2. Mansión Pedrobalejo (3/3)

4 2 0
                                    

Mi hermana está perdiendo la paciencia: "¿Qué hacemos? ¿Vamos a buscar nuestros cuartos o esperamos hasta que alguien venga para enseñarnos la casa?"

"Supongo que Sandalio está preparándolo todo, pero me estoy preguntando cuánto tardará."

En este momento, sale una mujer de la entrada de la mansión. Tiene unos treinta años, vestida con falda y blusa negra, el pelo oscuro con un moño detrás de la cabeza. Se acerca de repente con una amable sonrisa y la mano hacia delante: "Buenos días. Yo soy Victoria, pero todo el mundo me llama Vicky."

Vicky coge la mano de mi hermana, que se levanta para decir su nombre, pero no puede ni abrir la boca y Vicky la tira hacia delante para darle dos besos en los mofletes. Ádelfa se asusta un poco y esa reacción inesperada le sorprende a Vicky en ese momento, pero de repente sonríe: "Aquí en Andalucía saludamos a los amigos con dos besos... ¿Cómo te llamas?"

Ádelfa nos presenta: "¿Yo? Soy Ádelfa Flórez de Alba. Soy la sobrina del señor José Flórez. Esa es mi hermana Ángora."

Vicky responde: "¡Encantada! Me alegro mucho de conoceros.", y me coge la mano para darme dos besos también: "Casi es la hora del café. Si queréis, cojo una silla más y lo tomamos aquí juntas. Sí, esto me parece buena idea. ¡Hace un día tan precioso! ¿Cuánto tiempo os vais a quedar aquí?"

Vicky no espera la respuesta y entra en la casa como un tornado, para salir un minuto después con una silla y una bandeja con una cafetera, azúcar, leche, galletas, bizcocho y tazas. Nos sirve mientras va preguntando si queremos azúcar o leche, explicando que su marido Ildefonso le ha contado que había dos señoritas en la terraza, sigue hablando sobre el buen tiempo, aunque comenta que el campo necesita un buen chaparrón durante mucho tiempo, y seguro que hubiese contado las noticias del telediario también si no la interrumpo, preguntándole por los tíos.

"Oh, ¿no te lo ha contado Sandalio? Don Pepe y Doña María están de viaje en África, un safari."

"¿Y cuánto tardarán en volver?"

"En realidad tendrían que haber vuelto hace unos meses. No sabemos qué ha pasado, pero me puedo imaginar que África es una maravilla y han decidido quedarse un tiempo más. Pero, señorita Ádelfa, estás totalmente mojada. ¿No te apetece cambiarte de ropa? Si quieres, prepararé dos habitaciones. Supongo que preferís cada una vuestro propio dormitorio. ¿Es correcto así?"

Ádelfa se va con Vicky, aliviada por la idea de que por fin puede cambiarse el vestido, pero sin darse cuenta que sus maletas todavía están en el maletero del coche y no tiene otro vestido. Yo me quedo en compañía de la cafetera, el bizcocho y las galletas.

Según dicen, el café es bueno para quitarse la resaca, pero también se dice que la cafeína es muy mala cuando tienes dolor de cabeza. No vale lo que se dice. Lo voy a investigar ahora mismo. El bizcocho es el culpable. La acusación es que no se puede ser más bueno que yo: es ilegal y va en contra de la ley; el veredicto es la muerte por consumo. Las galletas, también caseras, fueron cómplices y merecen compartir el destino del bizcocho. La investigación del efecto del café en la resaca y el dolor de cabeza es un fracaso, porque no hay suficiente café para investigar. Después de beber toda la leche noto que esa leche tiene un sabor distinto. Tampoco tiene el efecto deseado: el pelotón de enanos con sus martillos de madera no dejan de machacar mi cabeza por dentro. Ahora me acuerdo de un viejo consejo: cuando tengas resaca tienes que seguir bebiendo lo que bebiste la noche anterior. Decido que lo mejor que puedo hacer es entrar en la mansión, buscar a Vicky y preguntar donde se encuentra la bodega. Pero en el momento en que quiero entrar, sale Vicky de la casa.

"Tu hermana está durmiendo como un lirón, la pobre. Creo que está resfriada. Estaba estornudando sin parar."

"Del viaje en coche descapotable, seguro. Aunque es raro, porque yo estaba en el mismo coche, en el mismo viaje, sin embargo, no tengo nada. Será que tiene la salud débil."

"Le he dado un té con limón y unas gotitas de ron añejo, para evitar que tenga fiebre."

"¿Ron añejo? ¡La cochina astuta! No le da nada de vergüenza seguir bebiendo alcohol sin pagar. ¡Achí!... ¡Achí!... ¡Uy!, me temo que yo también comienzo a sufrir el resfriado. Mi hermana me ha contagiado. Pero, olvídate del té y del limón; solo unos chupitos de ron añejo serán suficientes para evitar que coja la fiebre..."

"Lo siento, no queda más ron, pero te voy a preparar un té con limón si quieres."

"No, no te preocupes. Ya me encuentro mejor."

"Mejor que no molestemos a tu hermana hasta que vayamos a comer. ¿Te gustaría que te enseñara la mansión y el resto de los dominios?"

"Estaba pensando en encontrar por lo menos lo más importante, pero ver donde está el resto tampoco vendrá mal, ¿no? ¿Por dónde comenzamos?"

Ádelfa y Ángora - una divertida aventuraWhere stories live. Discover now