28 - AYUDA DE AMOR

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—Aún no me has dicho tu nombre —dijo Eduar a la extraña joven que ofreció resguardo mientras pasaba la tormenta

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—Aún no me has dicho tu nombre —dijo Eduar a la extraña joven que ofreció resguardo mientras pasaba la tormenta. Sin embargo, ella estaba muy concentrada en un libro de cuentos humanos y no prestó atención— Oíga, señorita. Estoy hablandole —se acercó hasta donde estaba sentada en el suelo.

—¿Eh? —levantó la vista, dejando ver sus ojos azules y cabellos dorados debajo de la capucha. A su lado el canario dormía— ¿Qué ocurre?

—Dije que no conozco tu nombre —sonrió el panadero.

—Me llamo Trisha.

—¿Y de dónde vienes, Trisha?

—De muy lejos, vivía con mi familia en una granja, pero fue invadida por unos bandidos. Solo yo sobreviví —la bruja relató una de las historias que estaba leyendo en las páginas unos segundos antes.

—Oh, lo siento muchísimo —dijo el hombre con auténtica pena.

—Está bien. Me sirvieron de alimento varias semanas —ella no sabía que esa costumbre de su pueblo es desdeñable entre los humanos. El panadero abrió los ojos como platos y se alejó un poco asustado, no solo por la declaración, sino además por la tranquilidad con la que fue expuesta.

—Ya veo —contestó— ¿Y tienes algún destino? —trató de desviar el tema.

—Estoy buscando esclavas.

—¿Esclavas? No comprendo, no tienes dinero para un bollo de pan y quieres comprar sirvientas.

—No quiero comprarlas... —la rubia se dio cuenta de que estaba hablando de más— Solo... estoy buscando a alguien —remató para volver a la lectura y ya abandonó la charla.

En el exterior, pasó un carruaje escoltado por cuatro caballeros montados. Detrás de ellos el joven cazador desgraciado. Trisha no prestó atención. Eduar se acercó hasta la ventana para descubrir el alboroto.

Vio la patada en el estómago, lo vio arrastrarse y pedir ayuda. También fue testigo de su derrumbe. Entendió que finalmente la madre había vendido a la niña.

—Pobre muchacho... —observó. La prodigio ni siquiera escuchó esas palabras, la concentración la absorbían las páginas. Pero sí hubo algo que logró distraerla, no fueron los primeros, ni tan siquiera los segundos, solo cuando se hicieron constantes lograron infiltrarse en la atención de la lectora, los gritos de agonía que llegaban desde la calle.

Entonces se acercó a la ventana movida por la curiosidad y encontró a un muchacho sufriendo en medio de la lluvía. Fue incapaz de reconocerlo en ese instante. Solo cuando él se puso de pie y cruzó por el frente de la tienda, regresando por el camino, pudo identificar su rostro. Era el chico que Diadema acosaba.

—¿Quién es él? —preguntó sorprendida de volver a encontrarlo en una situación como esa.

—Su nombre es Jol. La madre es una tirana, parece que finalmente decidió vender a su propia hija y el muchacho trató de evitarlo sin éxito.

UN SECRETO EN EL BOSQUEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora