CAPÍTULO 37

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Estábamos en Suzdal al fin, 3 horas se me habían hecho eternas y como a medio camino deje de conducir, mi cuñado decidió hacerlo. Me sentía mal. Sentía mis defensas bajas. Pero nada que un jugo de mora no solucionará. Erick se veía preocupado, fueron pocas las veces que me vio en este estado.

— Vamos a almorzar y luego vamos a casa de la abuela – Hablo Vanessa autoritaria.

Ni intente replicarle, no me siento bien para eso. Nos detuvimos en un restaurante al que veníamos antes con los abuelos, eran de sus favoritos. Siempre comíamos aquí cuando veníamos de visita. Era imposible no detenerse aquí. Todo estaba en Ruso y la cara de confusión de Erick era para reírse hasta no parar. Luego de ubicarnos, pedir la comida y tomarme mi tan amado jugo de mora, vi a Erick más calmado.

— Cuñado. ¿Tú también te dedicas a las trasatlánticas verdad? – Le pregunto Anton a Erick.

— Así mismo, cuñado. ¿Y tú? ¿Eres doctor como Vanessa?

— No, soy militar. Pensé que Gaby te lo había dicho.

— Nena, en tu familia hay de todo. – Me dio un beso y luego sonrió de esa manera que me vuelve loca.

Erick estaba en lo cierto, y ese era el orgullo de la familia. Cada quien se dedicaba a algo diferente. Aunque Vanessa decidiera seguir los pasos de mamá.

Luego de comer, tomamos rumbo a casa de mis abuelos. Estaba nerviosa. Sentía mis manos temblar. No sé cómo tomaría esto. Ni como lo tomarían mis abuelos al vernos aquí. Sé que Erick se había dado cuenta de que yo estaba nerviosa y sé que estaba haciendo lo más que podía por mantenerme calmada. Pero es que esto es algo que yo no esperaba. Anton estacionó el auto y enseguida nos miro a Vanessa y a mi.

— ¿Vamos todos o ustedes nada mas?

— No lo sé. No sé si pueda – Mis piernas flaqueaban como gelatina.

— Gabrielle, acabemos con esto ya. – Vanessa tomo mi mano y luego me dio un beso en la frente.

Nos bajamos ante la lujosa casa de mis abuelos, no tanto como la de mis padres pero lo es. En este pueblo son muy pero muy pocas las familias con dinero, y entre esos estaban mis abuelos. Aunque aún no sé porque se han venido a vivir aquí. Según ellos, la calma de un pueblo no es lo mismo a una ciudad. Pero lo acepto, están viejos.

Toque el timbre con cierto miedo y tras esperar varios minutos, mi abuela nos abrió la puerta. Estaba tan delicada como siempre. Desde joven ha sido tan arreglada, tan fina.

— ¡Pero si son mis nietas hermosas! – Nos abrazo a las dos y comenzó a darnos besos.

— Abuela, estás bellísima.

— Tú también lo estás, mi pequeña. Por fin viniste a Rusia, por un momento pensé que no te vería más.

— Claro que si, abuela. Siempre vendré.

Comenzó a preguntar por Alek y no nos quedo de otra que hacerles seña, a los minutos que abuela vio a Erick, comenzó con sus preguntas. Y aún ni los había presentado. Dios.

— El es Erick, mi novio.

— ¡Pero que guapo! Tú no eres Ruso, por lo que veo.

— No señora, soy Americano.

Cuando Erick le estiró la mano, abuela enseguida lo abrazo y le dio dos besos. Normal en ella. Entramos a la gran casa y enseguida envío a su personal a que nos prepararán alguna merienda. Siempre tan atenta. Abuelo no se encontraba en casa. Normal en el.

• Atada a las sabanas de mi jefe • FINALIZADA!Where stories live. Discover now