CAPÍTULO 21

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Decidí volver con Erick a Miami. A mis padres no les gustó mucho la idea pero a la final aceptaron y prometieron verme en mi graduación. Yo estaba más que feliz porque a todos les alegraba verme así, porque después de tres años había visto a mi familia. Al llegar a casa, conseguí todo en orden, pensé que iba a encontrar mi casa patas arribas «dejarla en manos de Antonella y Louis es muy mala idea» y pues, no me decepcionaron está vez. Desarme mis maletas y luego me dediqué a darme una ducha, acomodar mi habitación que eso si no estaba arreglado y luego salí al Mall. Erick hoy trabajaría todo el día y él decidió darme una semana más libre. Extrañaba el trabajo pero aún no quería volver a ese ajetreo.

— Te extraño. ¿Donde estás? – Pregunto Erick a través del teléfono.

— Yo también te extraño. Estoy en el Mall.

— Cómprate algo lindo, mis padres quieren que vayamos a cenar hoy.

— Oh Dios. ¿Es buena idea? ¿Ellos saben todo lo que sucedió? – Los nervios me atacaron una vez más.

— Si nena, ellos saben. Y quieren verte.

Tuvimos una larga charla y ciertamente, los nervios me tenían mal. El estaba relajado, e incluso se reía de mi nerviosismo. Y a mi no me parecía absolutamente nada gracioso. Esto de las comidas con sus padres a mi me parecían algo serio, algo de novios. Pero si el lo aceptaba, para mí todo bien. Recorrí bastante tiendas y compre varias cosas, e incluso un regalo para Rossie porque me acorde de un encuentro entre nosotras y me había dicho que lo quería. Ya mis pies dolían, los brazos también de cargar tantas bolsas. Hora de ir a casa. Al salir, alguien dijo mi nombre. Voltee y era un amigo de Erick. Si, yo sé quién es. El del hotel de Madrid. Elliot. Un escalofrío me recorrió por toda la espalda.

— Gabrielle. ¿Te acuerdas de mí? Soy Elliot.

— Sí. ¿Que quieres? Estoy realmente apurada.

— Nada, te vi y quise saludarte – Sus ojos se oscurecieron y su voz salió extraña, más ronca – ¿Y mi hermano donde está? Dile que tengo que hablar con el. No logro contactarlo.

— Creo que eso no es tu interés y si no quiere contestarte, es por algo. Me tengo que retirar, hasta luego Elliot.

Al darme la vuelta, sentí una presión muy fuerte en mi brazo que no me dejo moverme más. Si no me soltaba, mi brazo terminaría roto. Sus ojos quedaron justo en los míos. Que mierda pasa.

— Suéltame imbécil – Dije fuertemente.

— Recuérdale a Erick quién soy. Y que conteste mis llamadas.

Soltó mi brazo bruscamente dejándome un rojo enorme que pronto se convertiría en un morado. Mi Dios. Sé que Erick se molestaría muchísimo. Elliot se quedó allí parado viéndome como me iba, camine lo más rápido que pude hacia mi jeep y me monte, cerrando los seguros de todas las puertas. Mi corazón se saldría de mi pecho. Llame a Erick desde el altavoz de la camioneta.

— Nena. ¿Que tal tus compras?

— Erick... – Dije con un hilo de voz.

— Gabrielle. ¿Que paso? – Enseguida se escuchó angustia en su voz – Gabrielle respóndeme. ¿Que tienes? ¿Estás bien?

— Elliot... Estaba aquí. – Apoye mi cabeza en el volante.

— ¡Maldita sea! – Grito fuertemente – Ve a mi casa, nos vemos allí. ¿Estás bien?

— Mi brazo duele mucho. Pero estoy bien.

— Conduce con cuidado. Ya voy para allá. ¡Hunter, nos vamos! – Grito una vez más – Lo matare, jura que lo matare con mis propias manos.

• Atada a las sabanas de mi jefe • FINALIZADA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora