que esto sea algo para celebrar."

"Mira. Si un gobierno prohíbe cosas básicas como beber, fumar, comer o querer a tus queridos, es un gobierno que no confía en la gente. El alcohol no es ni un peligro, ni una bendición: causa muchos problemas y da mucha alegría también. La diferencia está en la responsabilidad de la gente. Si te quitan la responsabilidad, pierdes la libertad. Por eso celebramos que somos más responsables que los americanos y nos tomamos la libertad de celebrarlo con una botella de Cava Catalán. Si los americanos beben menos, queda más para nosotros. Aunque no creo que ese señor Thomas Woodrow Wilson sea presidente de los Estados Unidos mucho más tiempo..."

"Con tu permiso, señorita, pero me parece que vosotras dos celebran hasta que no llueve."

Ada me ayuda: "Y por lo seco que esto deja el campo, también celebramos cuando llueve, Sandalio. Hay que celebrar la vida cada día, la vida es para disfrutar."

"No entiendo cómo puedes combinar disfrutar cada día con responsabilidad. No puedo trabajar y emborracharme a la vez."

Estoy harta de que un hombre siempre piense que lo sabe todo mejor: "Oye, Sandalio. Te lo puedo explicar mejor, pero es que... no quiero perder mi tiempo. Tengo que escribir una carta al mejor restaurante de la Pala para la reserva de mañana. Solo ignoramos saber si hay un restaurante mejor en La Pala, pero estoy casi segura que puedes recomendarnos un restaurante que tenga la nouvelle cuisine."

"El único restaurante en La Pala donde se puede comer con cuchara y tenedor es 'El Jabalí Sonriente' en el Paseo Marítimo. El dueño es el señor Emilio de la Torre y ahí va toda la gente importante para cenas de negocios o para celebraciones."

"Bien. Me gusta. A ver si podemos quitar la sonrisa de la cara del jabalí esa noche."

Sandalio tiene una objeción más: "Es caro, comer ahí."

"Querido Sandalio, así habla un hombre, el ser humano que está condenado a pagar desde que nace hasta que muere. Por si no lo sabes, somos mujeres. Además, somos guapas y, lo más importante, somos listas. No te preocupes por nosotras y tómate la noche libre, a partir de las 19:00."

"Pero, siempre termino a las 19:00 con el trabajo."

"¡Joé!, ¿tan temprano? Has tenido suerte que no estuviéramos cuando renovaste tu contrato. Vale. Tenemos cosas que hacer. Tenemos que pensar cómo vestirnos y maquillarnos, elegir qué zapatos y qué bolso y qué hacer con el pelo y mucho, mucho más. Pues, sea tan amable de traerme papel y algo para escribir. Si no me equivoco, pasas por el Paseo Marítimo cuando vas a casa, ¿no? Espero que puedas hacerme el favor de entregar mi carta al señor Emilio cuando pases."

"Por supuesto, señorita. Como siempre es un placer servirle."

Ádelfa, como siempre, no puede seguir el plan genial que tengo en mi mente y me pregunta: "¿El Jabalí Sonriente? ¿No te gusta la comida de Vicky?"

"Ada, hermana mía, te quiero más que mi vestido japonés, pero ahora tienes que confiar en tu hermana. A mí, me encanta la comida de Vicky, pero verdura y fruta y patatas y arroz todos los días me parece demasiado sano. Además: mañana es domingo y tienes que cocinar tú. Me da un poco de susto. Es mejor que vayamos a cenar un plato de carne salvaje con una salsa extraordinaria, rociado con un vino que te va a sorprender y coronado con un postre de helado de vainilla con chocolate como nos merecemos."

"No entiendo todavía, pero vale. Por cierto: mañana no puedes ponerte tu vestido japonés, porque está un poquito estropeado desde mi último ensayo de teatro. Me lo puse en la obra El Ingenioso Caballero Don Quijote de la Mancha y el tonto Don Quijote dejó una mancha en mi vestido y cuando intentó quitarme la ropa, para limpiarlo por supuesto, rompió todos los botones, el torpe, gritando 'Dulcinea, pido tu amparo' o algo así. Pues, un caballero no es, él de la Mancha, eso está claro."

"¿Has roto mi vestido favorito?"

"Yo no, el hidalgo de la Mancha. Yo no tengo la culpa. Pero olvídalo, esas cosas ocurren. Cuando tenga mi parte de la herencia del tío Pepe te voy a comprar un armario lleno de vestidos japoneses. Mañana te presto mi vestido rojo, el modelo Marie Antoinette."

"¿Ese vestido que hace perder la cabeza a todo el mundo? ¡Hum! Estará muy bien para la ocasión. ¡Pero eso no significa que te lo voy a perdonar lo del vestido japonés!"

"Ana, vas a vestirte con mi vestido Marie Antoinette y mis sandalias italianas de cuero de rabo de lagartija y te voy a hacer el pelo y me vas a perdonar todo porque vas a estar radiante. Te lo prometo."

Ádelfa y Ángora - una divertida aventuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora