43 - LA QUE PROTEGE CON SU VIDA

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Los soldados sintieron en sus armas el derrumbe de la protección

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Los soldados sintieron en sus armas el derrumbe de la protección. Se miraron entre sí, confundidos, ninguno creía realmente que sus armas pudieran hacer flaquear a la magia. Incluso algunos retrocedieron ante ese éxito, otros juntaron valor e ingresaron al edificio por la entrada trasera. Una valentía que les costaría muy caro. Tan solo unos segundos después de su entrada el muro de hojas volvió a levantarse, dejándolos encerrados en el edificio.

Los seis hombres cruzaron un par de habitaciones vacías, pequeños salones de paso, hasta un pasillo principal. Al fondo de este pudieron ver la puerta a la sala del trono. No estuvieron exentos de miedo, pero ya estaban allí y retroceder no era una opción.

El andar hizo rechinar las armaduras por las estrechas paredes. Algunas habitaciones tenían la puerta abierta, dejando ver el interior vacío. Esperaban encontrarse con muchas brujas, aunque el ambiente tranquilo no hizo más que tensar sus nervios con mayor énfasis.

El miedo se hizo tangible cuando asomó por el final del pasillo una enorme criatura negra. Cubierta de escamas brillantes y un puñado de plumas decorando su cabeza y cola. Varios presentes quisieron retroceder.

—¡¿Qué hacen?! —enfureció uno de ellos frente a la cobardía— ¡Formación de defensa! ¡Ahora!

Los cuerpos reaccionaron casi de inmediato ante la orden. Dos de ellos tomaron la delantera arrodillándose y poniendo sus escudos al frente, en la retaguardia hicieron lo mismo, pero con los escudos sobre las cabezas, formando una suerte de cápsula con una abertura, por donde asomaron un par de ballestas. Ambas dispararon.

Las saetas no tuvieron ningún inconveniente para atravesar la carne del demonio. Aunque el daño fue nulo, solo pequeños pinchazos, no más dolorosos que una picadura de mosquito.

Fue suficiente para molestar a Mara. Tras una contorsión exagerada del cuerpo se pudo notar como la respuesta hinchó su estómago y subió por su garganta para salir disparada por las fauces, una gran bola ácida. La abertura en la defensa de los humanos se cerró para que los escudos reciban el impacto. Pudo oírse como el metal fue corroído y fue visual al notar el humo que desprendía.

—¡Quema! —al calor provocado por la sustancia le resultó muy fácil llegar hasta las armaduras de quienes sostenían los escudos corrosivos.

—¡Aguanten! —gritó otro mientras recargaban las ballestas.

Del otro lado de la pared Lu se encontraba en el medio del salón, con ambos brazos extendidos y sosteniendo los cuatro muros mágicos del exterior. El canario, con sus plumas apagadas, intentó con todas sus fuerzas levantar a Trisha que balbuceaba en el suelo.

La bruja oscura también comenzó a sentir los mareos provocados por los huesos de hadas, aunque su resistencia le permitió aguantar un poco más.

—¡No puedo moverla! —anunció el pájaro sumamente frustrado.

UN SECRETO EN EL BOSQUEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora