Capítulo 11

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- Hoy tengo una reunión con el colegio.

- ¿Así?

- A la tarde, después iremos a tu partido.

- ¿En serio?- quitó un momento su mirada del móvil para mirarme sonriendo.

- Sí, iré con Marco, así me ayuda con los dos locos.

- Genial.

Sonrió acercándose a mí para besarme. Sonreí en mitad del beso y pasé mis brazos por su cuello, acercándolo más a mi mientras que él posaba sus manos en mi cintura y poco a poco nos echaba hacia atrás, hasta quedar tumbados en el sofá, él encima de mí y sin dejar de besarme. Comenzó entonces, a bajar sus besos a mi cuello.

- Paulo...

- ¿Sí?

- Los niños.

Suspiró y dejó de besar mi cuello para mirarme directamente a los ojos y sonreírme, haciendo que me pierda en él por completo. Antes de separarse, me dio un pequeño beso en los labios.

Después de eso decidí jugar con los pequeños hasta la hora de la comida, donde nos sentamos en la mesa a charlar. El resto de la tarde estuvimos juntos en el salón, yo durmiendo y los demás jugando.

- Gio...

- Mm...

- Despierta, que me tengo que preparar para el partido.

- Espera, ¿Qué hora es?

- Las seis, ¿Por qué?

- ¡La reunión!

Me moví bruscamente y caí del sofá, enredándome en la manta. Me levanté velozmente y subí las escaleras con torpeza, arreglándome lo suficiente para salir bien a la calle.

- ¡Vamos, Lucas!

- ¿A dónde?

Me miraron los tres confundidos, pero no les hice caso. Cogí la sillita y subí a Lucas en brazos ante de sentarlo en esta y después me puse la chaqueta.

- Marco vendrá a estar con Zoe antes de que te vayas, ¡Adiós!

- Adiós.

Abrí la puerta y salí lo más rápido que pude. Corrí con cuidado de no caer a Lucas y por fin llegamos al colegio. Suspiré y bajé a Lucas, dejando que corriera hacia el interior del edifico. Miré la hora y resoplé, diez minutos tarde.

- Buon pomeriggio (Buenas tardes)

- Ciao, pensavo fossimo rimasti dieci minuti prima. (Hola, pensaba que habíamos quedado diez minutos antes.)

- Mi dispiace, mi sono addormentato. (Lo siento, me quedé dormida.)

- Va bene. (Está bien)

Senté a Lucas en una de las dos sillas que había en el escritorio de la profesora, después, me senté a su lado. Comenzamos a hablar de cómo fueron los primeros días de Lucas en clase y parecía que todo iba bien.

- Addio.

Me despedí de la profesora tomando a Lucas de la mano y saliendo del aula. Suspiré ya más tranquila y volvimos a casa. Entonces fue cuando me di cuenta que me había dejado las llaves en casa y con algo de esperanza toqué el timbre.

- ¿Gio?

- Gracias a dios que estás tú, me olvidé la llave.

- ¡Tío Marco!

- ¡Enano!

Marco se agachó a abrazar a Lucas mientras yo entraba la sillita y la dejaba en la entrada. Después, fui con los dos al salón, donde me encontré a la pequeña dormida en el sofá.

- ¿Y Paulo?

- Se marchó.

Me senté con Marco en el sofá, viendo a Lucas jugar con Mia. Le conté lo que nos dijo la profesora hasta que llegó la hora de prepararnos para el partido.

Bañé a Lucas y le vestí con la equipación de la Juventus, haciendo lo mismo con la ya despertada Zoe. Saqué entonces a pasear a Mia antes de cambiarme la camiseta y ponerme la de Dybala, por supuesto. Después, salimos de casa.

Pedimos un taxi y yo me senté atrás con los pequeños, mientras que Marco en el asiento del copiloto. Yo iba en medio, vigilando a los dos hasta que llegamos al Juventus Stadium.

- ¿Dónde es el próximo partido?

- Nápoles.

Bajó Marco primero, abriéndonos la puerta para sacar primero a Zoe y así yo poder salir con Lucas por el otro lado. Pagamos al taxi y bajé al mayor de los dos, dándole la mano y yendo en dirección a la entrada.

- ¿Cuánto hace que no montas en la Vespa?

- La tengo abandonada ya.

- Deberías volver a conducir, se te olvidará.

- Estaré bien, no puedo conducir una Vespa cuando tengo hijos.

- Bueno, estamos Julia y yo.

- Ya.

- Y Paulo, claro.

Le miré con el ceño fruncido. Le conocía, sabía que había dicho eso por algo que no alcanzaba a comprender. Y es que estos días, Marco a estado distante con Paulo, no preguntaba por él como de costumbre y solía visitarnos cuando él no estaba, alegando que se había olvidado de la hora en la que habíamos quedado, hora en la que Paulo estaba en casa.

Olvidé todos esos pensamientos cuando sonó el silbato del árbitro y comenzó el partido. Los pequeños estaban en nuestros brazos, porque si no, no verían nada. Busqué a Paulo con la mirada entre tantos futbolistas en el campo de juego.

- ¿Le ves?- pregunté.

- ¿A Paulo? No, será suplente.

Resoplé, sabía lo mal que le sentaba estar en el banquillo. Aún así, seguimos alentando a la Juventus y a sus jugadores como toda la afición.

Y ahí estaba yo, con mis dos hijos mirando el partido sin enterarse que su padre no jugaba ni jugaría. Pues el tiempo fue pasando hasta que seguimos en la segunda parte, donde tampoco salió el argentino.

Entonces, sonó el pitido final dándole la victoria al equipo contrario. Marco y yo nos miramos y decidimos salir del estadio, no esperarnos en el vestuario como solíamos hacer.

¿Qué se siente al ser eterno? (Paulo Dybala)Where stories live. Discover now