#35 Mun?¡Help me!

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Abrí la puerta sigilosamente con la pistola en mis manos dispuesto a disparar a cualquier hijo de puta que pretenda ponerle las manos encima a Leila. Todavía los refuerzos no habían llegado hasta la última planta, que es donde nos han tenido a nosotros retenidos pero tienen que estar al llegar ya que se escuchan por el techo todas las pisadas. Me quedé camuflado detrás de la pared esperando el momento justo para poder salir pero entonces una bala paso a escasos centímetros de mi cuerpo y fue el momento exacto para salir de mi escondite. Había cuatro tipos al otro lado del pasillo, reconocí a dos de ellos ya que fueron los que estaban en el prostíbulo. Sin pensarlo dos veces apreté el gatillo de la pistola haciendo que una de las balas perforara en la pierna derecha de uno de los tipos que cayó al suelo mientras se retorcía de dolor. Los tres restantes intentaron ayudarle pero yo volví a disparar con la mala suerte de que bala no dio a ninguno, pero basto para que esos hijos de puta salieran corriendo. Cuando llegué a su altura volví a disparar en su dirección y una bala rozó el hombro de uno de ellos pero sin llegar a perforarlo. Me puse a horcajadas sobre él y le propiné un puñetazo en el rostro y otro y otro mas hasta que me vi saciado del todo dejándolo inconsciente en el suelo.
"¡Para Aaron! ¿Qué te está pasando, tu no eres así!" "¡para Aaron, para!" Esa voz resonaba en mi cabeza una y otra vez atormentándome y cada vez era más y más clara. Mi madre, podría reconocer su dulce voz en cualquier lugar con los ojos vendados. Está decepcionada, lo sé, ese tono, ese maldito tono es el que ella utilizaba cuando me reñía por algo que había hecho mal. lo siento y la presión en el pecho se hacia cada vez más presente, junto a un fuerte dolor de cabeza. "¡No eres tu!", "¡No eres tu Aaron!" , ¡"para"! Y entonces la vi, allí parada con el vestido y el delantal de cocina que llevaba la noche en la que murió, andando por las sombras del pasillo caminando de espaldas a mi.
-¿Mamá? Mi voz salio desde lo mas profundo de mi garganta como si fuese un sollozo que lleva oculto en mi interior mucho tiempo. Ella... Está aquí... ¡No puede ser, me estoy volviendo loco! Parpadeé varias veces intentado que todo esto fuese fruto de mi imaginación, pero no, allí seguía ella, mirándome desde el final del pasillo esperando. Entonces me hizo un gesto con la mano para que la siguiera, la miré atónito y ella asintió con su cabeza para comenzar a caminar de nuevo. Entonces consciente o inconscientemente la seguí, era como si mis pies no tocaran el suelo y estuviese flotando en el aire. Giró a la izquierda para seguir caminando por otro pasillo mucho más oscuro, volvió a girarse para desaparecer pero antes de eso me señaló con su fina mano el final del pasillo y la palabra "protegela" salió de sus labios sin ningún tipo de sonido audible. Y entonces la realidad calló de golpe sobre mis hombros, como si toda la presión que sentía hace unos momentos se hubiese bajado. No me dio tiempo a reaccionar cuando mis piernas ya se encontraban corriendo hacia la dirección que mamá me había señalado, Leila, Leila está allí, eso me quería decir mamá. El pasillo se me hacia cada vez más angostoso y sentía como mis piernas iban cada vez más lentas. Corrí desesperadamente hasta que llegué al final del pasillo. Al principio no encontré ninguna habitación más, hasta que me di cuenta que el pasillo daba esquina con otra habitación que estaba muy bien camuflada y fue ahí donde comencé a escuchar gritos pidiendo auxilio y sollozos, es Leila, mi niña...
*narra Leila*
De la nada aparecieron un montón de coches de policía situados fuera de mi casa. La tila que tenía en mis manos temblaba junto a mi pulso, mi mirada iba de un lado a otro de la sala siguiendo los pasos del señor Nick que hablaba apresuradamente por teléfono mientras que los policías venían y salían de mi casa haciendo preguntas a mis padres, a mis amigos, a mi... Todo esto me parecía tan irracional. Lo he visto millones de veces en la televisión pero nunca me imaginaría que esto pudiera pasarme a mi.
-Señorita, necesitamos hacerle unas preguntas. Me dijo un policía. Asentí sin mirarle a los ojos, no quería romper a llorar ahora mismo. -Bien, ¿hace cuanto que su novio está desaparecido? Abrió una pequeña libreta.
-Hace dos meses. Respondí ajustando el cárdigan a mi cuerpo ya que el frío se colaba por mis huesos. Hace dos meses que mi vida se hundió y caí en este puto agujero del que no se salir yo sola.
-¿Esos mensajes hace cuánto han sido enviados a su dispositivo móvil? Volvió a preguntar con su voz robótica, como si esto lo huviese hecho miles de veces, me estremecí.
-Una semana más o menos. Respondí
-¿Tiene alguna sospecha de quien puede ser el que esté detrás de esos mensajes? Añadió mirándome directamente a los ojos. -Si, Dylan Cerny. Respondí mirando hacia el gran ventanal de la sala.
-Muy bien, iremos ahora mismo a su casa para hacerle un par de preguntas. Se levantó del sofá para tenderme su mano.
-Gracias. Asentí sintiendo que mis ojos se cristalizaban. Mi casa ahora mismo parecía el metro en hora punta así que me dirigí a la cocina que ahora mismo era el sitio mas tranquilo. Cerré la puerta detrás de mi mientras apoyaba mi cadera en la encimera volví a prepararme otra tila para calmar mis nervios, la verdad es que ya perdí la cuenta de las que llevo. Observé como una sombra acercarse a la cocina, Max, mi inconfundible Max, la alegría ya no residía en su sonrisa, está triste, como si su cuerpo ya no tuviese alma. En cuanto le vi cruzar el lumbrar de la puerta mis ojos se cristalizaron y ya no aguantaron mas el peso de mis lágrimas que cuando me quise dar cuenta estaban rodando por mis mejillas. Max se acercó a mi y susurró un "todo va a estar bien" para rodearme con sus cálidos brazos y poder llorar en su hombro.
-¡LEILA VEN! ¡LEILA! Ambos nos separamos sobresaltadamente para dirigirnos al salón.
Salimos de la cocina y mis ojos no daban crédito a lo que estaban viendo...

Continuará...

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Aquí está otro capítulo amores míos😘🙌. Comentar si os ha gustado y darle a me gusta👅👍.
Besos💋

Veinte besos y una estrofaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora