Capítulo 10.

Magsimula sa umpisa
                                    

—Debemos hablar, hermano —exigió Linnea—. Me niego por completo a que Alyssa deba irse de aquí; tú... tú no puedes hacer eso.

—¡Yo puedo hacer lo que me venga en gana! —exclamó Rylan, pero acto seguido decidió respirar y relajarse. Haberse encontrado repentinamente con Alyssa lo había encendido demasiado rápido—. No es tu decisión, Linnea. Estoy seguro de que la... señorita Russell arde en deseos de volver al hogar de su familia.

—¡Por supuesto que no, Rylan! —exclamó su hermana, acercándose a él para hablarle con seriedad—. Recuerdas a su padre, ¿verdad? —le preguntó y él asintió con la cabeza—. ¿Y crees que alguien en su sano juicio querría estar bajo el seno de John Russell?

Rylan alzó las cejas, sorprendido de la sinceridad abrumadora de su hermana y, sobretodo, de la expresión indiferente en el rostro de Alyssa. Se fijó, por primera vez, en que mirarla durante demasiado tiempo le dolía. Recordaba constantemente la muchacha que había sido, esos ojos verdes y profundos que lo habían mirado de una forma que él creía sincera, esos labios rellenos y carentes de color en esos momentos, pero que en un tiempo habían sido rosados y húmedos y le habían suplicado caricias prohibidas al oído...

Él volvió a la realidad de un momento a otro, fijándose de nuevo en su hermana y tratando de obviar la presencia de Alyssa allí.

—Yo no quiero entrar a opinar en el sano juicio de esta muchacha —dijo con dureza—, pero puesto que esta es mi casa y puedo hacer lo que más me plazca... considero que ella debe irse cuanto antes. De hecho, el carruaje debería estar preparado ya, ¿verdad Duncan?

Duncan respondió con un gruñido. Le parecía un acto de lo más absurdo lo que su amigo estaba haciendo con esa pobre muchacha, pero podía imaginarse que la detestaba de verdad y ni siquiera sabía por qué. Lo había supuesto desde el primer momento en el que le había dicho quién era, en el entierro de Gordon Seymour. Duncan decidió apoyar a su amigo, si él estaba tratando así a esa joven, sabía de sobra que tendría una buena razón para hacerlo. Quizás, detrás de un rostro hermoso e inocente se encontraba la más vil de las mujeres.

—Está bien —concedió Linnea—, pero yo iré con ella, entonces.

—Olvida esa tontería —le respondió su hermano, mirándola con dureza—; los dos sabemos que no vas a poner un pie fuera de este castillo si yo no lo ordeno.

—¿Llevas dos días aquí y ahora soy tu prisionera?

Rylan había estado emocionado de verdad por volver a ver a su hermana, pero en esos seis años, al parecer, no había recordado su dichoso temperamento. Era tan obcecada y terca como había sido su madre cuando estaba viva.

—No quiero oír hablar más de este tema, Linnea. Si yo digo que tú te quedas aquí, espero que seas un poco sensata y dejes de provocarme si no quieres que olvide que somos hermanos y te lleve a pasar la noche a las mazmorras.

Obviamente, no estaba siendo serio, tan sólo pretendía que su hermana se callara de una vez y dejara de discutirle cualquier cosa que dijera, pero algo en la mirada de ella cambió y de pronto hubo un punto de temor en sus ojos. Pero no temor por la amenaza que él acababa de prodigarle, no.

—Había oído cosas por ahí, pero nunca pensé que fueran verdaderas... —le dijo Linnea, con los ojos oscuros mirándolo fijamente—. Siempre pensé que te convertirías en un hombre bueno, compasivo, tenía todas mis esperanzas en eso —siguió hablando suavemente—. Pero ahora veo que eres tan cruel y carente de piedad como lo fue nuestro padre... y no logras imaginar hasta qué punto eso me entristece.

Probablemente esas eran unas de las palabras más duras que nadie le había dirigido nunca y Rylan no supo cómo reaccionar. Tardó unos segundos en despertar de su extraño trance y su mente volvió a rememorar esas palabras por parte de su hermana. De pronto reparó en que la joven se había dado la vuelta y caminaba por el pasillo rápidamente, alejándose de él.

—Duncan... —dijo Rylan, y no fue necesario que añadiera nada más a la frase, puesto que el escocés asintió con la cabeza y salió rápidamente de la habitación, siguiendo a la muchacha por el oscuro pasillo.

¿Podía ser que, en cierto modo, se hubiera convertido en alguien cruel y despiadado como lo había sido su padre? Rylan había pasado su vida tratando de ser alguien completamente diferente a Gordon Seymour, por lo que escuchar unas declaraciones como las que acababa de oír, tan sólo podían hacerle daño.
De pronto reparó de nuevo en la muchacha que aún permanecía a su lado, sin saber qué hacer. Alyssa se había quedado callada durante toda la conversación, como si no fuera ella el principal tema de disputa... Con sólo echar una mirada al final del pasillo, donde Linnea forcejeaba con Duncan entre gritos para que éste la dejara tranquila, Rylan supo que había perdido esa batalla. Debería cambiar de opinión, al menos hasta que su hermana pudiera entenderlo. Con un suspiro abrió la puerta de sus habitaciones completamente y suspiró.

—Entra —le dijo a Alyssa con rudeza.

La joven obedeció, pese a no tener la más mínima idea de lo que la esperaría después.


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Si algún día vuelves. #Wattys [Romance histórico]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon