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Los gritos resonaban en las paredes de piedra, rebotando en los pasillos oscuros de la mazmorra como un eco de agonía infinita. El hedor a sangre, humedad y muerte impregnaba el aire, sofocante y pesado. En el centro de la sala de tortura, un hombre yacía encadenado a un poste de madera, su cuerpo cubierto de heridas abiertas, marcas de látigos y quemaduras recientes.
Un brujo.
Yoongi estaba allí, de pie en la penumbra, con su expresión impasible mientras observaba la escena. Su corazón latía con fuerza en su pecho, pero su rostro permanecía sereno. No podía mostrar debilidad.
A su lado, el Rey Park Jimin lo observaba con los brazos cruzados, su postura dominante y sus ojos oscuros clavados en la miserable figura que se retorcía ante ellos.
—Confiesa —ordenó Jimin con voz fría.
El brujo levantó la cabeza lentamente, su respiración entrecortada. Su mirada desafiante se encontró con la de Jimin, y luego se desvió por un segundo hacia Yoongi. Un instante apenas, pero suficiente para que el consejero sintiera un escalofrío recorrerle la espalda.
—No tengo nada que confesar —espetó el prisionero, con la voz rasposa por el dolor.
Jimin suspiro, como si estuviera lidiando con un niño testarudo.
—Llevamos tres días con este juego —murmuró con tono cansado—. Pero si crees que no tengo más formas de hacerte hablar, te equivocas.
El torturador, un hombre corpulento con el rostro cubierto por una capucha, levantó un hierro al rojo vivo y lo acercó lentamente a la piel del brujo.
Yoongi sintió la náusea subir por su garganta. Sabía lo que venía.
Cuando el metal ardiente tocó la piel del prisionero, el grito desgarrador que salió de su boca hizo que incluso los guardias a su alrededor se estremecieran.
Pero Yoongi no podía moverse.
No podía hacer nada.
Jimin, sin inmutarse, esperaba que los gritos se calmaran.
—Dime dónde están los demás —exigió con voz baja, peligrosa.
El brujo levantó la cabeza, con la respiración entrecortada, los labios manchados de sangre. Y entonces irritante.
—Puedes matarme, Rey de Seúl. Pero la magia no morirá conmigo.
Jimin presionó la mandíbula y le hizo un gesto al torturador.
El hierro volvió a presionar la piel del prisionero, provocando otro alarido desgarrador.
Yoongi sintió la ira hervir en su interior, la impotencia ahogándolo como si él mismo estuviera siendo quemado. Quería gritar, quería detenerlo, quería conjurar un hechizo y volar ese lugar en mil pedazos.
Pero no podía.
Si lo hacía, su secreto se revelaría.
Jimin se giró hacia él, con el ceño fruncido.
— ¿Qué opinas, Yoongi? —preguntó, como si estuvieran discutiendo asuntos políticos y no torturando a un hombre.
Yoongi respiro hondo, ocultando su rabia bajo una máscara de indiferencia.
—Creo que no hablará.
Jimin lo miró fijamente, buscando algo en su expresión.
—¿Sugieres matarlo?
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• Shadow• Jimsu
FanfictionEn el corazón del Reino de Seúl, el trono pertenece a un hombre imponente, temido y respetado en igual medida: el Rey Park Jimin. Un gobernante severo, de corazón endurecido por las guerras y la traición, que ha convertido su reino en una de las nac...
