"¿Pretendes actuar como si Cece no te hubiese enviado a hablar con Kendall en primer lugar?"

    La cadera de Kendall se topa primero con un escritorio, por lo que, sin pensarlo dos veces, se sube en el de espaldas, y rodea mis caderas con sus piernas.

    "Sigues atado a él, sigues siendo su marioneta".

    Mis labios se despegan de los suyos solo para empezar a trazar un camino desde su boca hasta su cuello, dibujando con mis besos toda la línea de su mandíbula.

    "Eres una la influencia"

    "Vas a matarla"
   
    "Aléjate de ella"

    Entonces, me detengo.

    — No puedo... —susurro, cerca a su oído, sobrellevado por mis pensamientos. La sola idea de que aquello sea cierto, aunque sea la más ínfima parte de esas declaraciones, puede con mi conciencia.

    Me aparto lo suficiente como para ver sus ojos de avellana, su nariz pequeña, sus mejillas sonrosadas y sus labios rojos, muy húmedos y ligeramente hinchados. Apoyo mis manos en el escritorio, uno a cada lado de su cuerpo pequeño y frágil. Y allí, observándola, grabando la imagen de una Kendall alborotada y aparentemente vulnerable en mis retinas, me doy cuenta de que todo lo que me dijo su antecesora es cierto. Soy peligroso para ella. He sido egoísta todo este tiempo.

    Su mirada me exige explicar por qué me he detenido, y francamente yo me pregunto lo mismo. Aunque, en realidad, la respuesta llega en forma de epifanía. No puedo hacerle esto a ella, atarla a mí y luego imposibilitarla de partir. Ella tiene que vivir. Kendall tiene que despertar.

    Entonces, ¿por qué...?

    — No puedo —repito, aún con dulzura, pero con mayor firmeza, mientras retocedo un par de pasos.

    "No puedo", me pregunto a mí mismo, batallando ferozmente contra mi propio cuerpo que pide a gritos regresar a ella y continuar lo que estaba haciendo... Lo que estaba a punto de hacer. ¿Qué no puedo, exactamente?

    No puedo... ¿quedarme y lastimarla?

    No puedo... ¿alejarme y lastimarme?

    Podría, tal vez, quedarme y ayudar, ¿cierto? ¿No es eso lo que he estado haciendo? Quiero decir, advirtiéndole sobre su nueva amiga y sobre lo peligroso que es quedarse.

    Las escenas en las que empujé egoístamente a Kendall a hacer cosas que no estaba seguro de si la perjudicarían o no (bajo la patética excusa de "ayudarla") regresan una a una a mi cabeza, en una especie de desfile incriminatorio.

    Decir que esta vez será diferente... Me conozco demasiado bien como para caer en otro de esos autoengaños.

    No. Ahora la respuesta es evidente: Tengo que alejarme de ella.

    — Lo siento —le digo, girando mi cuerpo para ir en dirección al balcón, mientras llevo mis manos a mi frente, cubriendo también las cuencas de mis ojos con ellas—. No debí hacer eso.

    Aunque mi corazón implore lo contrario.

    Si es cierto que, después de todo este tiempo, yo sigo siendo un jueguete de Cece, y sus planes, de alguna forma, siguen dirigidos a ella como el primer día, definitivamente no puedo dejar que él la lastime a través de mí.

    ¿Por qué demonios tuve que besarla? ¿Por qué así de esa forma tan desesperada? Acabo de joderlo todo.

    — Si te sirve de algo —la escucho decir a mi lado—, si tú no tomabas la iniciativa en ese momento, lo iba a hacer yo.

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