Capítulo 22

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Iván

En el momento en que me di cuenta lo que había pasado, quería salir de ahí. Siempre supe que tenía problemas de ira, pero lo que hice, es imperdonable.

Si una chica me ataca, nunca dudaré y atacaré. Pero pegar a una mujer sin ningún motivo no forma parte de mi vocabulario. Esa era la única norma que tenía sobre las peleas. Y la he incumplido.

No puedo dejar de mirarla y ver lo que la he causado, la di con tanta fuerza que tiene el labio y la ceja partida, y la nariz no la tiene rota de milagro.

Una vez que llegamos a mi destino, llamo a la puerta y entro. Todo el mundo se queda mirándome, pero me muevo a un lado para que Sofía también entre. Nadie dice nada, todo el mundo se encuentra como una estatua seguramente por nuestro aspecto.

Un médico se acerca y nos indica que le sigamos hasta que entramos en una sala con dos camas.

Cada uno de nosotros se sienta en una cama diferente, y entran dos enfermeras para curarnos las heridas de la cara. Conmigo no están durante mucho tiempo porque Matías y Alonzo apenas me dieron fuerte.

Por lo que me quedo de pie, justo al lado de la puerta de salida viendo como terminan con Sofía, la han dado puntos en la ceja y el resto de la cara la tiene inflamada.

—Has tenido suerte, no tienes la nariz rota— me mira intensamente mientras la hablan— tienes que cuidar para que no se te infecten los puntos de la ceja, ponte hielo durante 15 minutos en algunos momentos para intentar bajar la inflamación y tome estas pastillas cada 8 horas durante 2 días.

—Muchas gracias— dice Sofía antes de que se vaya de la habitación.

Según se va cierro la puerta con pestillo, apoyo mi espalda en ella y nos miramos fijamente. Analizo su cara, ella, que no es para nada una persona fea, sino que es preciosa, acabo de destrozarla entera. Y la culpa me esta comiendo vivo.

—Sofía yo lo siento, juré nunca pegar a una mujer sin motivo y lo he incumplido— me deja continuar sin dejar de mirarme— la irá me consumió y no te vi llegar y te pegué. Lo siento.

Se levanta de la camilla y se dirige hacia mí, sus manos arropan las mías mostrando las pequeñas heridas de los puños.

—Te entiendo, cada uno tenemos formas de manejar nuestra ira, pero tienes que aprender a controlarlas. — las yemas de sus dedos se mueven suavemente alrededor de mis nudillos— Lo que realmente te tienes que preocupar es que no solo me has pegado a mí, sino que también a tus amigos.

Esa última palabra es como una puñalada en el corazón. Tiene razón estaba tan consumido, que solo veía sangre y no me fijaba en quien estaba realmente enfrente mía.

—Tienes que calmarte y relajarte. Aprovecha el día de hoy, olvídate de los problemas del trabajo y céntrate hoy en ti. En lo que quieres conseguir y hazlo posible. Confía en que haremos el trabajo y lo tendrás en tu mesa.

No ha dejado de mirarme fijamente, mi mano se suelta de su agarre y se mueve hasta llegar a su cara. Acariciando la mejilla, fijándome en esos ojos por los cuales soy capaz de perderme.

Me fijo en que ella se muerde el labio y no mira a mis ojos si no que mira a mis labios. El ambiente empieza a calentarse, puedo notar como crece un bulto de mis pantalones. Me acerco a ella, poco a poco para besarla.

—Teniente García— dice un médico entrando por la puerta.

Según escuchamos su voz y la puerta abriéndose, los dos nos movemos y nos soltamos, quedando un gran espacio entre nosotros dos.

InfiltradaWhere stories live. Discover now