Sariel x F.reader: Piromanía.

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Comencé a ver la tercer temporada hace poco y vaya me gustó (aún con tantas tramas de romances donde la chica muere).
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Me encontraba en mi habitación llorando, papá estaba molesto y se había desquitado conmigo otra vez. Mi cuerpo me dolía por la manera en que lo hacía, era repugnante. Me sentía sucia, más el miedo que sentía me impedía hacer algo para defenderme. Había sido así desde que papá perdió su trabajo hace unos años, ya que era lo que nos permitía subsistir a ambos luego de perder la granja familiar en un incendio, con ella nuestros cultivos, varios animales cuyas crías tuvimos que vender, y a mamá.

Recuerdo como papá era mucho más feliz entonces, él mismo fue quien me enseñó a cultivar mientras lo ayudaba en el trabajo. Pero todo cambió luego de ese día. De un momento a otro se volvió muy negativo, irritable y estuvo involucrado con sujetos malos. Siempre llegaba tarde, y yo trataba de animarlo preparando su comida favorita que había hecho con ayuda del libro de recetas de mamá. Aunque esto parecía molestarlo más, gritándome, arrojando el plato y más de una vez golpeándome.

Siempre repitiendo la misma frase: Debí dejarte en el orfanato e irme por mi cuenta. Esas palabras eran muy hirientes más trataba de ignorarlas porque sabía que en el fondo mi papá aún me quería. O eso esperaba.

Intente todo lo que se me ocurría, inventar excusas para volver más tarde a casa, usar una llave para cerrar mi puerta, esconder un cuchillo bajo mi almohada. Pero siempre encontraba la manera de entrar. Incluso si intentaba huir, lograba encontrarme y se ponía peor.

Recé cada noche por que esto terminara, sin éxito alguno, sintiendo mi ira crecer de la impotencia que sentía por poder recuperar a mi papá. Pensaba en como esos bastardos de la iglesia solo me mintieron. ¿De qué me servía rezar a algo que no hacía nada por cuidarnos? ¿Qué utilidad tenía visitar ese lugar? Con el tiempo me di cuenta de ello. Nada cambiaría nunca, no había escapatoria. Si quería terminar con esto, debería hacerlo por mi cuenta.

Inconscientemente, mi mano abrió la ventana, intentando romper los barrotes que me impedían salir. Seguí y seguí hasta sentir que los clavos se aflojaban y los barrotes caían al suelo causando un gran estruendo. Me senté en el marco lista para caer, cuando el ruido de los agitados pasos comenzó a acercarse por el pasillo.

Consumida por la adrenalina que rodeó mi cuerpo, no me importó que fuese una gran caída. Así que, sin pensarlo dos veces, salté.

Al no sentir el impacto, miré a mí alrededor. Mis ojos se abrieron de par en par al ver que flotaba sobre los edificios. ¿Estaría muerta? Note que algo se aferraba a mi cintura y miré hacia arriba. Unas grandes alas me elevaban en el cielo, y un muchacho era quien me sostenía. ¿Sería un ángel? Esas criaturas de las que leía en los cuentos de hadas, ¿Eran reales?

Volamos un momento de esta manera hasta que él me bajó sobre el tejado de otro edificio. Me senté, tratando de procesar lo que ocurría. Al verme hacer esto, el muchacho se arrodilló frente a mí para quedar a mi altura y preguntarme si me encontraba bien. Tras recibir una respuesta aprobatoria, se volteó en dirección la calle donde estaba mi casa, estirando uno de sus brazos con una expresión seria en su rostro.

Los pecadores, no merecen vivir- sus ojos no reflejaban una pizca de misericordia. Con un chasquido de dedos, el lugar fue rodeado por una gran esfera dentro de la que el lugar sr prendió en llamas.

Sin saber cómo reaccionar, miré la escena frente a mí en shock. Era tan surreal, tan ilógico, tan absurdo, y aun así era la primera vez en tanto tiempo que no sentía miedo. Sentí como una carga se iba de mi espalda, pero por alguna razón me sentía igual de miserable que siempre.

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