Ambas nos bañamos, nos maquillamos y nos arreglamos el cabello. Y aún no sabía que ponerme. Que desastre. Antonella entro a mi habitación aún con su albornoz y se sentó en la cama viéndome fijamente.

— No te prestaré ropa, Antonella.

— No es eso... Es que... ¿Te gusta tu jefe? – Soltó sin escrúpulos – Tengo la duda.

— Antonellaaaaaaa. ¿Estás loca? Claro que no. Si es guapo y tiene lo suyo, pero no me gusta.

— Yo creo que tú a el, si. – Me sonrió alzando la ceja.

— Y yo creo que estás loca, nena.

Siguió hablando del tema pero la ignore. Mi jefe no estaba enamorado de mi, es ilógico. Es frío, cortante y definitivamente así jamás tendría una relación. Pero en definitiva, yo no sabía nada de mi jefe.

A la final, opte por un vestido gris ajustado, no era revelador pero me gustaba la figura que me hacía. No como Antonella que si no enseña su cuerpazo no es ella. Que amiga para loca tengo yo. Ciertamente, Antonella es la típica estadounidense millonaria que tiene todo de moda y de diferentes marcas, a la cual su papá le daba hasta lo imposible. Y aún así, terminaba usando mi ropa. Ella es la única que sabe la verdad sobre mi.

A las 10, vestidas y entaconadas salimos a la disco

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A las 10, vestidas y entaconadas salimos a la disco. Primero cenaríamos y luego comenzaría lo bueno. ¡Bailar toda la noche! Como extrañaba salir de fiesta con mi mejor amiga. El trabajo me tenía loca. Y esta es mi manera de desahogarme.

Cenamos sushi y unas copitas de vino, hasta que a las 12 comenzó la disco, retiraron las mesas y comenzaron a dar tragos. ¡Por fin! Antonella ya tenía tres pretendientes y yo viéndola desde atrás. Que loca mi mejor amiga. La parte de arriba de la disco no me gustaba tanto y aunque no sabía cómo, logre decirle a Antonella que bajaría.

Erick

Luz para mis ojos ver a Gabrielle bajando por las escaleras de aquella disco. Que preciosa estaba. Su vestido estaba un poco arriba y eso no me gustaba. En su mano tenía un vaso de alguna bebida alcohólica e iba tarareando la canción que sonaba, al mismo tiempo movía sus caderas. Se ve despampanante y un poco achispada, creo que ya tenía más de un trago encima. Vi como entro en la multitud y comenzó a bailar. Pedí una bebida y me quede viéndola a lo lejos desde el bar... Es jodidamente hermosa. Y más de una vez me hizo soñar con ella y amanecer con una erección nada normal. Creo que debería de acercarme.

— Señorita Sokolov. Interesante encontrarla aquí. – Se sobresalto al escucharme.

— Señor.... Thorne... Igualmente. – Se escuchaba nerviosa.

— ¿Baila conmigo? – Pregunté sin temor a nada.

— Sí...

Dejó su vaso en una mesa cercana y comenzó a bailar conmigo, contoneaba sus caderas, se dejaba llevar por la música y también la cantaba. Mierda, está chica si que sabía moverse. Debía de admitir que baila jodidamente bien. Creo que la rusa está hasta mejor que las americanas. Y aún no hemos ni follado. ¿Como será en la cama? Ni me la imagino.

A eso de 2 am, ya estaba cansado de bailar y Gabrielle estaba un poco pasada de tragos, así no podría irse a su casa. Y reconocí su camioneta al llegar.

— Vámonos Gabrielle. Estás borracha.

— Noooo. No puedo dejar a mi mejor amiga.

— Déjale las llaves de la camioneta y nos vamos.

Busco a su mejor amiga por toda la disco y le dejo las llaves, luego me agarró por la mano y casi sale corriendo de la disco. Un poquito chispa es la señorita cuando está tomada. La monte en mi auto y tome rumbo hacia su casa. Luego de dejarla, me iba a la mía. Estaba horriblemente cansado. El ir a verla en la discoteca no sé que significó, quería tenerla cerca y bailar con ella, creo que fue un paso. Si es que se acuerda al otro día.

Al llegar a la residencia donde queda su casa, la ayude a bajar en el frente. Si que tenía una casa linda, sencilla pero linda. O es que yo soy más de lujos. No entiendo. Pero así es ella. Y así tenía algo que me encantaba. No sé cómo pudo sacar las llaves de su mini bolso y abrió la puerta. Jalándome de la mano para entrar.

— Señorita Sokolov. Vaya a dormir, está muy borracha.

— Quédese conmigo, jefe.

Mierda, la manera en la que me decía jefe provocaba una excitación en mi. Pero gigante. Provocaba meterla en el cuarto y no sacarla más de allí.

— Estás borracha, Gabrielle. Ve a la cama.

— ¿Y no vas conmigo? – Pregunto.

— Me gustaría – Susurre.

Como pude, la lleve a la cama y la desvestí para que durmiera más cómoda. Mierda, que cuerpazo se gasta. Y si que utiliza buena ropa interior. ¿Acaso hoy planeaba conquistar a alguien? La simple idea me provocó una rabia en todo el cuerpo. No me la imaginaba con otro hombre en la cama.... Ya no sé ni que mierda hablo. Creo que me estoy volviendo loco. Me quede a su lado hasta que se durmió profundamente. No soy hombre de quedarse toda la noche ni de dormir con sus conquistas.

• Atada a las sabanas de mi jefe • FINALIZADA!Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz