CAPÍTULO 36

197K 8.9K 397
                                    

Los rayos del sol daban justo en mi cara y pues no me quedaba de otra que levantarme. Al intentarlo, un muy fuerte y pesado brazo descansaba en mi cintura. Voltee y vi a mi gruñoncito todo despeinado y con los labios entreabiertos. ¡Que bello que se ve así! Ojalá estuviera de esta manera siempre. Y no peleando tanto. Me acerqué despacio y le di un beso, no paso ni un minuto cuando abrió los ojos.

— ¿Que fue eso, ah? ¿Mis buenos días? – Preguntó mientras me sonreía.

— Se puede decir que sí.

En un ágil movimiento, ya estaba encima de el y me sentía incómoda. Su pene estaba justo debajo de mi. Sé que seguro lo noto porque mi cara.

— Esa no es la cara que ponías anoche.

— ¡Erick Alonso! – Comenzó a reírse descontroladamente.

— Nunca nadie que no fueran mis padres o Rossie cuando quiere algo me ha llamado por mis dos nombres.

— Me gusta tu nombre.

— Y a mi me gustas tú.

Me estampó un beso y se quedó viendo que cara pondría. Admito que eso me agarro fuera de base. Pero me hizo sentir extremadamente bien. Se levantó y se colocó sus bóxers e hizo una llamada a recepción para que nos enviarán desayuno.

— Quiero que hoy hagamos algo.

— ¿Quieres terminar de conocer Rusia?

— No nena, quiero que vayamos a donde viven tus hermanos. Vamos a buscarlos.

Joder. Una vez más, me agarro fuera de base. No lo dijo en broma, estaba totalmente serio. Muy serio. Yo no podría hacer esto...

— Erick, no puedo involucrarte en algo así. Si papá se entera que tú estuviste en esto conmigo, todo terminará de malas. Y no quiero que termine su negocio.

— No me importa tanto un negocio como me importas tú.

¡Mi gruñoncito y su corazón! Por su cara, sé que lo decía en serio. El saber que quería ayudarme en algo tan importante para mí, demostraba que me quería. Aunque no me lo dijera.

— No podemos irnos así como así. Y menos sin mi hermana. Vayamos a mi casa, tengo que preparar una maleta y luego hablar con ella. ¿Como harás tú con tu familia y la empresa? No puedes ausentarte tantos días.

— Papá entenderá, por unos días que el este a cargo no sucederá nada. Confía en mi, todo nos saldrá bien. Déjame ayudarte.

¡Es que me lo como! La dulzura con la que decía todo, hacia que mi corazón latiera como si no hubiera límite alguno. El si que sabía cómo enamorarme.

Luego de desayunar, ambos nos vestimos y nos fuimos a mi casa. Sé que su expresión no es lo que esperaba. Y no sé que diría. No sé que pensaba ahora.

— Siéndote sincero... Yo pensé que mi familia se daba lujos, me equivoque al ver a la tuya. ¿Está es la casa?

— Sí. Bienvenido a mi hogar desde hace muchísimos años, aquí crecí.

— Es grandísima. ¿Y nada más vivían 4 personas? – Parecía un niño al ver un helado.

— Sí, ahora solo dos. Bueno, no lo sé. No sé si seguiré viviendo aquí. – Confesé – No he decidido aún.

— Se nota que tú papá se ha esforzado mucho en su trabajo, Gabrielle. Nada más con ver la casa, se nota que es un gran hombre y lucha por lo que quiere.

Tal vez tenía razón. Papá siempre se había esforzado en su trabajo, desde muy pequeño. Nunca tuvo el dinero que tiene ahora, y sé que disfruta sus lujos. Aunque solo deseo que esos lujos no afectarán tanto a la familia.

• Atada a las sabanas de mi jefe • FINALIZADA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora