24. Fiesta en La Pala (4/4)

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Retraso tres pasos más, me concentro, comienzo la carrerilla, pero antes de saltar en los brazos de Roberto añado una voltereta. Sale perfecto, aunque mi falda amarilla con su can-can evita que salga exactamente en el punto donde pensaba salir, y con más velocidad que esperaba. Por eso mi salto es demasiado alto. Le cuesta a Roberto hacer mucha fuerza para frenarme, algo en lo que quiero ayudar levantando mi pierna izquierda por aire. Así toco con la punta de mi pie, justo la bola de cristal en el techo de la carpa. La bola se suelta y yo no me quedo en el punto de equilibrio tampoco: al levantar mi pierna, causo que mi punto de gravedad se mueva por detrás de Roberto, que intenta corregirlo andando, hacia atrás, y atrás, y atrás, hasta que sus pies tocan el palco y el pobre cae de espalda entre los músicos, lanzándome en los brazos del tamborista mientras mis brazos extendidos rozan suavemente las caras del trompetista y del bajista.

Final de la canción, sin duda. Roberto ha tenido suerte porque Tito estaba justo donde se ha caído y lo ha cogido en sus brazos. El tamborista ha parado mi caída, pero inconsciente, porque no mueve ni un dedo. También el bajista y el trompetista están inconscientes, gracias a mi derecha e izquierda directa. No vamos a ganar en puntos pero con tres K.O.s claros. Roberto, Ádelfa y Rodrigo están justamente a mi lado para ayudarme y para preguntar si estoy bien. Sí, estoy bien, hago estas cosas todos los días, no te preocupes, estoy bien. Con unos vasos de agua también los músicos se levantan y están bien también. El gran perdedor de la fiesta ha sido la bola de espejos: cada uno de los mil espejitos se ha roto en mil trozos.

Mi hermana intenta animarme: "¡Joé!, Ana. Son siete mil años de mala suerte... Rodrigo, ¿tienes una moneda?"

Rodrigo saca una moneda y Ádelfa me pregunta: "¿Cara o cruz?"

"¿??"

"Venga, Ana, es una emergencia. ¿Cara o cruz?"

"Pues, cruz..."

Ada tira la moneda en el aire dejándolo caer en el suelo y rápidamente mira el resultado.

"¡Cruz! Qué suerte tienes. Por lo menos la suerte para el juego no la has perdido. Solo vas a sufrir la suerte en el amor durante los próximos siete mil años."

"Oye, Ádelfa, no me hables de suerte en el amor, porque está claro que estás celosa, porque hemos ganado el concurso."

"Oye, preciosa, no estoy celosa y no has ganado el concurso."

"Oye, guapísima, estás celosa. Si hubiese visto cómo se mueve tu torpe Rodrigo en la pista de baile, entenderías que ningún jurado votaría por ti. Al contrario, estoy segura que no puedo perder, no obstante este pequeño errorcito al final le puede suceder a cualquiera."

"Sí, princesa, a cualquiera, pero con la más torpe como primera."

Es buen organizador, ese Seba. Coge su micro y pone orden en el caos: "Gracias, Tito. Gracias Reyes del Mambo. Gracias concursantes. Ahora es el momento en que vamos a saber los ganadores de este año del concurso de baile. Por favor, un aplauso para el presidente del jurado, el señor Gámez."

"Gracias, Seba. Gracias. Lo siento por decirlo, pero la señora Ángora ha sido expulsada por violencia contra los artistas. Los ganadores de este concurso son... ¡Mari-Carmen y Juanito!"

La pareja vestida de blanco y azul gritan de alegría.

La señora sevillana está enfadada: "¿No me has votado a mí, aunque soy tu hermana?"

Ádelfa también está enfadada, pero por mí: "Tú tienes la culpa, porque no sabes comportarte nunca. ¡Cielo!"

"Oye, yo no tengo la culpa. ¡Divina!"

"Señoras... Señoras... Por favor... Silencio, por favor. Nosotros, los del jurado, no somos tan jóvenes como vosotros, los bailarines y solo sabemos algo de los bailes típicos andaluces, sevillanas y flamenco y esas cosas. La pareja ganadora ha demostrado que sabe bailar sevillanas también en condiciones extremas, como cuando la música es de otro planeta o por lo menos de otro continente. Y además nos encantan sus trajes blanco y azul, colores de los ganadores."

El público confirma estar de acuerdo con un aplauso ensordecedor, pero por encima de este suenan la voz de Ádelfa y la mía.

"Eres un fraude, Ada."

"Eres una maltratadora, Ana. El juez tiene razón por sancionarte. Has tenido suerte de que no te haya prohibido participar en el concurso del año que viene."

"Pues, el año que viene voy a ganar seguro. Quería cambiarme de blanco y azul porque tengo un bolso azul que va perfecto con este, pero no me has dado suficiente tiempo con tu eterna prisa para llegar las primeras y comer todas las tapas antes que los demás."

"No ha sido por mí. Rodrigo nos estaba esperando."

"Pues, es un fraude también, ese Rodrigo. ¿Dónde está?"

Rodrigo y Roberto están delante del bar, bebiendo una cerveza y hablando como si fueran los mejores amigos, sin prestarnos ni la menor atención a nosotras. Vamos a por ellos. La alegría de los chicos nos calma lo suficiente para comportarnos como damas otra vez.

Roberto levanta dos dedos al camarero y nos ofrece una cerveza grande y fría mientras dice: "Qué final del baile hemos hecho. Ha sido fenomenal. Me he divertido un montón, de verdad. Estoy seguro que mañana nadie en el pueblo hablará de los ganadores, pero todo el mundo hablará de nosotros y del mejor 'ascensor' de la historia del Mambo. No somos ganadores, pero vamos a ser legendarios célebres."

¡Joé! Una lágrima se escapa de mi ojo izquierdo y deja una huella mojada en mi mejilla. No sé si es una lágrima de alegría o de tristeza. Mejor no digo nada. Fenomenal... Legendarios... Creo que es una lágrima de alegría...

La fiesta dura hasta las tantas y pico de la madrugada y nos divertimos un montón, como me ha prometido Roberto, pero por fin llega la hora en que hasta los camareros quieren irse a casa.

Rodrigo parece un poco inestable cuando saca las llaves del coche de su bolsillo: "No estoy seguro de si seré capaz de conducir."

"No te preocupes,", dice Ádelfa: "Yo no he bebido casi nada. Conduzco yo."

Coge las llaves de la mano de Rodrigo y añade, sonriendo: "Soy una conductora excelente."

Ádelfa y Ángora - una divertida aventuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora