Capítulo 25

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- ¿Gio?

- ¿Alicia?

- Volviste.

-¿Sí?- no sabía que responder ante su sonrisa.

- Paulo me dijo que te habías ido a visitar a Marco, ¿Cómo estás?

- ¿Bien?- los tres estábamos igual de confundidos con su presencia y sus palabras.

- Toma, Lucas sigue dormido.

Tomé a Zoe en brazos, volviendo a sonreír después de tanto tiempo. Ella sonrió también, me echaba de menos al igual que yo a ella y a su hermano, que no tenían culpa de nada.

- ¿Estás mejor de tu rodilla?

- ¿De mi rodilla?

- Sí, Paulo me dijo que te diste un buen golpe, yo pensaba que era peor.

- ¿Eso te dijo?

- Claro.

- Y, ¿Dónde está él?- por fin habló Dante.

- En el entrenamiento, claro, me llamó para que me quedara con los niños ya que vos no podías.

Levanté mi mirada de Zoe. Desde que la tuve en brazos dejé de tomar atención a la conversación, viéndola solo a ella. Pero esas palabras me volvieron a la realidad, mirando después a Dante y Marco, que sus caras mostraban lo incómodos que se sentían.

- ¿Está en Vinovo?

- Claro, ¿Dónde si no?

- Alicia, ¿Puedes quedarte con Zoe un rato más? Quiero ir a verle y...

- Claro, no hay ningún problema, es mi nieta.

La sonreí y abracé a Zoe ante de dejársela. Me despedí con la mano y ya no necesitaba a Marco y a Dante para moverme, porque ahora lo hacía la rabia que había vuelto a crecer en mi interior.

Salí a paso rápido de la casa, volviendo al coche y esta vez sentándome en el asiento de copilo.

- Gio, ¿Estás bien?- preguntó Dante.

- Marco, vamos a Vinovo.

Los chicos se miraron de nuevo, antes de entrar. Marco arrancó y pusimos rumbo a Vinovo, donde se encontraba él entrenando. No tardamos mucho en llegar, sobre todo por la rapidez con la que Marco condujo.

Salí del coche y fui hasta la puerta, con ellos detrás. Allí no dejaron entrar, porque nos conocían. Fui por los pasillos hasta llegar a la puerta que daba al campo, la abrí y salí.

- Gio.

Oí como Dante y Marco me llamaban desde atrás, intentando que me parara, pero no había nadie que pudiera ahora mismo. Mientras iba hacia el centro, donde estaba calentando, los futbolistas se iban dando cuenta de mi presencia.

- ¡Gio!

Ahí fue cuando Paulo dejó de hablar con Costa para mirarme, cambiándole toda la cara y paralizándose. Fui llegando poco a poco hasta él, dándose cuenta hasta Allegri de que algo no iba bien.

- Gio...

- ¿Por qué no estás en casa?

- Yo...

- ¿Por qué no le dijiste a tu madre lo que pasó de verdad? ¿Te avergüenzas? Porque es para avergonzarse, la verdad.

- ¿Por qué no hablamos de esto luego?

- ¡Porque no, Paulo, porque no quiero y no puedo!

- Gio, calma- oí a Marco detrás de mí, pero yo solo podía mirar a Paulo, a quien ya tenía delante de mí.

- No, no me calmo, ¿sabes por qué? Porque creo que me he casado con alguien distinto al que estoy viendo estos días, al que oí ayer, creo que no es el mismo y que me agota el Dybala que estoy viendo.

- Gio...

- Ni Gio ni leches, ¿Sabes qué, Dybala? Creo que no vas a cambiar, creo que todo lo nuestro no era nada más que un teatro, uno como los que hacéis en el campo, sí, que solo jugabas conmigo como si de un balón se tratara y estoy harta, porque no me esperaba ver a este hombre, no me esperaba que todo el amor que tenía desapareciera en una noche, en segundos.

- ¿Qué?

- ¡Que te odio, te odio!

Grité sin importar que hubiera interrumpido un entrenamiento, sin importar si me estaban mirando todos sorprendidos por mis palabras, por mi actitud, dejando a la Gio dulce y amable para ver a la más enrabietada, la que quería que todos se largaran.

Mantuve mi mirada firme en él, sin que desapareciera todo este sentimiento. El silencio se mantuvo en el ambiente, nadie decía nada, nadie se movía. Y él, él se perdía en mis ojos aún sin creerse mis palabras.

Decidí terminar todo esto con un suspiro y por fin desvié mi mirada, alejándome de él, de aquel sitio donde empezó todo.

¿Qué se siente al ser eterno? (Paulo Dybala)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin