21. Minerva

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- ¿Y como te sientes? – preguntó la psicóloga Amaia, creo que se llama –
- Horrorizada – susurré – me da miedo estar sola, estar fuera de casa y hasta dentro de casa… Estar en Barcelona – finalicé alzando la mirada y la castaña anotaba algo en una agenda –
- ¿Quieres irte de acá? – me quedé pensando, obvio me iría pero ¿quiero irme ahora?
- Ahora no, quiero a alguien – susurré y la miré – pero sé que al finalizar las clases me iré – dije sonriendo de lado –
- ¿Por qué? – preguntó curiosa y suspiré suavemente –
- Porque quiero estudiar afuera, quizá en Estados Unidos – dije convencida y la castaña asentía –

Sonó la alarma y finalizó la hora, llevaba ya dos sesiones, es decir, dos semanas en el psicólogo, es buena tía y muy guapa, aparte que no me mira con lástima, ni juzgándome por no decir la verdad y se lo agradezco, aunque sé que es su trabajo claro, me despedí y quedamos en que la secretaria me llamaría para concretar una próxima cita, afuera me esperaban los Blake quiénes se levantaron y me sonrieron.

- ¿Cómo te sientes? – preguntó Gin y asentí –
- Hablar con Amaia me ayuda mucho – susurré y oí un suspiro –
- ¿Y con nosotros no? – miré a Pablo quien llevaba una mirada triste y me detuve frente a él. Lo abracé –
- Sin ustedes mínimo ya me hubiese suicidado – Pablo se reía suavemente y me alejé para verlo, era tan guapo –
- Sin nosotros, tu vida fuera mejor – susurró Gin y volteamos a verla – ¿Qué? Por mi culpa tenéis un trauma de mierda – dijo furiosa y salió del consultorio primero –
- Déjala, lleva culpándose desde que pasó todo, no le prestéis atención – Pablo pasó su brazo por mis hombros y me guió hasta el coche – ¿Entonces mejor? – asentí y llegamos al coche –

Fuimos hablando mientras me llevaban a la casa, hace dos días volví a clase y hoy ya había pedido permiso para ir al psicólogo, que bueno que siempre he sido la primera de la clase y los profesores entienden que mi situación ahorita no es fácil, así que el director me da flexibilidad hasta que vuelva a adaptarme, o mi psicóloga diga que estoy lista para estar entre la sociedad.

Hay momentos en que sólo quiero estar encerrada en mi cuarto y mi madre le pide a todos no molestarme, otras que la lluvia me calma los demonios, los miedos, las angustias, otros donde sólo quiero estar abrazada de mi madre y otros días donde estar sola es una maldita tortura así que agradezco que los chicos me rodeen, aunque mi mejor momento es cuando Alessa me acompaña en el día.

- ¡Hey! – entró como perro por su casa mi mejor amiga – ¿cómo te fue? – asentí sentándome en la cama –
- Mejor, la psicóloga me sienta bien – Andreina se acostó a mi lado y me veía atentamente –
- y... ¿el resto que tal? – la mire y fruncí el ceño – Vi que al volver a clase, hablabas más con Daniel, menos con Ana Sofía y estabas totalmente alejada de la Miss Veitia – miré al ventanal y me perdí en las gotas que empezaban a caer –
- Daniel es un buen colega, Ana Sofía me tiene harta con sus insistencia, no quiero nada con nadie
- Al menos con ella no – susurró Andreina y negué –
- Con nadie enana y en cuanto a Isabelle, nada, hace unas noches la escuché diciéndole a mi madre que Josué le pidió una oportunidad – me perdí en el balcón y mi mejor amiga suspiró –
- ¿Pero? – volteé a verla – ella te quiere – suspiró y sonreí –
- No lo es todo flaca, ella tiene una familia, una carrera, es mayor que yo y yo apenas tengo un trauma del cual debo salir y aparte esta bien, así debe ser, yo la conocí así y – me quedé pensando – no siempre estaré aquí – dije en un susurro y la mano de Andreina entrelazo la mía –
- No estaremos tía – susurró y sonreí con aquello –

Pase la tarde con mi castaña favorita, hablamos de todo, me dijo que estaba tan feliz con Luis Told y sonreí feliz por ella, aunque pensaba en Paco y no la llevaba fácil, tampoco es que el muy tonto hace algo. Pasamos una bonita tarde, a eso de las 7 de la tarde escuchamos risas llegando y eran Fernando, mi madre e Isabelle, Alessa corrió hacía mí y agradecí que ya no tenía costillas partidas, ni moretones, ni nada que me doliese.

Me fui con Andreina y Alessa, pasamos el rato jugando hasta que los padres de la castaña llegaron por ella, al rato John me escribió, vendría a casa y acepté feliz, pasamos un rato con él hasta que Alessa se durmió en mis brazos y se la llevé a su mamá, creo que ese es el máximo contacto que hemos tenido ella y yo en días.

- ¿Todo bien con Isa? – definitivamente odiaba ese apelativo –
- Normal, es mi profesora, mi vecina, amiga de mi madre y madre de la pequeña Lessa – dije y alcé los hombros en señal de restarle importancia –
- Ella se ve que siente algo por ti – susurró John y suspiré suavemente –
- No lo es todo John, ella sigue siendo una mujer casada – dije mirando a la nada y la puerta de mi casa nos hizo callar –

Fernando e Isabelle salieron de casa, ella cargaba a Lessa y él se subió a su coche, mi madre los despidió y yo me quedé en silencio, mientras John si se despedía cordialmente. Mi madre entró a casa y a ella la vi caminar hasta llegar a su casa y entrar, ¿qué la amo? Muchísimo y me duele tanto.

- Oí que estaban buscando a Irina – susurré luego de unos minutos en silencio y John agarró mi mano –
- Ojalá agarren a esa tía y le den por el culo – me reí y asentí –
- Es mejor eso, a que la encuentre Gin – susurré –
- O Isabelle – finalizó John y asentí –


Días después…

- Lanys – dijo mi madre y volteé a verla – ¿vienes conmigo al mercado? – preguntó y asentí –

Me puse una chamarra con capucha y bajé, ya mi madre estaba en el coche, así que agarré una manzana y salí, cerré la puerta y caminé hasta el coche, cuando alcé la mirada estaba Josué abrazando a Isabelle y algo dentro de mí se rompió.

- ¡Vamos! – susurré al subirme al puesto de copiloto bajo la atenta mirada de Paulette y luego oí el motor del coche –
- Hija – susurró mi madre y la detuve –
- Creo que quiero buscar una beca en Estados Unidos – dije mirando por la ventana, el día soleado de Barcelona –
- Creo que me gusta la idea – dijo y entrelazo nuestras manos –
- Quiero olvidarme de lo que viví y estando aquí no lo haré – mi madre asintió cuando la miré y sonrió conforme –

Llegamos al mercado y fui por un carrito, según mi madre haría una cena especial con sólo papá, ella y yo, me gustaba la idea pero no la entendía, hace años no hacíamos una cena así, no le pregunté y sólo me permití mirar mientras ella metía cosas al carrito. Sin darme cuenta tropecé con alguien y se le cayó lo que llevaba en mano, la ayudé y al levantarnos me quedé embobada, es preciosa, tiene unos ojos grises hermosos, cabello rojizo, un lunar bajo del labio inferior y una sonrisa perfectamente preciosa.

- ¡Disculpa! – susurré y ella negó –
- Discúlpame tú a mí, no te pillé – dijo con una tierna voz y luego una sonrisa tierna, sonreí –
- ¡Alanys! – estrechamos nuestras manos y sonreímos –
- Lindo nombre, yo me llamo Minerva – alejamos nuestras manos y nos quedamos mirándonos unos segundos –
- ¿Hija todo bien? – preguntó mi madre y asentí –
- Hasta luego Alanys, hasta luego señora – dijo Minerva y la vi partir –
- Hasta luego Minerva – susurré y mamá sólo me miraba –

Seguimos comprando y luego pagamos para irnos a casa, efectivamente mi madre hizo una cena muy especial, mis padres hablaban de mi cumpleaños y yo sólo pensaba en aquellos ojos grises ¿Quién era esa mujer? Sólo ruego que no termine siendo mi maldita profesora, ya empieza a ser una maña, una mala maña seguramente.

A eso de las 10 de la noche papá se fue y yo subí para echarme un baño y ponerme la pijama, me acosté, por cosas de la vida o quizá mis medicamentos, me quedé profundamente dormida en seguida, lo agradecí y lo mejor es que llevaba una semana sin tener aquellas malditas pesadillas.

Mi vecina de al frente Where stories live. Discover now