Capítulo 24

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- ¡Hola!

Levanté mis cejas al escuchar esa voz en la entrada de la casa de Marco. Me incorporé en el sofá, dejando el móvil a un lado para mirar hacia la puerta, donde acababa de entrar Dante con una sonrisa.

- ¿Gio? ¿Estás bien?

Su sonrisa desapareció al mirarme y darse cuenta de mi mal aspecto por todo lo que había pasado y pasaría.

- Yo...

- Dante.

- Hola, Marco.

- Gracias por venir después de mi llamada.

- Como no iba a venir, ahora ya sé por qué me lo pedías.

Se saludó con mi mejor amigo dándose un abrazo y Marco le dejó paso para que se acercara a mí, para abrazarme con más fuerza que a él. Me aferré a su camiseta, queriendo no despegarme de él. Le necesitaba, necesitaba uno de sus abrazos y ni lo sabía.

- Os dejo solos.- sonreí a Marco y miré a mi hermano pequeño, intentando sonreír.

- ¿Qué ha pasado, Gio?

- Es...Paulo.

- ¿Se pelearon?- asentí con la cabeza y tomó mi mano, acariciándola con el pulgar.- ¿Por qué?

- Ni me acuerdo, fue todo tan rápido...le eché en cara que no estaba con nosotros mucho tiempo y él...él dijo que era más importante su carrera futbolística.

- ¿De verdad dijo eso?

Asentí y él resopló, colocándose mejor en el sofá y mirando hacia otro lado. Volvió a mirarme para abrazarme poco después, resguardándome en su pecho.

- Nunca pensé que oiría eso de él.

- Ni yo, si no nunca me hubiera casado.

- ¿En serio?- me miró atento

- S...sí...

Suspiró y me apretó más contra él, acariciándome la espalda mientras que yo cerraba mis ojos, apretando mi oreja para oír los latido de su corazón, que iba lento, como siempre.

Marco volvió a aparecer poco después, sentándose en uno de los sillones para dejarme a solas con mi hermano en el sofá. Los dos intentaron aclararme y decidieron que era mejor que volviera, sobre todo por Zoe y Lucas.

Me fui a la habitación para recoger mi pelo en una coleta mirándome en el espejo que tenía Marco al lado de la puerta. Volví a salir para abrazarme con Dante, esperando a que Marco recogiera todo para irnos los tres.

- ¿Qué le diré cuándo le vea?- pregunté ya en el coche.

- Deberán hablar de lo que pasó, ver que harán a partir de ahora.

- Me...me da miedo.

Miré por la ventanilla, notando como el coche salía del aparcamiento y empezaba a entrar en la carretera. Dante, que estaba en la otra puerta, me miró al oírme.

- ¿De qué?

- De lo que pueda pasar, no quiero perderle.

- No lo harás.

- Pero...y si no tiene remedio, tal vez ayer me enseñó todo lo que llevaba escondiendo desde que conoció que Lucas era su hijo, tal vez explotó y me enseñó quien era, haciendo desaparecer todo lo que yo pensaba de él.

Ninguno de los dos dijo nada, tal vez porque no sabían que decir o porque, tal vez, tenía razón y esto era el principio del fin. Mientras nos movíamos por las calles de Turín, dentro de mí brotaba el sentimiento de querer volver a la casa de Marco, meterme en su cama y esconderme entre sus sábanas, queriendo no oír mis pensamientos.

Pero ya estábamos en frente de mi casa. La miré por la ventanilla e inconscientemente busqué la mano de Dante para agarrarla con fuerza. Él acarició la mía, después la soltó para salir del coche.

Marco abrió mi puerta y me abrazó mientras que Dante daba la vuelta al coche. Salí del vehículo y cerré la puerta, apoyándome en ella, intentando traspasarla y poder volver adentro, a estar a salvo del destino.

- Vamos.

- No...no puedo.

- Gio.

- No quiero saber que pasará, no quiero alejarme de él.

Los dos chicos se miraron, uno cruzándose de brazos y él otro poniendo sus manos en su cintura, suspirando. Mientras que yo no quitaba mi mirada de la casa, volviendo a la última vez que estuve en ella, volviendo a la pelea.

- Gio, te conozco, te conocemos, y sabemos que eres frágil. Pero también sabemos lo fuerte y luchadora que eres, nunca te rendirías.

- Ahora sí.

- Ahora no, nunca lo has hecho, no lo harás ahora.

- Vamos, estamos nosotros.

- ¿No me dejaréis?

- Nunca, vamos.

Desvié mi mirada a Marco, viendo como sonreía y me acercaba su mano, a la cual me aferré. Poco a poco dejé de sentir el coche y junto a los dos fui entrando en la casa, llegando hasta la puerta.

Suspiré y, con mi mano temblorosa, dejé la llave a Dante para que abriera él. Y eso hizo, abriendo la puerta y dejándome a mí la primera para entrar.

Suspiré y empecé a andar, recorriendo el interior con la mirada, todo olía a él. Oímos, entonces, un ruido en el segundo piso que hizo que mi corazón se parara de golpe, pensando en que volvería a verle.

- ¿Paulo? ¿Ya volviste?

Alicia apareció con Zoe en brazos, arriba de las escaleras. La miré sorprendida, ¿Qué hacía aquí? ¿Dónde estaba él? Ella me miró de la misma manera, tal vez no sabía que había pasado entre nosotros.

¿Qué se siente al ser eterno? (Paulo Dybala)Where stories live. Discover now