Capítulo 10

2.3K 187 6
                                    

Me encuentro en el suelo, mis labios están mojados de sangre. Mierda ha habido una explosión, seguramente me haya hecho una brecha en la cabeza y tenga alguna que otra herida. 

Pero hay que salir de aquí, me levanto buscando mi arma y empiezo a disparar hacia abajo, no se que esta pasando ,supongo que Iván y Matias se estarán ocupando de los rehenes.

No dejo de disparar y escucho otras balas que no son las mías que van hacía la dirección de mis objetivos. Soy capaz de reconocer ese aroma que hace que me tiemblen las piernas. Las balas dejan de venir hacia nosotros y empezamos a movernos hacia arriba los dos juntos.

Subimos en la misma sintonía, nuestros cuerpos actúan igual.

Conseguimos llegar a la puerta de la azotea, abriéndola y cerrándola rápido.

—Todo el mundo fuera de la puerta— grito.

La mitad de los rehenes son evacuados por helicópteros militares que están viniendo.

Intentamos poner en la puerta cualquier objeto que encontramos para ganar tiempo.

—¿Cuántas municiones te quedan? —Me pregunta Iván.

—Estoy usando mi último cargador.

—Mierda yo también.

Los disparos desde la puerta aumentan.

—No hay más helicópteros—mierda— tenemos que saltar por las azoteas.

—Eso es un plan horrible, seremos un blanco fácil ,no hay nada donde cubrirnos.

Los objetos que cubrían la puerta se caen y la puerta también, han usado una granada. Ellos tienen toda la munición del mundo, nosotros no.

—No hay tiempo, es una puta orden teniente— empezamos a correr hacia el otro edificio.

Empiezo a correr más rápido, necesito tener el impulso suficiente para acabar en la siguiente azotea y no en el suelo. Cada vez nos acercamos a la azotea.

—¡Salta! — me grita el coronel.

Salto cayendo de lado en el edifico sin parar de girar. Me arde la pierna y el brazo con el caído, debo de tener un raspón bonito. Disparamos con la munición restante mientras corremos hacia la puerta de la azotea. 

Entramos corriendo y nos quedamos parados, a escasos centímetros, nuestra respiración no cesa. Tiene una pequeña brecha en la cabeza haciendo que todo ese lateral este manchado de sangre. 

Se empieza a morder el labio inferior, como si se estuviese conteniendo de algo. Mis ojos van de su boca a ese color verdoso que tanto me gusta. Nos quedamos un buen tiempo estudiándonos.

—Tenemos que irnos General— asiente y prendemos la marcha para salir a la calle.

Una vez que salimos del edificio, veo que toda la calle esta cortada y que un equipo de militares se prepara para atrapar a Francesco Rossi. Alonzo se acerca a nuestra posición.

—General todo listo para entrar.

—Teniente James, permiso concedido quiero a ese cabrón en las celdas en 2 horas—asiente y se va.

—Teniente García, vaya a descansar si se la necesita, lo sabrá.

—General, tengo que comunicarle algo— me pone el dedo en la boca, mandándome callar.

—Teniente no tengo tiempo para sus gilipolleces, retírese. Hay personas que no ganan su puesto de trabajo follando.

Según dice eso se va, con su traje destrozado por la explosión y la caída en la azotea. A mí nadie me hace ese gesto, ya pagará por todas las mierdas que me hace.

InfiltradaWhere stories live. Discover now