56 - SENTIR ALGO

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El ambiente en Orhin no era precisamente distendido, el buen humor de la gente brilló por su ausencia

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El ambiente en Orhin no era precisamente distendido, el buen humor de la gente brilló por su ausencia. Las calles estaban llenas de caras largas y desesperanzadas, sin mencionar la profunda preocupación que causó el "ataque" de las brujas. Nadie se sintió seguro en la aldea pese al aporte social que todos hicieron para una supuesta mayor seguridad y eso poco a poco empezó a traducirse en enojo.

—Dicen que una de ellas tiene un dragón negro que escupe veneno... —comentaba la chica de los perfumes en su pequeño puesto en la calle. Una simple mesa con una manta verde encima, donde expone sus diversas fragancias.

—Yo oí que someten al viento a sus deseos —respondió la cliente que tenía a su hijo aferrado a su pollera con cara de pánico por la conversación—. ¿Qué estarían buscando en la casa del señor Ledrick?

—No lo sé, son brujas, lo único que desean es causar daño —la vendedora destapó una pequeña botella con líquido verdoso que soltó una brisa de aroma dulce. Acercó el mismo a la nariz de la otra y recibió una negación de cabeza—. Lo siento, sé que te gusta el perfume de aralaunas, pero últimamente no he visto al muchacho que me las conseguía.

—No te preocupes, muéstrame ese —señaló un frasco de color azul—. Era un cazador ¿Verdad?

—Bueno... digamos que era un buen recolector de hierbas... —la chica dio una muestra del producto indicado.

—Me llevaré este —decidió la mujer apartando al niño para sacar las monedas de su delantal y respondió durante el intercambio—. Así están los cazadores en estos tiempos, distraídos en otras cosas...

—Un desastre.

En ese momento pasaban Igor y Zanzi por el medio del camino. Arrastraban un trinke cada uno, grandes animales parecidos a los jabalís, pero con el lomo cubierto de espinas y cuatro cuernos en la cabeza.

—Hoy lo has hecho muy bien —dijo Igor al novato.

—Gracias —el semblante del muchacho siempre admitía un poco de enojo—. Aunque no me alisté para esto, ¿Cuándo vamos a cazar brujas?

—¿Por qué estás tan obsesionado con eso?

—Tú lo debes saber —respondió el rubio con la lanza doble a sus espaldas—. Estabas ahí cuando ocurrió lo de mi padre.

—No comprendes. Es mejor no buscar problemas, mientras ellas permanezcan en su lado del bosque no son asunto nuestro.

—Se supone que matarlas es la razón por la que surgieron los cazadores.

—Eso fue en otras épocas. Los tiempos están cambiando.

—Pues para mí no ha cambiado nada. No descansaré hasta cortar la última cabeza de bruja —fue su boca la que emitió las palabras, pero fue el odio en su corazón el que habló.

Las grandes presas siempre fueron motivo de admiración para los aldeanos, todos los días cuando un cazador se pasea por el mercado acarreando impresionantes bestias la gente lo recibe con vítores y halagos. Una reacción ausente en la jornada actual. En cambio, la gente los miraba con seriedad, como si les estuvieran reclamando algo.

UN SECRETO EN EL BOSQUEWhere stories live. Discover now