CAPÍTULO 18

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Erick

— ¿Que tanto daño le hiciste, Erick Alonso? ¿Por qué Gabrielle no trabajará más en la empresa?

— Papá... Es complicado.

— No, no es complicado nada. ¿No podías mantener tus manos alejadas de Barbara si es que pretendías algo con Gabrielle? Sabes muy bien que en mi empresa no se aceptan esas relaciones entre trabajadores, pero esa muchacha cada vez que te veía le brillaban los ojos.

Primera vez que veía a mi padre así de molesto conmigo. Realmente si que la valora. Mamá no dijo nada al respecto, simplemente me llamo poco hombre al saber lo que había sucedido, y obviamente, mis hermanos estaban del lado de Gabrielle, todos tenían sus razones para apoyarla a ella.

— ¿Por que lo hiciste hijo? Tal vez y hubieras podido tener una relación seria con esa muchacha. Y mira lo que hiciste. ¿Por qué sigues con Barbara? ¿No fue suficiente lo que nos hizo a todos?

— Barbara me busco papá, no yo a ella.

— Pues fuiste tremendo estúpido. – Dijo Rossie detrás de mi – Gabrielle es muy tierna y por tu culpa, no la veré más.

Mi hermana había formado un lazo con Gabrielle muy grande, a veces salían juntas y en más de una ocasión Rossie la llamaba para sus consejos de chicos que ella sabe que no estoy de acuerdo. Y mis hermanos, la adoraban, veían en ella la hermana mayor que les hubiera gustado tener para hacerle bromas y así. Todos en mi familia la querían. Y yo como un estúpido «Rossie tiene razón» la había dejado ir. Todos me lo reprochaban de cierta manera y realmente, no los culpaba. Podían hacerlo día y noche, porque es así. Me comporté mal con ella y está vez, ella no planeaba ni hablar conmigo así fuera una última vez.

Gabrielle

Estaba adaptándome otra vez a la vida de Rusia. Extrañaba levantarme cada mañana malhumorada e ir a trabajar. Aquí no hago nada, solo cuidar a mi sobrino que tiene las mil y una manera para sacarme una sonrisa. Todos estaban trabajando y yo abollada en casa. Extrañaba a Antonella, Louis, Pablo... E incluso, lo extraño a el. Me hace una falta gigante. Una semana sin verlo, es mucho para mí. Mi teléfono sonó varias veces y era Vanessa.

«Arréglate, te espero en el hotel St. Regis. Almuerzo de hermanas, te amo. Anton cuidara de Alek»

Qué raro, seguro ya había dejado el hospital. Luego de ducharme y arreglarme el desastre de cabello que tenía, me maquille decente y luego me vestí. Mi familia y yo amábamos comer en ese hotel, e incluso, allí fue la fiesta de boda de mi hermana.

Antes de salir, mi cuñado había llegado para encargarse de mi adorable Alek

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Antes de salir, mi cuñado había llegado para encargarse de mi adorable Alek. Busque mi cartera y salí hacia el hotel, quedaba cerca. Por suerte, nuestra casa estaba centrada por lo que eran pocas las cosas que nos quedaban lejos.
Al llegar, deje mi auto con el Valet y luego camine hasta el restaurante. No veía a Vanessa por ningún lugar.

— ¿Nena, donde estás?

— Pasa a la parte de las mesas privadas, tras las puertas de vidrio.

Me pareció extraño que se sentara ahí, normalmente vamos es cuando hay una fiesta o algo así. Cuando entre, jamás espere lo que vi. Erick estaba de pie junto a la mesa, cargando unas flores, tenía su típico traje pero tenía la barba larga y una cara de cansado, que tenía tiempo sin ver. Los nervios aparecieron una vez más en mi. No podía creer que había venido hasta Rusia por mi. Esto era nada más miradas, ninguno de los dos decía algo. Cerré la puerta y me acerqué más a el. Su olor, su típico olor. Jabón de baño y perfume... Ambos se mezclaban y lograban algo en mi, que sentía que no podía con mi vida. Lo extrañe. Y ahora lo tenía tan cerca de mi. El dejo las flores en la mesa y con un solo paso que dio, llego hasta mi. Me abrazo, pegando mi cabeza a su pecho, dándome besos, en la cabeza.

— Nena, te he extrañado tanto. – Susurró.

— ¿Por que lo hiciste? – Enseguida mis ojos se llenaron de lágrimas.

— No llores, Gabrielle no. Hay una explicación.

— No sé si quiero escucharla... – Baje la cabeza.

— Por favor... Te extraño, quiero que regreses a Miami conmigo.

Sus palabras dieron justo en mi corazón. Sentí que por eso que había dicho, todo en mi se había revuelto. En sus ojos se veía que se sentía mal, me demostraba unas cosas que jamás espere de el. Unió más nuestros cuerpos en un abrazo y sentía que esto es todo para mí. Lo extrañe. Más no sé si estoy dispuesta a perdonarlo. No sé si volveré con el. Mi mente decía una cosa y mi corazón otra. Ambas en una guerra para ver quién tenía la razón y yo no sabía a cuál escuchar.

• Atada a las sabanas de mi jefe • FINALIZADA!Where stories live. Discover now