Capítulo 41: Jazmínes.

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|Narra _____|

—¡Ya déjame en paz! -exploté y con fuerza su mano tomó impulso y una fuerte cachetada terminó estallando contra mi mejilla. Mi respuesta fue automática: un gancho limpio y contundente cruzó la mandíbula del que todos los días me torturaba y cayó al suelo del impacto en el acto. Por un instante me sentí orgullosa por el gancho que le había dado, pero viéndolo mejor. Creo que estaba en serios problemas.

No me iba a quedar acá para saber cuál sería mi castigo, así que mientras él se intentaba levantar, huí. Crucé a toda velocidad la sala desierta, y salí de la casa. La puerta estaba cerrada, lo único que esperaba era que no esté con llave. Y ¡Bingo! sin llave... Entonces, sin perder un segundo, rápidamente salí por la puerta. Siempre mirando hacia atrás en la huida, para ver si regresaba por mi, no noté la fuente de cemento que estaba junto a la salida (antes no la había visto), tropecé y caí de bruces al agua. Y de pronto una mano me ayudó a salir. Temía que sea él pero no era. 
Era un chico de mi edad, tal vez un año más grande, de cabello largo, lacio y castaño y unos ojos azules. Mientras estaba empapada y tiritaba de l frío, él habló:

—¿Y vos quién sos?

No podía ni pensar en mi nombre. Solo en la extraña sensación que sentía por dentro mio. Y un olor que me quedaría impregnado para siempre: el agua de la fuente estaba repleta de flores de jazmín.
Así funciona muchas veces la providencia: escapando del destino, no hacemos más que correr hacia él.

La magia duró apenas unos instantes, pero para ambos el tiempo se volvió espeso y los segundos se estiraron hasta el infinito. Hasta que tres gritos despertaron ambos del trance. Era él, su secuestrador, quien al ver a ____ fuera de la casa y empapada, comprendió que estaba huyendo. Se acercó hacia nosotros y me tomó por los hombros con una forzada dulzura.

—¿Que hacen, pequeñas sanguijuelas? -le sonrió al chico y no me quitaba la mirada de encima.

—La salvé, se cayó al agua.

—Muchas gracias. -actuaba bastante bien él.

—¿Vos te estabas escapando? ¿Pasó algo? -me preguntó mirándome, no me sacaba los ojos de encima. Iba a responderle con la verdad pero mi secuestrador me apretó demasiado los hombros y eso era una señal de que no hablara...

—¡Pero no! ¿Que se va a estar escapando? -sonrió demasiado forzado. -¿No te deben estar buscando? -lo miró, él chico asintió y luego se marchó, pero en ningún momento nos quitamos la mirada de encima, ni cuando se iba. Cuando él se fue me dió la vuelta y me susurró al oído. -No te escaparas de esta... pequeña mocosa.

Y ahora me doy cuenta que ese chico era Carl Grimes. Y lo estaba besando en este preciso momento, no me acordaba de este recuerdo.. pero creo que al besarnos, me apareció de repente en la mente como una imagén, exactamente como si fuera un sueño pero no lo era. Escuché un carraspeo, haciendo que nos separemos... Ya me imagino quien debió haber sido.

—¿¡QUE CARAJOS ESTÁN HACIENDO!? -gritó mi padre, quitándome a Carl de encima y agarrándome lejos de él.. Vergüenza.

—Dejalos Daryl. -saltó Michonne a defendernos.. ¿espera que? Mi padre se dió vuelta hacia Michonne y estaba enfadado.

—¿¡QUE LOS DEJE!? ¡¡ACASO NO VES EL ESPECTÁCULO!! ____ ES DEMASIADO PEQUEÑA. -exageraba toda la situación, no era demasiado pequeña para saber a quien besar o no, aunque ese beso me haya tomado desprevenida. Además con todo lo que pasé por mi jodida vida no creo que sea "pequeña".

—Papá... -susurré mirándolo, ahora se dió vuelta contra mi.

—¿Que quieres? -me miró, pero su mirada iba entre mi hacia Carl, que estaba algo rojo y hablaba con Rick. Creo que lo estaba vigilando.

La pequeña Dixon. ~Chandler Riggs.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora