19 - PALABRAS DE UNA VIAJERA

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—Chicas

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—Chicas... siento que puedo confiar en ustedes... tengo algo que contarles...

Todo comenzó hace algunos años, cuando tú decidiste regresar al pueblo para tener a Diadema. Yo no tenía ningún compromiso que me hiciera volver y mi hambre por ver el mundo no hacía más que aumentar, como a día de hoy.

Continué mi camino sola. Recuerdo que fue difícil, porque la soledad me susurraba cosas al oído, ideas que alimentaban mi inseguridad. Pero las ansías de viajar siempre tuvieron mucha fuerza en mí.

Las primeras noches fueron las más despiadadas, no fui capaz de pegar un ojo. Cualquier miserable sonido alteraba mis nervios, quizás si no hubiera estado Mara me habría vuelto loca en cuestión de horas. Esta pequeña diabla siempre fue una compañía irremplazable.

Durante los primeros años continué con la misma metodología que teníamos con mi hermana. Me mantuve lejos de los caminos principales, lejos de los asentamientos humanos, siempre buscando rutas alternativas o se inventaban al andar. Eventualmente siempre te cruzas con algún aventurero o comerciantes, o personas que solo andan perdidas. Sin embargo, jamás me acerqué a ninguno y desaparecí de esos rezagados lo más rápido posible.

El tiempo no mermó su paso y yo tampoco, mientras más días acumulaba en la intemperie, más confianza adquiría y más crecía mi adicción a la libertad. Aunque el miedo constante nunca desapareció, quería verlo todo, quería saberlo todo, y así lo hice.

Caminé el extenso bosque Leda cuando aún no había sido capturado por la devastación, miré Ertopu desde lejos, también me adentré con una balsa en las tierras de Ormug, allí conviven varias razas de salvajes que se dedican a saquear los barcos que pasan por el Segundo Río y a veces atacan las aldeas de Erhin y Glazyf. En realidad yo no tenía idea de dónde me estaba metiendo, y más pronto que tarde me vi rodeada por estos habitantes, para mi sorpresa fueron muy amables al descubrir mi brujería. Me ofrecieron comida y refugio, hasta me dijeron que podía quedarme con ellos, y ganas no me faltaron luego de participar en las orgías nocturnas que se montan esos incivilizados. Aunque en el fondo mi lugar siempre estuvo allá afuera y el tacto del que estoy enamorada es el del viento en mi cara.

Desde allí crucé el Paso de Burjim, me explicaron que este fue el primer elfo en cruzar la cordillera haciendo un túnel a través de ella. Burjim era un desterrado, al igual que los orcos, enanos, elfos y demás razas que le seguían. Por eso montaron sus propias tierras de delincuentes: Ormug.

Hacia el este evité las grandes aldeas, lo máximo que me acerqué a los humanos fue por la noche que robé de una granja algunas zanahorias y un poco de paja para dormir sobre algo un poco más cómodo que la tierra. Gracias al plumaander fue demasiado sencillo.

Más al noreste me adentré en la cordillera Columna de Lagarto. Allí no había mucha actividad, solo algunos animales que se hicieron con ese hábitat y algunas plantas que solo crecen en ese lugar. Encontré unas flores muy curiosas que rompen la realidad cuando las hueles por demasiado tiempo. El suelo parece líquido y te otorga una sensación de bienestar raramente agotadora.

UN SECRETO EN EL BOSQUEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora