Capítulo 23

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Mantuve mi mirada en el techo toda la noche, notando como la oscuridad desaparecía mientras pasaban las horas. Julia ya se había ido, al parecer Marco venía en camino.

Y en efecto, vino. Sonó la puerta principal cerrarse, pero mis ojos estaban clavados en el techo, era imposible moverlos, estaban demasiado secos e hinchados.

- ¿Gio? Oh, Gio...

Dejó su mochila en el suelo y se acercó a mí, agarrando mi mano y sentándose en la orilla de la cama tal y como estuvo toda la noche Julia, intentando que me durmiera. Acarició mi pelo y chasqueó su lengua, abrazándome.

- Vamos.

Me levantó del cama y tiró de mí hasta el baño, sentándome en la taza del váter. Mojó mi cara con agua antes de venir con una bolsa de hielo y ponerla en mis ojos hinchados, limpiándome mientras las lágrimas que salían saliendo sin control.

- Julia ya me contó.- Dejé de mirar al suelo para mirarle a él, queriendo hablarle pero tenía la garganta seca y los labios pegados.- Tranquila, te apoyaré siempre.

Me sonrió y abrazó antes de levantarme y llevarme a la cocina. Me senté en una de las sillas y le miré echando la leche y los cereales en un tazón que luego me acercó, sentándome en frente de mi sin parar de mirarme.

Negué y él suspiró, moviéndose de asiento para estar a mi lado. Agarró la cuchara y la levantó, mirándome mientras que yo me cruzaba de brazos y miraba al suelo.

- Vamos, ¿Te lo tengo que dar como una niña pequeña?- levanté mis hombros y suspiró, dejando la cuchara y cruzándose también de brazos.- Gio, come.

- No...

- ¿No?

- No.- levanté mi mirada del suelo, mirándole mientras me decía a mi misma lo ronca que sonaba mi voz.

- Pues va a ser que sí.

Se levantó y fue a por su móvil, volviendo conmigo para acercarme un poco más el tazón mientras marcaba y llamaba a un número.

- Cuando termine con la llamada, más te vale haber comido algo.

Me miró amenazante y salió de la cocina, yéndose a la habitación para hablar. Resoplé y eché el tazón hacia atrás. Poco después, Marco volvió.

- ¿No?- negué.- Vale, tu hermano viene.

- ¿Qué?

- Si no comes conmigo, comerás con ellos.

- No...

- Sí y ya sabes, tendrás que contarles todos a ellos también.

- No...

- Pues come y les diré que no vengan.

Le miré y resignada apoyé mis codos en la mesa, empezando a comer los cereales bajo su sonrisa. Terminé el tazón y me acercó un vaso con una infusión. Me quise negar, pero no quería un interrogatorio.

- ¿Contento?

- Y tanto.- sonrió y se acercó a mi, acercándose a mi oído para empezar a susurrarme.- Nunca les llamé.

- ¡¿Qué?! ¡Te mato!

Me levanté furiosa de la silla dispuesta a pegarle, pero él ya se había escapado, corriendo lejos de mí a carcajada limpia. Apreté mi mandíbula y expulsé de golpe todo el aire por la nariz, cerrando mis puños y pisando con fuerza yendo detrás de él.

- ¡Eres un idiota! ¡Creí en ti!

- Vamos, no fue para tanto, tenías que desayunar.

- Te mato, te mato, te mato.

Él rió mientras entraba en el baño, acabando por arrinconarse en la ducha. Sonreí y fui a por él, agarrando su brazo y levantando mi mano para pegarme. Pero algo me detuvo, algo no, agua.

Abrí mi boca a la par que cerraba mis ojos mientras sentía el agua de la ducha caer sobre mí y mojarme con el pijama puesto y a Marco también, que no paró de reírse, acorralándome en la pared para que no escapara.

- ¡Quita!

- Una ducha no vendrá mal.

- ¡Marco!

Intenté escaparme pero tenía más fuerza. Hasta que creyó que era demasiado. Entonces, se apartó y salí corriendo la ducha, resbalándome por el suelo mojado, pero ahí estaba Marco para sujetarme.

- ¡Sálvame!

- Deberías comer menos donuts.

Dijo colocándome bien y me senté en el váter, descansando y tranquilizándome. Levanté mi mirada del suelo mientras respiraba fuertemente por la boca, entonces le miré y no pude evitar reírme aunque fuera un poco por su último comentario.

- ¿Estás mejor?

- ¿Mejor? Tengo la ropa mojada y casi me mato por tu culpa.

- Ya, bueno, pero te reíste.

- Ya...y que sepas que no peso tanto.

- No, no...claro que no.

Se mordió el labio inferior aguantándose la risa y le di un golpe en el brazo, haciendo que por fin riera. Me ayudó a levantarme y me dio una de sus toallas, secándome y dejándome luego su ropa.

Me puse una de sus camisetas blancas que me quedaba tan grande con unos vaqueros y en los pies las zapatillas con las que vine ayer. Salí del baño secándome el pelo y fui a buscarle en el salón, donde miraba la televisión sin interés.

- Ya estoy.

- Genial, no me acordaba como te quedaba mi ropa.

Puse los ojos en blanco sentándome en el otro sillón. Aún me acuerdo aquellas noches en las que estaba tan ebria que me llevaba a su casa y allí me cambiaba de ropa mientras divagaba, poniéndome sus camisetas y demás.

- Gio.

- ¿Qué?

- No quería preguntarte esto pero...ya es hora de volver, ¿No?- los dos quitamos la mirada de televisión para mirarnos a nosotros, a los ojos.

- No quiero.

- Pero, ¿Y Lucas y Zoe?

- No sé...

- Tienen que arreglar esto.

- No hay quien lo arregle.

- Gio...

- No me quiere ver, Marco, y yo...yo no quiero verle.

- Pero le quieres.

Levanté las cejas ante el choque de esas palabras, después, bajé mi mirada al suelo, rindiéndome una vez más. Porque era verdad, lo odiaba ahora mismo, pero era innegable que le quería.

¿Qué se siente al ser eterno? (Paulo Dybala)Where stories live. Discover now