61 - EL LLAMADO

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Fue extremadamente difícil para el cazador comprender la decisión de la bruja

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Fue extremadamente difícil para el cazador comprender la decisión de la bruja. Estuvo a punto de dudar del amor que profesaba hacia él.

—¡Haz lo que quieras! —gritó enojado y abandonó la cabaña con un fuerte portazo.

Las dos mujeres se quedaron en silencio unos segundos, Diadema tuvo en deseo de salir corriendo detrás de él, pero se sintió demasiado culpable como para hacerlo. Luego habló Yaga.

—Tienes un demonio bastante particular.

—Es humano —había desánimo en las expresiones—. Es mi novio.

—Oh, ya veo... —comenzó a acariciar el cráneo sobre sus muslos—. Eso es aún más extraño. Me refiero a su raza. Por lo otro se nota a kilómetros que ustedes se aman.

—Él es lo más hermoso que he encontrado en esta vida.

—Estoy segura que tú eres lo mismo para él y ese es el motivo de su enojo.

—¿Cómo se siente morir?

—Depende de la manera en que lo hagas, aunque en cualquier caso es el cuerpo el que sufre la muerte, pues el alma solo puede sufrir la vida.

—¿Y las almas a dónde van?

—Hay dos lugares, o el infierno, o el vacío; en el primero van los que merecen castigo y al segundo se dirigen para esperar la reencarnación. Las únicas que no pueden hacer tal cosa son las almas de los demonios, que se evaporan, simplemente dejan de existir.

—¿Entonces podré volver si muero?

—¡Ja, ja, ja! Claro que no, niña. Tú eres una bruja, irás al infierno. Si tienes suerte Satanás te dejará regalarle hijos. Y suponiendo que no fuera el caso, que no fueras una pagana, para reencarnar es necesario reciclar el alma; recuerdos, sentimientos, todo se borra...

—Entiendo... —agachó la cabeza con decepción y tuvo que reacomodar la amapola en su cabello— ¿Y tú crees que la Muerte nos ayudará?

—No. Es un espectro muy orgulloso. Pero es decisión de ustedes si quieren intentarlo. Si es el caso, yo tengo algunas frutas acki, puedo entregarlas.

Diadema suspiró, la ponía muy incómoda tener a su novio molesto, aunque fue capaz de comprender sus sentimientos y no podía culparlo. Devolvió la jarra de metal y agradeció con un gesto de cabeza antes de retirarse. Al final no oyeron la historia que Yaga pretendía contarles por culpa de la ansiedad, aunque ni siquiera les importó.

El caparazón del coloso fue transitado por la bruja roja. Los piecitos se movieron con mucha prisa, impulsados por una búsqueda sin resultados. No había señales de Jol y los ojos de ella no tenían entrenamiento para percibir rastros. Ante el temor de haber perdido a su novio por culpa del enfado comenzó a gritar su nombre y a correr entre los árboles.

Los oídos de Jol escucharon el llamado y fue la única advertencia que tuvo de que la bruja se aproximaba y él solo supo mostrar la espalda llena de cicatrices. Había una desgarradora tranquilidad en la brisa.

UN SECRETO EN EL BOSQUEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora