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El pelinegro se puso en pie con un gran esfuerzo y la ayuda de las enfermeras. Su espalda dolía como el infierno cada vez que se incorporaba, pero no le importaba esta vez, porque estaba deseando irse de ese hospital. Ni siquiera sabía a dónde iría ahora, ¿A casa de Taehyung? ¿A la suya? ¿Al apartamento que había alquilado? No le importaba demasiado, de todas formas. Iba a salir de allí, sin miedo de reencontrarse con su padre, y además, junto a su madre. Por fin podría volver a verla, estar con ella, cuidarla y salvarla del tormento que había tenido que vivir durante años.

Salió de aquella habitación de hospital que, por el color blanco roto de las paredes, no le había parecido nada acogedora. Era fría, y Jungkook estaba harto de sentir tanto frío dentro de sí, como si toda la vida hubiera cargado con él en su pecho, sintiéndose cálido únicamente al lado de cierta persona.

Cierta persona que esperaba poder ver al salir del hospital.

Jungkook empezaba a aprender a ser honesto con sus sentimientos, y poco a poco iba aceptándolos y acomodándose a ellos. Es cierto que le quedaba un largo camino por recorrer, que su mente tardaría en curar de todos los recuerdos que su padre se encargó de depositar ahí. Y sabía que aunque ahora sintiera una inmensa felicidad por comenzar a vivir de nuevo -porque era así como lo sentía-, era solo un sentimiento momentáneo al que le seguiría una dura lucha por delante, para poder, por fin, empezar completamente de cero.

Pero aún así, habiendo aprendido a reconocer sus sentimientos, no negaría que notó su corazón romperse cuando, al salir de su habitación, no había rastro del castaño. Admitía también que el sonido de su corazón rompiéndose fue la causa de la vaga esperanza que se había acumulado en dicha cavidad. Esperanza por vivir una de esas escenas cliché que aparecen en las películas románticas, donde el chico sorprende a la chica cuando esta sale del hospital, esperándola en la puerta con un ramo de rosas en sus manos.

Jungkook se encogió de hombros y suspiró. Quiso decirse a sí mismo que todo estaba bien, que no importaba, pero no podía evitar sentirse un idiota por haber ideado en su cabeza el momento perfecto en el que Taehyung venía a buscarlo al hospital, con sus ojos castaños siguiéndole con la mirada, destellando pequeñas estrellitas, mientras él se acercaba sonrojado, y con la vergüenza pintada en el rostro, Taehyung le entregaría un ramo de flores, justo antes de regalarle un beso.

— Jungkook...— Una voz lo sacó de sus pensamientos. Quiso creer con todas sus fuerzas que aquella voz que lo llamaba era la de Taehyung, quien iba a cumplir su fantasía del ramo de flores y el beso, y aunque, tristemente, no fue así, el sonido de esa voz le resultaba...— Jungkook, hijo.— Familiar.

— M-Mamá...— El mencionado se volteó lentamente, como si tuviera miedo de reencontrarse con la mujer y no saber cómo afrontar el hecho de tener a su madre frente a él, sana y salva, después de solo haberla visto sufrir durante años.

Hyejin, con sus ojos lagrimeando y una suave sonrisa en el rostro, levantó su mano lentamente para acariciar la mejilla de su hijo.
Una lágrima solitaria pero cargada de dolor recorrió esa misma mejilla, colapsando en el pulgar de la mano que la sujetaba, y deshaciéndose ahí mismo. Así como el dolor en su corazón.

Todo se había ido.

No lo pensó dos veces cuando retiró la mano de su madre en su rostro y se abalanzó sobre ella, abrazándola como si nunca antes lo hubiera hecho. El miedo desapareciendo de su organismo cuando ella lo envolvió en sus brazos, acunándolo, dándole la protección que tanto le había faltado, y volviendo el corazón de Jungkook un lugar cálido.

— Mi pequeño...— La mujer sujetó el rostro de su hijo con una mano cuando se separaron, mientras que con la otra apartaba los mechones de cabello que caían sobre sus ojos oscuros, que ahora brillaban por las lágrimas acumuladas.— Lo siento tanto.

𝗟𝗹𝗲́𝘃𝗮𝗺𝗲 𝗮 𝗣𝗹𝘂𝘁𝗼́𝗻 → 𝐾𝑜𝑜𝑘𝑉 / 𝑉𝐾𝑜𝑜𝑘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora