Capítulo 36

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Iván

Me encuentro de pie, todo el mundo a mi alrededor mantiene un silencio. Nadie se mueve, nadie dice nada.

Mi mirada se dirige hacía la hoja de papel que se encuentra anclada a la pared de la habitación con un chuchillo. Este tiene el mango con gotas de sangre.

Comienzo a leer cada palabra y frase que se incluyen.

Una vez que termino guardo la hoja en mi bolsillo y alzo la vista en frente.

Todo el mundo observa mis movimientos a la espera de mis órdenes.

—Que habéis encontrado en el laboratorio. — pregunto mirando a los tres fijamente.

—Nada— dice Sofía sin dejar de sostenerme la mirada.

—Repite eso.

Según lanzo esa palabra de mi boca, todo el mundo se gira a mirarla. Porque dada la situación en la que estamos todos saben que voy a descargar mi furia en ellos. Pero ninguno se atreve a dar la cara, excepto ella.

—Como le dijimos, no establecimos contacto con usted, y decidimos entrar para ir a buscarles.

—Estáis sordos— la digo interrumpiéndola, y mirando a los tres— que parte de que nadie avanza, nadie se mueve de su posición salvo que de yo la orden no habéis entendido.

—Con todos mis respetos general— intenta hablar Akila, pero la corto antes de que pueda avanzar.

—Me da igual. Aquí arriba teníamos la situación controlada, una orden es una orden. Y veo que ninguno de mis tres tenientes es capaz de hacer caso a su superior.

—Ellos dos no tienen la culpa general, toda responsabilidad cae sobre mi persona. Yo fui la que subí primero e ignoré sus órdenes. — contesta Sofía.

—Dado que no puede cumplir unas órdenes. Habrá que enseñarla disciplina. No perderé tiempo en usted, por ahora. Informe del laboratorio García.

—Puede usted verlo por si mismo— frunzo el ceño cuando me contesta eso.

Ella comienza a andar, y sigo sus pasos hasta una puerta que se encuentra en uno de los laterales de la habitación. Antes de seguirla mando a mis soldados a estudiar el resto del perímetro y comprobar la identidad de los caídos.

Una vez dicho eso, bajo después de Sofía, bajamos las escaleras sin decir nada, solo se escucha nuestras respiraciones.

Descendemos unas cuantas escaleras más, hasta llegar a una puerta, ella la abre y da paso a una habitación totalmente iluminada.

Me paro al entrar, y no puedo evitar sentir sorpresa.

—Esto que coño es.

—El laboratorio— señala una compuerta en el suelo— desde ahí entramos. Esto es lo que se suponía que era el laboratorio con droga.

No puede ser, toda esta puta semana trabajando sin parar, montando un plan para acabar con la droga y ni si quiera tengo eso.

Entre con las manos vacías, y salgo igual. Miento, salgo aún más jodido que hace unos duros minutos.

—Que decía en la nota— me pregunta.

—Nada de tu incumbencia. Tu y yo tenemos que hablar seriamente. No tienes la autoridad para tomar decisiones.

—Y que coño quieres que haga. Que me quede quita en una puta cloaca, sin poder establecer comunicación contigo. Joder podrían haberos matado a todos, y tienes los huevos de exigirme de quedarme quita. Perdona que te diga, pero ese tipo de planes no va conmigo.

InfiltradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora