88 - RESPUESTA PAGANA

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Para levantar un escudo de esa magnitud fue necesario utilizar toda la vegetación del pueblo, por eso reparar las aberturas causadas por las rocas con brea resultaba imposible

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Para levantar un escudo de esa magnitud fue necesario utilizar toda la vegetación del pueblo, por eso reparar las aberturas causadas por las rocas con brea resultaba imposible. Además la naturaleza corrosiva del fuego lo iba deshaciendo a cada segundo. Las repelentes continuaron firmes en sus puestos sin detener los ventaval, las demás comenzaron a organizarse para la ofensiva.

Las torres de humo y las casas en llamas fue un paisaje que se manifestó demasiado rápido. Antina daba órdenes y las preparaba mentalmente en la gran hoguera.

—¡Este es el momento por el que estuvieron entrenando todas sus vidas! —gritó la anciana caminando con todas las miradas sobre ella—. ¡Haremos que se arrepientan del día en que osaron pisar nuestro hogar! —el techo colosal de hojas sobre sus cabezas iba desapareciendo en una tenue lluvia de cenizas—. ¡Monten sus escobas, hijas del demonio! —gritó dándoles la espalda y clavando la vista al ejercito de las alturas, la excitación había aparecido en su sonrisa, se remojó los labios, ansiosa por la batalla. Luego se volteó para hablarle a su venado—. Regresa a casa y espérame en el sótano —el animal la miró confuso, ente esa duda la bruja le acarició la cabeza con mucho afecto—. Tranquilo, esta solo es una batalla más de esta maldita guerra. Y sabes que he sobrevivido a todas... —pese a esas palabras los temores del venado no disminuyeron, aunque decidió obedecer. Antina le sonrió mientras se marchaba y sintió debajo de su túnica la presión del brazo ajeno tratando de tomar el control. Aunque aún no era capaz de doblegar la voluntad de la alfa. Iba envuelto con trapos y atado a su cuello como si fuera una extremidad fracturada.

—Tú ya luchaste con ellos —dijo una joven acercándose a Lisa—. ¿Tienes algún consejo? —preguntó temblando.

—Sí... —respondió la última de las Holl, con la vista arriba y las cejas curvadas hacia abajo—. Ten cuidado con el rubio que tiene una lanza de dos hojas...

Zanzi miró hacia abajo el pueblo pagano sumido en el caos, la destrucción esparcida, y en sus ojos brilló un halo de satisfacción.

—Van a morir todas, pedazos de mierda... —murmuró para sí mismo mientras los últimos resquicios del escudo se consumían por las llamas. Luego gritó a sus compañeros—. ¡Ya no tienen defensas! ¡Consuman el agua bendita! —los soldados, en un movimiento casi coreográfico, sacaron de sus cinturones frascos con la pócima preparada por los sacerdotes para beberla—. ¡Traigan la sal! —los escuderos se adelantaron al frente con enormes sacos de paja llenos de sal igualmente alterada por las manos de la iglesia—. ¡Esperen! —ordenó para que mantuvieran su posición al borde del abismo. Las brujas vieron caer su defensa por completo.

—Ya no hay marcha atrás —dijo Antina flotando junto a las demás—. Supongo que nunca la hubo. ¡ATAQUEN!

Las escobas silbaron con valentía contra el cielo, los demonios alados fueron detrás de ellas y todo el muro del hoyo se llenó con aquellos que usaron sus garras para trepar por el mismo.

UN SECRETO EN EL BOSQUEWhere stories live. Discover now