¿Que sucede, Gabrielle?

Por el evento de hoy, no hay habitaciones disponibles, no las que reserve. Nada más hay una presidencial y una sencilla. ¿Buscamos otro hotel?

No es recomendable salir con esta tormenta. Tomaré las dos habitaciones, a mi nombre, Erick Thorne. – Hablo en alemán también y le pasó su tarjeta Visa.

Stop. ¿Erick habla alemán? Me quede sin habla. No salía de mi asombro. Pensé que nada más hablaba inglés. Y más al saber que me había dicho que en Alemania sería yo quien hablaría porque el no sabía otro idioma.

¿No es que no hablas alemán? – Alce la ceja.

Tal vez te mentí. Hablo alemán e italiano.

— Gracioso el señor. ¿Como dormiremos? ¿Yo en una habitación, tú y Hunter juntos?

El comenzó a reír como si le hubiera dicho el chiste más gracioso. Estúpido. La chica de la recepción nos miraba extraño.

— No, Gabrielle. Dormiremos tú y yo en una habitación, y Hunter en la sencilla.

Nos entregaron las llaves y enseguida subimos, eran en el último piso. Hunter se encargó de meter nuestras maletas y luego se retiró a su habitación que era cercana a la de nosotros. Sin duda, esto es un lujazo. Se podía ver muy bien Múnich desde la habitación. La cama quedaba justo al lado del gran ventanal, y no había puerta alguna para el baño. Estaba al lado de la cama. ¿Como me ducharía con Erick aquí? Jesucristo. ¿Que hice al aceptar? Vi que saco de su maleta su traje y lo colgó en el closet, junto a otra ropa que seguro es la que usaría en las reuniones aquí. Hablando de eso...

— Erick... Se que es mucha molestia, pero no tengo vestido alguno para hoy. ¿Podría ir a un centro comercial a comprar uno?

— Luego del almuerzo, iremos. – Dijo autoritario – Comeremos algo en el restaurante del hotel.

Bajamos y obviamente, Hunter detrás de nosotros. Nos sentamos los dos a comer y su guardaespaldas dos mesas más allá. ¿Acaso eso no es incomodo? Erick pidió comida por ambos, qué raro el. Si no ejercía su papel autoritario, no era Erick Thorne sinceramente.

Después de que almorzáramos, nos dirigimos a un centro comercial cercano al hotel y comenzamos a recorrer tiendas. Nada me gustaba, hoy estaba indecisa. Luego de ver que la paciencia de Erick se agotaba, entre a una tienda que se veía costosa y Erick me saco un vestido negro con abertura en la espalda. No me quedó de otra que probármelo. Y luego de mil peleas, el pago el vestido. Como regalo. Y si, que lo pagará el. Si costaba 1500 euros.

~

A la hora de ambos bañarnos y vestirnos fue incomodo, no teníamos como hacerlo. Si no había puerta alguna para separar el baño de la habitación. A la final, el se salió cuando yo me duche pero no me dejo salirme cuando el se duchó. De igual manera, no vi nada. Me maquille y alise mi cabello. Y después me coloqué el vestido negro que llegaba más abajo de las rodillas y unos tacones que había comprado en el mall también. Erick ya estaba vestido con el traje negro y camisa blanca, sin corbata. Sería en un yate y al aire libre, no quería colocarse corbata.

— No te había visto ese tatuaje... Ni cuando estábamos en Madrid ni hoy cuando me enseñaste el vestido en la tienda. 

— No es el único que tengo.

Le enseñé el del cuello y el de mi muñeca. Que extraño que nunca se había dado cuenta. Los asimilo tranquilamente y no dijo nada. Paso los dedos por el tatuaje de la espalda y su rostro no expresaba nada. Que extraño es. No dijo más nada y agarro camino fuera de la habitación.

Llegamos al puerto y había un montón de gente. Muchísima gente. Y paparazzis. Oh mierda. Todas las mujeres con joyas excesivamente grandes, tacones costosos en los que no sabían caminar y maquillajes excesivos. Todos saludándose como si fueran amigos y a la final, todo es un vil interés. Por esta misma razón, me aleje de Rusia. Y de la vida que mis padres querían que lleváramos. Siempre han sido muy correctos y han hecho todo como mis abuelos han querido. Típicos viejos rusos.

Al entrar al yate, enseguida nos ofrecieron copa de champán. Y habían otros meseros dando comida. Erick saludaba a una que otra persona en alemán, y yo ajena a todo. Pero aún así, Erick seguía con su agarre, su mano en mi cintura. Como si yo fuera su novia. Que incomodo.

— ¡Eeeeeerick! – Se le acercó una señora de edad – Mi niño bello. Ya te extraño. ¿Y donde están Julietta y Riccardo? ¿Viniste solo? ¿Quién es ella?

— Abuela... – Mencionó – Mamá y papá se han quedado en Miami, como sabes, ahora estoy yo al mando de la empresa y doy la cara en eventos como este. Ella es Gabrielle Sokolov, mi asistente.

Quisieras tú que nada más fuera tu asistente. – Dijo en español y admito que me reí, con un poco de vergüenza también. Pero Erick no entendió – Un placer conocerte, Gaby. Espero no te moleste que te llame así, soy la abuela de este cabezón. Llámame Patty, no me gusta que me digan Patricia.

— Un placer conocerla, y discúlpeme, pero llamarla así iría contra mis principios. ¿Usted es Thorne?

— Si, realmente es mi esposo el que es Thorne pero yo tome prestado el apellido. – Ambas reímos.

A los minutos, un señor como ella vino y saludo a Erick de la misma manera en que la señora lo hizo y se presentó conmigo. Todo un caballero. Y eran muy atractivos. Ya veo de dónde saco la belleza mi jefe. Se notaba que querían hablar en privado y me hice la loca, como si estuviera viendo el mar. Pero aún así escuchaba.

— Te conozco, Erick... Tienes la misma mirada que tenias con... – La interrumpió.

— Ni se te ocurra decirlo, abuela.

— Mi niño, ya es hora de que te des otra oportunidad en el amor.... ¿No crees?

— Abuela... No quiero equivocarme una vez más. – Susurró y luego no pude escuchar más.

A los minutos, Erick me jalo por la cintura y me puso a su lado, mientras que sus abuelos nos presentaban gente, y su abuela se encargó de presentarme como la novia de Erick Thorne. Y aunque el no dijo nada para corregir eso, para mí si resultaba incómodo. Aún tenía en la cabeza la conversación con su abuela. Y admito que me sentí un poco mal con lo que escuche. Si el se llega a enamorar de mi, todo sería un desastre. Aunque no lo creo posible. Al rato, los abuelos comenzaron a hacerme un interrogatorio mientras que Erick hablaba con un posible socio. Y aún así, no soltaba mi mano. Parecíamos novios. Y me sentía bien con esto.

• Atada a las sabanas de mi jefe • FINALIZADA!Where stories live. Discover now