| T R E C E |

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🫧

El ambiente en la habitación era sofocante.

La luz de las lámparas temblaba, proyectando sombras inestables sobre las paredes de piedra. El olor a hierbas medicinales flotaba en el aire, mezclándose con el inconfundible aroma metálico de la sangre.

Jimin se mantuvo de pie al lado de la mesa, su mirada clavada en el cuerpo destrozado de Yoongi. No podía apartar los ojos.

El médico había hecho lo mejor que pudo, pero la fiebre había subido demasiado.

Yoongi comenzó a tiritar violentamente.

Su piel pálida se veía aún más débil bajo la tenue luz, su respiración era pesada y entrecortada. Cada estremecimiento sacudía su cuerpo herido, y Jimin sintió un nudo apretarse en su garganta.

—Esto no es bueno —murmuró el médico, secando el sudor de la frente de Yoongi con un paño húmedo—. Si la fiebre no baja, su cuerpo no resistirá.

Jimin apretó los puños.

No podía soportarlo.

No podía soportar verlo así.

No podía soportar que, después de todo lo que habían pasado, Yoongi pudiera morir de algo tan absurdo como una fiebre.

Pero lo peor de todo…

Era que él sabía que la fiebre no era el verdadero problema, sus heridas eran el problema, lo que él le hizo lo estaba matando.

Yoongi estaba cansado.

Estaba al borde del colapso.

Y si él decidía dejarse ir… nadie podría traerlo de vuelta.

El sonido de las puertas abriéndose bruscamente lo sacó de sus pensamientos.

Uno de los guardias ingresó en la habitación, con la mirada severa y los labios apretados.

—Majestad, si se me permite hablar libremente…

Jimin no respondió, pero el guardia continuó de todos modos.

—Debimos dejarlo morir.

El silencio que cayó sobre la habitación fue brutal.

El médico y sus asistentes se quedaron inmóviles.

El aire se volvió pesado.

Jimin no reaccionó de inmediato.

Solo giró su rostro lentamente hacia el guardia, su mirada oscureciéndose.

—¿Qué dijiste?

El soldado, confiado en que estaba en lo correcto, enderezó la espalda.

—Es un brujo, Majestad. Un traidor. Su sola existencia es un peligro. Lo hemos mantenido con vida sin razón, y ahora estamos desperdiciando recursos en él.

Jimin sintió un frío asesino recorrerle la columna.

—¿Crees que mis órdenes son desperdiciar recursos?

El guardia no pareció notar la amenaza en la voz del Rey.

—Creo que su Majestad está siendo demasiado blando con él.

Ese fue el momento en el que Jimin perdió la paciencia.

En un solo movimiento, sacó la daga de su cinturón y la lanzó.

• Shadow• JimsuWhere stories live. Discover now