Capítulo 90

657 43 3
                                    

Dejé las llaves y me tiré al sofá, cansada del trabajo de por la mañana. Después de comer tendría que ir a despedirme de Lucas al aeropuerto, ya que hoy se iba a Roma.

Resoplé y me volví a levantar, yendo a la cocina a hacer una comida rápida, subiendo luego a cambiarme ya que no volvería a tener más entrenamientos hasta mañana porque esta tarde no habría.

Me puse le casco de la Vespa y de nuevo guardé las llaves, saliendo de casa y subiéndome a la moto. Arranqué y fui al aeropuerto. Aparqué y bajé, entrando al edificio y buscándoles.

- ¡Mamá!

Sonreí y abracé a Lucas, que vino corriendo hacia mí y poco después se nos unió su hermana. Fui junto con ellos hasta donde estaban los demás y abracé entonces a Alicia, saludando luego a Paulo.

- Ya me tengo que ir.

- Pórtate bien.

- Mamá, si vengo mañana por la mañana.

- Ya, pero es como si fuera una eternidad para mí.- dije antes de abrazarle.

- Ten cuidado eh.

Paulo también le abrazó, aún más fuerte que yo, y después se despidió de su abuela y de su hermana antes de unirse a sus compañeros e irse.

- Yo me tengo que ir, luego nos veremos supongo.

Paulo asintió y me despedí de ellos, marchándome del aeropuerto y yéndome al hospital, donde Marco me dijo que fuera porque se aburría y necesitaba a alguien con quien jugar a las cartas en los descansos.

Estuve allí toda la tarde, volviendo luego a casa antes de que vinieran Paulo y Zoe para llevarse su peluche favorito. Dejé la chaqueta y el bolso y me quité el coletero, sentándome unos minutos en el sofá antes de que sonora la puerta. Me levanté y fui a abrir.

- ¿Y Zoe?

- Bonito saludo.

- Hola, idiota.

- Zoe está con mi madre, estaba bastante entretenida y no quería molestarla así que vengo solo.

- Voy a por el peluche.

Él asintió y yo me hice a un lado, dejándole entrar. Yo subí las escaleras y fui a la habitación que compartía ella con Lucas, buscando su peluche y llevándoselo a Paulo.

- Aquí está.

- Me sigue pareciendo conocida esta casa.- dijo mirando fijamente las paredes.

- Pues no sé.

- ¿Y Pedro?- desvió su mirada hacia mí y yo le miré confundida.- No lo veo desde hace mucho.

- En España, pero lo mismo podría preguntar yo sobre tu novia.

Él elevó sus hombros y yo me senté a su lado en el sofá, con un poco de distancia entre nosotros. Nos quedamos en silencio durante mucho tiempo, yo pensando que él se iría después de tener el peluche, pero prefirió quedarse.

- Paulo.

- ¿Sí?

- ¿Tuviste miedo?- pregunté acordándome de las palabras de Marco y él me miró confundido.- Cuando nació Zoe, cuando viste que éramos cuatro y con Mia cinco.

- ¿A qué viene eso?

- Tú solo responde.

- No sé que responder.

- Tan solo tienes que acordarte, decirme si fue eso lo que te separó de mí.

- Yo...-se quedó en silencio, pensando en su respuesta.- Tal vez.

- ¿Por qué? Se supone que yo estaba allí.

- Pero vos cuidabas de ellos y me sentí...no sé, como que no les hacía falta, así que me fijé en el fútbol.

- Y te olvidaste de nosotros.- él agachó la cabeza y todo empezó a encajar en mi cabeza.- Y me dijiste aquellas cosas porque...

- Porque en ese momento lo sentía así, pero Gio, ya no, ahora me arrepiento de no haberme dado cuenta que me necesitaban tanto como yo a vosotros, que por culpa de eso acabamos así.

- Si yo me hubiera dado cuenta de lo que sentías podría haberlo cambiado.

- No, Gio, vos no podías hacer nada, bastante tenía con preocuparte de Lucas y de Zoe.- él sonrió y miré nuestras manos, que estaban unidas, él acariciando la mía.- Yo me comporté como un pelotudo y lo siento.

- Los dos lo fuimos.

Él sonrió y yo hice lo mismo, sintiendo que me miraba como antes, que me sonreía de la misma forma que lo hacía cuando me decía que me quería y tal vez, yo hacía lo mismo.

Cuando desactivé el sonido de mis pensamientos me di cuenta de lo cerca que estábamos, rozando la punta de nuestras narices. Miré entonces sus ojos, volviendo a perderme en el verde de ellos, volviendo a la primera vez que le vi, que le hablé, que nos dijimos "te quiero" y que nos besamos. Y eché tanto de menos el sabor de sus labios que no pude evitar volverlos a probar, cerrando mis ojos e intentando olvidarme de todo durante unos minutos mientras le besaba de nuevo, después de tanto tiempo, sin rencor ni odio entre nosotros.

Él aceptó el beso rápido, con la misma necesidad de mí que yo de él. Me acerqué lo suficiente para que la distancia que separaba nuestros cuerpos desapareciera y estuviera yo encima de él.

Paulo no tardó en querer más y yo tampoco me quedé atrás, así que nos fuimos incorporando hasta levantarnos del sofá casi sin separarnos ni un segundo. No pude esperar más y con mis ganas de juntarme más acabé por entrelazar mis piernas en su cintura, sosteniéndome y llevándome hasta la habitación, cayendo los dos en la cama.

- Espera, espera...

- ¿Qué?- me miró confundido.- ¿Pasa algo?

- Sí, que tienes novia.

- No.

- ¿Cómo que no? No seas id...

- No tengo, Gio, terminé con ella hace días.

- ¿Qué?

- Sí, la primera vez que me preguntaste por ella, no es que no estuviera por trabajo, es que terminamos.

- ¿En serio?

- La que tiene pareja de acá sos vos.

- ¿Pedro?- él asintió y yo sonreí.- También rompimos, en mi última visita a España.

- ¿Qué?

- Desde entonces digo que no puede venir, pero todos saben que rompimos por las distancia.

- Todos menos yo.

- Sí.

- Entonces...

Reí y él sonrió antes de volver a besarme. Entre tanto beso y caricia, fue deshaciéndose de mi sudadera y yo de su camiseta poco después, yendo después a por sus pantalones y él igual mientras dejaba besos por mi cuello.

Se separó un momento de mí para volver a mirarnos a los ojos, tal vez para encontrar allí la seguridad del otro y volver a besarnos, dándonos cuenta de que desde el primer momento esto tal vez era parte del destino. Que necesitábamos de esto para saber que nos queríamos de verdad y que nunca dejaríamos de hacerlo.

Pronto estuvimos los dos sin nada y él ya se ponía el preservativo que buscó entre los cajones de la mesilla, adentrándose poco después. Mordí su labio inferior sin hacerle mucho daño y poco a poco la habitación e fue llenando de nuestros gemidos hasta acabar y separarnos, cada uno a un lado de la cama. Suspiré y le miré, sonriendo y acercándome de nuevo, haciendo que me volviera a mirar.

Me sonrió y entonces le abracé, acurrucándome en él y cerrando los ojos para intentar dormir como hace tanto tiempo que no hacía, con él a mi lado con él chico que siempre quise.

¿Qué se siente al ser eterno? (Paulo Dybala)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt