91 - DESPEDIDA

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Antina se sintió acorralada

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Antina se sintió acorralada. Quizás más, pudo saborear el amargo gusto de la humillación. Sin pensarlo un segundo levantó la varita desde el interior de su túnica, pero algo la detuvo en seco. Un sonido espeluznante que tuvo efecto sobre sus nervios de inmediato. El cráneo de Salem crujió bajo los dedos de Jol, aunque el daño fue leve, lo suficiente para hacerlo gritar.

—¿Alguna vez has partido un huevo con los dedos? —preguntó Jol desde sus fríos ojos negros y sin quitar la mano de la cabeza del rehén—. Así de sencillo puedo acabar con él...

—Suelta esa varita... —ordenó Diadema.

La jefa de las paganas tragó saliva y bajó lentamente el brazo. Luego flexionó las piernas y dejó el objeto sobre el césped. La Alfa decidió obedecer.

—Retrocede tres pasos —fue la siguiente orden y Antina lo hizo—. ¡Muy bien! —se burló la joven bruja roja—. Parece que ahora las reglas las pongo yo...

—Salem no tiene nada que ver con lo nuestro... —dijo la mujer entredientes.

—Parece que siempre estuvo implicado... —Diadema señaló el diario con un vistazo—. ¿Ahora quieres pasar por una buena mami? No importa que tan loable parezca tu causa, has pisoteado a los demás por tus propios intereses. Solo eres una asquerosa tirana.

—¡¿Y ustedes se creen distintos?! ¿Ahora quieren pasar por caritativos altruistas? —enfureció Antina—. Mirense, se les ha otorgado un poco de poder y ya lo están usando para conseguir sus intereses. Tú no eres distinta a mí...

—Nunca dije lo contrario... —Diadema avanzó hasta estar a pocos centímetros de su enemiga—. De hecho... —la joven recogió la varita del suelo—. Admiro mucho tu egoísmo. Ahora entiendo lo que dijiste, eso de que el amor es la fuerza que mueve el mundo, pero... —con una mirada desafiante levantó el brazo y apuntó el arma legendaria contra el rostro de Antina—. Se acabó tu era, bruja roja...

La Alfa miró a la joven desde arriba, la luz de sus ojos se distorsionó detrás del vaho de su aliento; no había miedo, incluso en alguna remota parte admitió la valía de Diadema, pero ella seguía siendo la más fuerte. El brazo de la noche salió veloz desde la túnica y tomó bruscamente a la joven por el cuello, obligándola a soltar la varita para rasguñar el agarre y Jol gritó. La levantó hasta tenerla muy cerca de su rostro, los faros entrecerrados de la chica encontraron los de la mayor.

—No olvides con quién estás hablando, niña... —dijo con tono amenazante. Luego la arrojó junto a su novio que no dejaba de chillar—. Será mejor que no me hagan perder más tiempo, díganme qué quieren. Puedo entender que no es venganza, pues Salem sigue con vida.

—Es cierto... —contestó Diadema—. No quiero venganza. ¡Solo quiero quitarme esta injusta maldición!

—Ahora lo recuerdo, tú quieres otra oportunidad en el aquelarre. Está bien, el próximo año haremos una excepción y tendrás un cuarto intento —mintió Antina.

UN SECRETO EN EL BOSQUEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora