33. Inminente

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Sábado, día de actualización, eso ya lo sabían, ¿no? Estoy aquí para anunciarles lo agradecida que estoy con los pocos gatos que llegaron hasta aquí. 

 Ya no falta nada, ¡eh! Yo y mi limonada, agridulce como tiene que ser. Me preparo para este capítulo y los otros pocos que vienen en adelante. 

Quiero leer vuestros comentarios, no saben lo feliz que me hacen. Han sido horas de insomnio y desvelo, pero valió la pena. Son mi motor y motivo para seguir escribiendo. 

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Capítulo (33)

INMINENTE




Se ha ido.

Con la persona equivocada.

La he llamado pero no me ha cogido.

No hemos sabido más de ella hace diez horas.

No nos hemos movido de aquí, ni hemos podido dormir en toda la noche. Elspeth ha recurrido a Wolfgang. Los he oído hablar, pero le he pedido que no lo haga, no hasta que se me ocurra algo mejor.

Por ahora, no quiero que él ni nadie intervengan.

Cuando se detiene a verme, la tristeza le agobia y las lágrimas no se han detenido.

—Debo verla —Sus ojos se cristalizan, sé cuánto le ha costado ver a su hija elegir al hombre que las ha separado. Tampoco entiendo porque tuvo que irse con él. Tal vez no quería que más gente saliera lastimada o, a lo mejor, fue producto de su confusión.

—Deja que yo lo haga.

Las palabras brotan de mi boca. De todos modos, no me he podido quedar tranquilo. Me hace falta su presencia. Sus ojos bonitos se anegaron de lágrimas, los he visto, pero al mismo tiempo la sentí peligrosa como un huracán. Quería dejarlo explotar.

—Rhys, no sabes en los problemas que te vas a meter.

La mujer que me vio crecer no me lo permite. No le gusta para nada la decisión que acabo de tomar, sabe que al hacerlo podría irme peor, pero yo estoy dispuesto a lo que sea y no le temo ni de lo que es capaz.

Quiero ser parte de esto. La llevo conmigo y, como tal, necesito sacarla de ahí, como lo he conseguido hace unos días. Es cuestión de estrategia, valor, enfoque y dedicación. Solo hay un momento para descubrir hacia donde voy. El fuego nos recorre por dentro. Nos martiriza y nos hace ángeles del infierno que arde en llamas.

—Descuida, sé cómo funciona esto.

—Tú mismo lo viste. Tu propio padre estaba dispuesto a matarte y, si te ve, lo hará.

Eso es verdad, nunca le he importado, pero eso ya lo sabía. La sal entra en la herida. Induce la ira y las ganas de hundirlo.

Saco mi teléfono y miro la hora que es. Ya voy demasiado tarde, aunque eso hace que la tarea sea menos difícil y el rumbo que tomo me unge. Me dejo llevar por la extraña sensación del momento y procuro ser mucho más hábil que antes.

—Eso no va a pasar.

Tomo la chaqueta que me lo he dejado en el auto y la luz me llega en la cara.

Rhys Mitchell: El sabor del recuerdo [II] +21 ✅Where stories live. Discover now