Yoongi no tuvo tiempo de responder antes de sentir los labios del Rey contra los suyos.
El beso fue profundo, demandante, con la urgencia de alguien que había esperado demasiado para reclamar lo que le pertenecía. Las manos de Jimin rodearon su cintura, atrayéndolo más cerca hasta que no quedó ni un solo espacio entre ellos.
Yoongi cerró los ojos y se dejó llevar.
Jimin besaba con la misma intensidad con la que gobernaba: con absoluta determinación. Sus labios recorrían los de Yoongi, tomándose su tiempo para explorarlo, para saborearlo. Para recordarle que, dentro de esos muros, él era suyo.
Pero la mente de Yoongi nunca descansaba.
No podía dejar de pensar en el hecho de que sus manos estaban manchadas con la misma sangre que intentaba proteger. No podía dejar de pensar en que el hombre que lo besaba con tanta devoción era el mismo que ordenaba la caza de los suyos.
Jimin notó su tensión.
—Sigues distraído —murmuró contra su boca, con un toque de molestia en su voz.
Yoongi parpadeó y lo miró.
—No lo estoy.
El Rey entrecerró los ojos, como si pudiera ver a través de la mentira.
—¿Es por la audiencia con Goryeo?
Era la excusa perfecta.
—En parte. No confío en ellos.
Jimin suspiró y deslizó una mano por su mejilla, en una caricia inesperadamente tierna.
—Por eso te tengo a ti. Siempre sabes qué hacer.
Yoongi tragó saliva.
"No siempre, Jimin."
"Si supieras la verdad, ¿seguirías confiando en mí?"
Jimin volvió a besarlo, más despacio esta vez, como si quisiera saborear cada momento antes de que la realidad los reclamara de nuevo.
Cuando se separó, apoyó su frente contra la de Yoongi y sonrió.
—Desearía poder quedarme aquí contigo todo el día.
Yoongi sintió su corazón apretarse.
—Pero eres el Rey.
Jimin dejó escapar un suspiro resignado.
—Y tú mi única debilidad.
Yoongi cerró los ojos por un instante, permitiéndose olvidar la verdad solo por unos segundos.
.
El tiempo dentro de la biblioteca parecía haberse detenido. El silencio envolvía a ambos como un hechizo invisible, como si el resto del mundo hubiera dejado de existir entre las estanterías llenas de pergaminos y libros antiguos. Jimin aún sostenía a Yoongi entre sus brazos, con los labios hinchados por los besos robados, con los ojos oscuros cargados de deseo y algo más profundo que rara vez mostraba ante el mundo.
Pero Yoongi, con su temple inquebrantable y su mirada siempre calculadora, fue el primero en romper la burbuja de intimidad.
—Debes ir a tus reuniones —susurró, con la voz tan suave como la brisa nocturna.
Jimin frunció los labios en una expresión infantil, una que contrastaba completamente con la imagen imponente que mostraba frente a sus súbditos. Solo Yoongi tenía el privilegio de verlo así, vulnerable, como un hombre y no como un monarca.
—Amor mío… —murmuró Jimin, apretando suavemente su cintura—. Quédate un poco más.
Yoongi sonrió ante su petición, un gesto pequeño pero genuino, un destello de calidez que solo Jimin podía arrancarle. Sin decir nada, se inclinó hacia él y rozó su nariz con la suya en un beso efímero, una caricia delicada que hizo que el Rey cerrara los ojos con un suspiro.
Jimin lo miró con una ternura absoluta.
—Te amo.
Las palabras flotaron en el aire como un secreto, como una promesa. Jimin no solía decirlo con tanta facilidad, pero cuando lo hacía, lo decía con una convicción devastadora. Como si cada sílaba fuera un juramento inquebrantable.
Yoongi sintió su corazón detenerse por un instante. ¿Cuántas veces más podría escuchar esas palabras antes de que todo se derrumbara?
Su sonrisa no se desvaneció, pero algo en su mirada se oscureció por un segundo.
—Lo sé —susurró.
Jimin chasqueó la lengua con suavidad.
—Siempre me respondes lo mismo.
—Porque lo sabes.
El Rey suspiró y acarició su mejilla con el pulgar, sosteniéndolo como si pudiera aferrarse a él para siempre.
—A veces me gustaría que lo dijeras.
Yoongi no respondió de inmediato. Decirlo sería demasiado cruel.
Porque el amor entre ellos no era un amor que pudiera durar. No cuando el hombre que lo amaba también era el hombre que mataba a su gente.
Pero Jimin no sabía.
Jimin nunca debía saber.
Así que en lugar de palabras, Yoongi lo besó nuevamente, profundo, entregado, dejando que sus labios hablaran en su lugar.
El Rey sonrió contra su boca, satisfecho.
—Bien —susurró—. Te dejaré ir… por ahora.
Yoongi le dedicó una última mirada antes de separarse de él y desaparecer entre los pasillos de la biblioteca.
Cuando la puerta se cerró tras él, Jimin dejó escapar un largo suspiro y apoyó la espalda contra una de las estanterías.
Aveces sentía que Yoongi le ocultaba algo, ero desechó el pensamiento casi de inmediato.
Porque Min Yoongi era la única persona en el mundo en la que confiaba completamente.
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• Shadow• Jimsu
FanfictionEn el corazón del Reino de Seúl, el trono pertenece a un hombre imponente, temido y respetado en igual medida: el Rey Park Jimin. Un gobernante severo, de corazón endurecido por las guerras y la traición, que ha convertido su reino en una de las nac...
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