Capítulo 90: Perseguida.

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|Narra ______|

Todavía ninguno se atrevía abrir la boca, se miraban entre ellos relamiéndose los labios pensando quien era la primera mosca muerta en responder. Aunque al parecer, no tienen los cojones para hacerlo. Era solamente una fácil pregunta con una simple respuesta.      
         Hasta que me canse de que no hablaran y hablé yo.

— Vamos hablen ¿Qué esperan? —se cruza de brazos.

— No creo que respondan, será mejor esperar —susurra Jaime en mi odio y niego varias veces con la cabeza, descruzándome de brazos y mirándole fijamente.

— ¡No basta! Me canse de estos dos.

— ¿De qué? ¿De qué te cansaste?

— ¡De ustedes dos! Quiero que me respondan de una vez. ¿Creen que no nos damos cuenta? ¡Todo el mundo se da cuenta! —Dice rodando los ojos y los señala—. Si están todo el tiempo juntos, que están compartiendo el sombrero, que están riendo.

— ____ eso no quiere decir nada —habla Luna mientras niega con la cabeza, y ahora ella se cruza de brazos.

Me paso ambas manos por el cabello. Me estaban volviendo loca, en cualquier momento me iba hartar ¿tan difícil es que me puedan responder la pregunta que les había dicho anteriormente? No era tanto, hasta tenían las opciones. Pero claro, son tan cobardes que no se animan hablar.

— Esto es así chicos, si quieren histeriquear háganlo, pero no me jodan más a Jaime o a mi —dije furiosa mientras los señalaba y también a nosotros dos.

Apuesto que estaban por responder pero, por mala suerte —aunque buena para ellos—, tiene que aparecer Ezekiel desesperado en búsqueda de Luna, la verdad no entiendo para que era y menos porque a ella. Pero sin más, se la llevo y luego Carl se fue por otro camino. ¡Ninguno tenía el coraje de hablar! Ambos se escapan porque tuvieron la oportunidad.
         Dejo salir un gran suspiro de frustración y me doy media vuelta pasando ambas manos por mi cara. Jaime me agarra del brazo y niega con la cabeza.

— Estamos en el horno —susurra mientras me mira y asiento con la cabeza.

— No pienso ser una cornuda consiente —digo interrumpiéndolo, ya que sabía que seguramente iba a seguir hablando. Al mismo tiempo que hablo, muevo mi mano hacia arriba y abajo en forma de afirmación y dejo salir un gruñido mientras comienzo a caminar lejos de él.

Giré con la cabeza al verlo y estaba con la cabeza gacha. Admito que me dio un poco de pena y luego fui hacia él apoyando una mano sobre su hombro y dándole un corto abrazo. Como me había dicho Mari el otro día «Todos necesitamos un abrazo» o algo así, y en estos momentos ambos éramos los que más lo necesitábamos. Nuestras parejas estaban jugando entre ellas y… eso es horrible.
         Me separé de él y una sonrisa automática salió de mis labios al ver que también me sonreía y murmuraba un leve «gracias» asentí con la cabeza de forma de respuesta y ahora sí, volví a caminar lejos de él ya que no tenía el presentimiento de que quizás se hubiera enojado o sentido mal. Porque ambos estábamos de la misma manera, nos habían engañado de alguna manera. Pero esto no iba a quedar así. Yo iba a seguir luchando hasta que puedan decirme la verdad, ya es momento de parar con todo este lio.

*

Me encontraba en las hamacas, sentada apoyándome en las cadenas que la sostenían. No tenia humor en estos momentos, me sentía un bicho raro. Me saque las vendas que llevaba conmigo en mis manos y pude notar las pequeñas cicatrices de la otra vez.  Deje salir un suspiro, había prometido no hacerlo más pero tenía muchas ganas de volver a pegarle a los árboles. Ellos no tendrían que sufrir por mi culpa, pero por ahora yo no podía pegarle a Luna por más que quisiera.
         No lo haría porque si no Carl podría pensar que soy un animal, o que estoy loca o esas estupideces que pueden navegar por sus pensamientos. Así que estaba reteniendo esas ganas de darle duro con mi puño. Aunque en cualquier momento, si es necesario podría no importarme lo que piense mi “novio” y pegarle.

— ¿Dixon? —escuché un grito y me di la vuelta al ver quién era.

La pequeña Dixon. ~Chandler Riggs.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora