82 - UNA VISITA A ORHIN

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La noche había perdido su juventud hace muchas horas

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La noche había perdido su juventud hace muchas horas. Los habitantes de Orhin trataron de conciliar el sueño de la mejor manera posible, aunque la mayoría durmió con un ojo abierto.

En medio de la luna profunda sonó la entrada de un local. Una pequeña campanita sobre la puerta avisó el arribo de un cliente. Pues unas enormes velas aún hacían su mejor esfuerzo para mantener claro el interior. Sin embargo, no lo hicieron porque el sitio estuviera abierto, sino que la curandera necesitaba ver para acomodar el negocio.

—Lo siento, está cerrado —dijo la anciana dando la espalda al mostrador, hizo tintinear un par de frascos de pociones al acomodarlos sobre una repisa. De inmediato oyó el cerrojo de la entrada y se giró para comprobar qué ocurría—. Ah, eres tú... —dijo con cierta decepción y se volvió para continuar con su tarea—. No deberías estar aquí, la gente anda muy nerviosa...

—¿Y por qué no te han cortado la cabeza?

—Porque aprecian mis conocimientos de medicina, soy una curandera, no necesitan saber nada más —respondió la viejita y por fin se acomodó sobre su mostrador para hablar de frente—. ¿Qué quieres, Antina?

—Odio admitirlo, pero necesito tu ayuda —contestó la bruja roja y enseñó desde la manga de su túnica el brazo de la noche, amordazado con sogas para mantener el puño cerrado sin que las garras ataquen y con un leve temblor por la lucha de dominio.

—¿Y ahora en qué te has metido? Eso se ve horrible —confesó la curandera—. Tendrás que darme algo muy bueno a cambio.

Antina oscureció la mirada durante un momento, luego mostró una sonrisa, pero no la que suele cargar la bruja risueña, este era un gesto distinto, involuntario. Una sonrisa sincera.

—¿No le harías un favor a tu vieja amiga? —preguntó finalmente. Fue entonces que desde la puerta al interior apareció el perrito. Al reconocer la voz de la alfa se acercó moviendo la cola—. Hola, Donnu... ¿Cómo te trata Altea? Dile que no me cobre...

—¡Ja, ja! Ya siéntate aquí... —dijo la curandera acercando un banquito junto a una mesa cuadrada donde había distintos utensilios quirúrgicos y medicinas—. Pero no te acostumbres —mientras Antina se acomodaba frente al mueble ella se acercó hasta la ventana para correr las cortinas. Luego encendió una pequeña llama sobre sus dedos invocando un pyrums, su negocio ya contaba con velas, pero la luz en su mano era más cómoda para realizar su diagnóstico. Buscó lugar junto a su paciente, el aspecto del trasplante era horrible, a lo largo del antebrazo se extendían distintas laceraciones por donde escapaba pus. Desde las distintas herramientas sobre la tabla tomó unas pinzas y se acercó hasta el brazo para levantar algunos retales de piel—. ¿Y tú sigues andando sin Nasicus?

—Pues claro, depender de un demonio solo me hace más débil.

—La conexión está muy mal hecha. Tienes toda la carne podrida... ¿De dónde has sacado este brazo?

UN SECRETO EN EL BOSQUETahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon