Epílogo

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Jungkook se peinó con sus dedos, para deshacer un poco el enredo de las hebras negras en su cabello. Se miró por última vez en el espejo del baño y avisó a su madre que iba a salir. Era su día libre en el trabajo y se había despertado con el antojo mañanero de un buen café. Desde que trabajaba, había desarrollado cierta dependencia del café, ya que lo mantenía lo suficientemente activo para aguantar todo el día en pie. Hacía ya cuatro meses que lo habían aceptado como trabajador asegurado a tiempo completo en la cafetería, y eso no pudo hacerlo más que feliz, pues con el dinero que ganaba, podía pagar el alquiler del apartamento y cubrir los gastos diarios, sin la necesidad de que su madre trabajara también, pues por el momento, Hyejin seguía en tratamiento psicológico tratando de sanar los traumas que Hyungmin le dejó antes de ser encarcelado, y aunque Jungkook estaba muy orgulloso por el progreso que su madre había hecho en estos meses, era consciente de que todavía le quedaba un largo camino por recorrer antes de poder gozar de una vida completamente normal. Jungkook, por su parte, también asistía a terapia y, por suerte, había mejorado notablemente. Las heridas, tanto físicas como emocionales seguían ahí, por supuesto, pero las experiencias que le habían tocado vivir a lo largo de sus 17 años lo habían vuelto lo suficientemente maduro como para aprender a convivir con ellas.

Una ráfaga de viento golpeó su rostro cuando salió a la calle. El otoño estaba a la vuelta de la esquina y el tiempo, que había pasado a ser levemente más frío, se lo hacía saber. Jungkook había dedicado su verano, principalmente, a trabajar e ir a terapia, por lo que no había tenido demasiado tiempo de disfrutar de él como hubiera querido. Aún así, en el trabajo había conocido a dos chicos, los cuales se habían convertido en sus fieles compañeros durante los arduos días en los que tenían más clientela de la habitual, y también habían sido sus amigos cuando las cosas en su vida se torcían. Jungkook estaba feliz, y debía admitirlo, porque a pesar de haber perdido algo sumamente importante en su vida como lo era Taehyung, había podido cerrar la herida que el abandono del castaño había dejado en su pecho, gracias a esos dos chicos.

Aunque, también tenía que admitir, que la sola mención de su nombre todavía revolvía todo en su interior.

Lo había estado esperando los primeros días tras haber sido dado de alta. Cuando su turno terminaba, él caminaba hasta el hospital, hasta la casa donde vivía el castaño o incluso hasta el parque donde tantos momentos habían compartido anteriormente, y simplemente se sentaba a esperar. Esperó y esperó por la presencia de alguien que nunca llegó. Y supo que no lo haría, cuando una semana transcurrió desde que lo comenzó a buscarlo y, cuando llegó frente al hogar de los Kim al viernes siguiente, de éste colgaba un enorme cartel que indicaba la venta de la casa.

Jungkook llegó a su apartamento llorando ese día, y las semanas que lo siguieron no fueron muy distintas. Su humor había caído en picado y en su pecho, su corazón se quejaba por la falta de alguien a quien extrañaba. Entonces, después de hablar con su psicólogo por primera vez sobre Taehyung, éste le dijo que debía aprender a soltar. Y eso es lo que decidió hacer, lo dejó ir. Dejó ir todos los años de amistad con él y el breve romance que apenas duró unos meses, pero que lo hizo sentirse la persona más feliz del mundo. Tuvo que dejar ir la emoción que sentía alrededor del castaño, tuvo que olvidar su sonrisa, sus ojitos brillantes y los lunares que adornaban su carita. Tuvo que obligarse a olvidar como se sentían sus dedos entrelazados, su piel contra la de él, sus besos y cada instante de eterna felicidad que Taehyung le había regalado.

Tuvo que hacerlo, sí, mas fue incapaz de olvidarlo por completo, pues el dolor todavía se instalaba con comodidad en su pecho cada vez que recordaba al chico. Y por mucho que hubiera empezado de cero, por mucho que hubiera hecho nuevos amigos y su salud mental estuviera mejor, él sabía, que había personas imposibles de olvidar. Y heridas imposibles de curar.

𝗟𝗹𝗲́𝘃𝗮𝗺𝗲 𝗮 𝗣𝗹𝘂𝘁𝗼́𝗻 → 𝐾𝑜𝑜𝑘𝑉 / 𝑉𝐾𝑜𝑜𝑘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora