CAPÍTULO 17

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3 días. 3 malditos días llorando. Eso era todo lo que hacía. Llorar y estar encerrada en mi habitación. Mi familia ya sabía lo que sucedía, Vanessa tuvo que explicarles al verme estando así de fea. Parecía una muerta en vida. Mis ojeras me delataban. Pasaba en pijama todo el día y no salía. Nada más a comer y no hacía más nada. Papá ya estaba recuperado y yo le bajaba los ánimos al verme así. Ya había comenzado a trabajar una vez más. Pero venía a almorzar a casa a verme. Mamá y mi hermana si estaban tiempo completo en el hospital y yo cuidaba un rato a mi sobrino hasta que mi cuñado llegaba del trabajo. Había decidido encender mi teléfono, Antonella y Louis morirían de la preocupación por mi. Y Joe me había llamado al enterarse. Sentí que mi corazón se rompió cuando me dijo en que se había convertido Erick desde que eso sucedió.

FlashBack

— Gaby... No hace nada. Nada más toma. A toda hora. Trabaja y luego se va a algún bar, o compra botellas y se las termina en su casa. Ya ni lo reconozco.

— Se lo merece, Joe. Me hizo sentir como una mierda.

— Pasa horas en tu oficina porque huele a ti, a veces incluso pasa por tu casa, ayer tenía la esperanza de verte porque pensó que estabas aquí porque llamo a Antonella y ella le dijo que había hablado contigo. Estuvo una hora sentado afuera con la fe de verte, luego llegó Antonella para estar pendiente de tu casa y lo consiguió allí. Ella misma me ha dicho que parece un cadaver.

— ¿Y que quieres que haga? – Suspire – ¿Que corra a sus brazos? ¿Que lo perdone? Claro que no. El me utilizó, Joe. Y no sé lo perdonaré. Estaré con mi familia en Rusia hasta mi graduación. Luego volveré otra vez a mi país.

— Te apoyaré en todo, Gaby. Pero tienes que saber que Erick está mal. Al menos llámalo, el quiere saber de ti. Con el tema de tu salud tan delicada, quiere saber cómo estás, como te has sentido... Morirá de la preocupación y el miedo porque no sabe nada de ti.

Fin del flashback

Tenía muchos mails y llamadas perdidas de el, pero no contestaba ninguno. Mi corazón estaba vuelto nada. Y no quería destruirlo aún más. Ya no volvería a su empresa. No quiero trabajar más allí. Ni verlo más. Quería seguir con mi vida en Rusia y olvidarlo. Y es así como el lo quiere. Si no, no hubiera hecho lo que hizo. A veces creo que a los hombres les falta cerebro. Recibí un mensaje de papá invitándome a almorzar, así no comía sola. Todos estaban trabajando y mi cuñado tenía a mi sobrino con el en su casa. Era mejor si salía, algo para distraerme. Me di un baño largo, arregle mi cabello y luego me maquille hasta disimular mis ojeras y mi cara de muerta.

Está vez papá no me prestaría el Ferrari así que me tocó manejar el BMW que papá me había regalado a mis 18 años

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Está vez papá no me prestaría el Ferrari así que me tocó manejar el BMW que papá me había regalado a mis 18 años. Mi favorito. Mi bebé. Aunque amaba mi jeep. Ambos eran mi favoritos. Es difícil. La empresa no quedaba lejos, como a 10 minutos de la casa. Entrar allí era como si fuera Madonna en una alfombra roja. Aunque por poco colocan la alfombra roja. La regla #1 de papá era que a su familia nos trataban como es. Esto no me gusta, mucha atención. Muchos ojos en mi. Subí hasta el último piso, papá tenía allí nada más su oficina, y se subía por un ascensor privado donde nada más la clave la tenia el, su familia y su asistente.

— Pareces el rey del mundo. – Dije al entrar a su oficina.

— Mi sueño es serlo. – Me dio su sonrisa más atractiva.

Se levanto y luego de acomodarse su traje, me abrazo y me dio mil besos. Aún era su niña pequeña y eso para mí es más que suficiente. ¿Por qué no es así todos los días? Agarro su maletín «raro en el usarlo» y salimos. Está vez, nos fuimos en su Ferrari. Yes yessss. Me encanta.

Llegamos al restaurante donde el solía traerme cuando mamá estaba trabajando. Mi lugar favorito. Mi comida favorita además de las barbacoas era la comida Del Mar. Estábamos en el mismo puerto donde mis padres se conocieron. Lo más romántico. Esto me hacía recordar cuando comí con Erick al lado de la playa.

— ¿Quieres volver a Miami? – Pregunto papá sin preámbulos.

— No lo sé. No creo papá. Pero en octubre es mi graduación, tengo que estar.

— Lo se, pequeña. Nosotros estaremos allí. ¿Pero de momento si quieres regresar? ¿Quieres seguir con la vida que tienes allá?

— No lo sé. Allá tengo todo por mi cuenta, a veces tú me ayudas en lo monetario pero se siente bien trabajar y lograr todo yo sola. No vivo de lujos cómo vivía aquí, y es algo que me gusta.

— ¿Te avergüenzas de mi? – Pregunto bajando su mirada.

— ¡No papá! Por Dios, claro que no. Es solo que aquí nos tienes acostumbradas al lujo, al dinero y a lo que queramos... No sé si soy realmente así. Me gusta comprarme mucha ropa y lo sabes – Ambos reímos – Pero más allá de eso, me gusta trabajar y tener lo mío.

Papá no dijo más nada, simplemente se acomodó en su asiento y le dio otro sorbo. Se veía pensativo, esto no era normal. ¿Y si lo lastime con mis palabras? ¿Y si lo hice sentir mal? No me lo imaginaba. Papá era de los pocos hombres que mostraban sus sentimientos. Era un ruso frío. Nada más se veía el verdadero el con su familia. De resto, era como un perro rabia. Solo le faltaba echar espuma por la boca.

— Desde los 14 años he estado trabajando día y noche, antes no tenía nada, ni comida. Y ahora, es como una obsesión, me gusta trabajar, me gusta la manera en que lo hago, la manera en que mi sueños están plasmados en mi empresa. Mis padres querían que fuera abogado, sin tener dinero me pagaron la universidad y me gradué de leyes, a los meses me di cuenta que no era realmente lo que yo quería. Y desde ese entonces, comencé solo a trabajar una vez más, fuertemente como lo hacía desde joven hasta que funde mi propia empresa. Esta es la vida que a mi me gusta, porque veo en todo reflejado mis años de trabajo, mi sudor, mis ganas cada día de ser mejor. Te doy todo porque eres mi hija, mi motivación más grande además de Vanessa... Si te mimo demasiado es mi problema, no de la sociedad. Te admiro porque quieres tener todo por tu cuenta, pero recuerda, que cuando yo muera todo lo mío será tuyo. Vanessa no lo aceptara porque su profesión es la medicina.

Las palabras de mi papá me dejaron sin habla. Tal vez yo también era egoísta y no me daba cuenta que su manera de trabajar era para que nosotras no viviéramos como el vivió antes. La vida en Rusia era dura, pocos tenían dinero, otros salían a trabajar desde jóvenes para pagarse la universidad, y algunos no tenían ni para comer. Yo creí en la realeza, por decirlo así. Estuve en colegios privados, siempre mis fiestas eran las mejores y más populares, y luego, me fui porque eso ya era mucho para mí.

Después de almorzar con papá, regresamos a la empresa y de allí me fui a casa. Al llegar, había una caja marrón en toda la puerta. Que extraño, normalmente se encargan del correo. Lo abrí y habían muchas rosas blancas. Mis favoritas. Mi corazón se derritió. Ya sé quién las había enviado. En todo el medio había una tarjetita y se me hizo difícil ignorarla.
«Te extraño. Perdóname. ¿Podrías contestar alguna de mis llamadas? Moriré si no se algo de ti. Con amor, E.T»
Mi corazón dio mil vueltas. Sus detalles me mataban de amor. Pero así no lograría que lo perdonara ni que volviéramos a ser algo. El había cruzado el límite y yo si era orgullosa. Si no hubiera arruinado todo así... Tal vez ya yo hubiera regresado a Miami.

• Atada a las sabanas de mi jefe • FINALIZADA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora