29. David (3/7)

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"El banco no da préstamos a gente que no tiene nómina ni aval, señora. Está claro que usted sabe poco de dinero."

"Oye, yo soy de números, no te equivoques. Además, por casualidad, conozco a un tío, mi tío, que está forrado de dinero y un préstamo más o menos para un barco no será gran cosa para él. Esta tarde voy a hablar con su administrador, el suplente-PDG de sus empresas, un señor muy amable y simpático que se llama Sandalio, y le voy a convencer de la necesidad de participar en vuestra empresa a través de un préstamo que se puede utilizar para las inversiones necesarias."

"Oye, señora, no puedes hacer esto. Apenas nos conoces y..."

"Oye, Ada, no puedes hacer esto. Apenas conoces a esa gente y..."

"Oye, yo hago lo que me da la gana. Además: estoy harta de comer frutas y verduras y patatas y arroz y pasta y muslos de pollo todos los días. A mí me gusta un buen marisco de vez en cuando, o un espeto de sardinas, por ejemplo. Pero donde vivo yo, la gente come lo que sale del huerto hasta que les sale por las orejas. Cuando hablamos de comer, no me gusta lo que sale por las orejas. Os propongo un contrato de negocios, nada más. Si vas a pescar en el mar y nos das por ejemplo la mitad de lo que coges, te damos verduras y frutas del huerto y unos huevos de gallina a cambio. Nada más que un acuerdo de empresa, con la intención de obtener beneficios para todos. ¿Es difícil? ¿Quieres que te lo explique otra vez?"

Los padres de David se quedan sin palabras. Yo también, que de verdad es algo que no pasa frecuentemente. Pero tampoco pasa todos los días que me entere que mi hermana tiene una buena idea.

Recupero mi voz: "¿Puedes pescar bacalao también? Y me gusta el pulpo y gambas al píl-píl y conchas finas... ¿En el mar Mediterráneo también hay atún?"

Nacho recupera su lengua. Si hablas con un hombre: coge un tema que le guste, como coches, deporte o mujeres, y verás lo hablador que se vuelve esa especie rara de ser humano, balbuceando palabras y hasta frases enteras.

"Un atún es más grande que un delfín, señora. Esto no se puede pescar con una caña. Pero hay pez gallo, pez espada, boquerones, chanquetes... Te va a sorprender qué rico está lo que sale del mar. Además el pescado está entre la comida más sana que existe. Hasta el médico aconseja comer pescado por lo menos una vez a la semana."

Ádelfa comenta: "Cada médico aconseja que todo el mundo por lo menos coma tres veces al día, pero no conozco a ningún médico que invite a la gente en su mesa cuando no les queda dinero para comer después de pagar la factura del médico."

Tengo que interrumpir la charla, porque nos distrae del plan original, tomar el té de la tarde en la terraza de la mansión. Rescato a mi hermana de la casita tirando de su brazo, mientras interrumpo: "No hablo más de los médicos o me voy a marear por el hambre y la sed que tengo. Tenemos planes urgentes y mi hermana quiere pediros permiso para secuestrar a vuestro hijo David un rato, para lavarle y vestirle y tomarnos el té con él. La verdad es que mi hermana nunca ha madurado. Todavía juega con muñecas todos los días y me temo que ahora ha encontrado un muñeco vivo que es más divertido que sus juguetes. Será su instinto de madre que le molesta. Espero que la podáis perdonar y prometo vigilarla para que podáis estar seguros de que no le va a pasar nada malo a David."

"No, señora, no te preocupes. Confiamos que ustedes son buenas personas y apreciamos que hayáis bajado para presentaros y estamos tan conmovidos y emocionados con toda vuestra ayuda..." Y gracias otra vez y nos alegra conoceros y todas estas cosas que dice la gente cuando se despiden, una actividad que en Andalucía por lo menos dura media hora. Pues, no tengo reloj, pero si tuviera, os podría mostrar científicamente que los andaluces son la única gente en el mundo que tarda más en despedirse que en estar juntos. Pero por fin estamos de camino a casa, por la carretera, por supuesto, porque subir un monte a través del bosque no es una buena opción para una dama.

Sandalio no piensa dejar entrar a David en la mansión y va gesticulando algo sobre pulgas y alfombras persas, pero Vicky lleva al pobre a su casita y un buen rato después nos presenta al auténtico David, liberado de las capas de barro, grasa y suciedad que lo cubrían. El pobre tiene hasta color en sus mofletes, pero Vicky dice que eso es porque tuvo que usar la brocha dura para limpiarle la cara. Ildefonso ha arreglado un par de chanclas pequeñas, un pantaloncito y una camiseta colorada, gracias a su amigo José-Luis que vende esas cosas en el mercadillo. El pequeño David ha cambiado tanto que le da miedo volver a casa, miedo de que sus padres no lo vayan a reconocer.

"Y ahora el té.", sonríe Ádelfa, contenta con la metamorfosis de su protegido.

El pequeño David no deja de mirar sus pies limpios, su camiseta alegre, poniendo las manos en sus bolsillos como si fuera un hombre grande e importante.

"¿Eso qué es? ¿No tenéis agua limpia en casa?", pregunta a mi hermana mientras mira como Sandalio echa el té en las tazas de porcelana china.

"Eso es té, una bebida que se bebe caliente y que está hecha de hojas de un arbusto de China. China es un país muy lejano, donde la gente come arroz con palillos y no tienen un rey sino un emperador.", respondo. Alguien tiene que esparcir un poco de conocimiento, ¿no?

David prueba el té, prudente y sin quemarse. "¡Está amargo!" grita.

Ádelfa intenta explicarle: "Esto es azúcar. Con una cucharilla puedes echar un poco en el té y moverlo hasta que se disuelva, para que el té esté más dulce."

David la mira como si no la creyera, pero inventivo como son esos enanos, coge una cuchara de azúcar, la echa en el té y comienza a moverlo. "¡Qué divertido! Se disuelve. ¿Puedo echarle más?"

"Primero prueba el sabor. Demasiado azúcar deja agujeros en tus dientes.", avisa Ádelfa.

David prueba el té otra vez, y nada más descubrir que el sabor de verdad ha cambiado se entusiasma aún más. "Por fin sé para qué sirve este instrumento, la cucharilla. Mi padre tiene una también pero nunca la usa. Tal vez porque es tan vieja que se ha puesto oscura, casi negra. Y no tiene una corona como esta, sino un dibujo de una cabra."

"¿Dibujode cabra?", chillamos todos a la vez. "¿Tiene también un símbolo y números?¿Está muy vieja, esa cucharilla? ¿Dónde la habéis encontrado?"


Ádelfa y Ángora - una divertida aventuraWhere stories live. Discover now