62 - UN CIELO SILENCIOSO

111 29 5
                                    

Pocos lugares reflejan el alma con tanta precisión como el silencio

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Pocos lugares reflejan el alma con tanta precisión como el silencio. Allí donde se agazapan las verdades más crudas. Es imposible desoír a la soledad.

Jol caminó por esos confines. Acostumbrado a la ausencia, a su brisa helada que se filtra por la carne y convierte cada latido en un suspiro de agonía. Él siempre estuvo en esa encrucijada, donde continuar viviendo duele.

Yaga podía verlo desde la ventana. El cazador levantaba la cabeza de vez en cuando para rebuscar en los alrededores y luego, sin éxitos, volvía a perderse en las profundidades de la mente. Todo lo que quedó de su felicidad fue una amapola roja desmenuzada sobre la tierra.

—¿Por qué...? —habló a la flor inerte—. Dijiste que esto no pasaría... —algunas gotas cayeron sobre el objeto, pizcas de tristeza mojaron el recuerdo de Diadema. El peso de la distancia fue absoluto, la persona que tanto amó estaba fuera de la existencia—. ¿Por qué tenías que morir...? —algunas manchas negras reemplazaron el resto de lágrimas— ¡No quiero! —con las manos temblorosas cubrió la amapola—. ¡Por favor! ¡Regresa! —la voz tampoco soportó sin quebrarse—. No sé cómo... pero regresa... por favor... Di... —lo más desgarrador fue que él tenía claro que rogaba por un imposible.

Pero una remota e ingenua esperanza evitó que el cazador se diera por vencido. Se puso de pie y juntó las palmas, de no ser por su voluntad la tristeza lo hubiera vuelto a sentar de inmediato. Y con ese sentimiento soltó la plegaria, el último recurso que se le ocurrió a su mente abatida.

—Por favor, Dios... —no separó las palmas— ¡Por favor, te lo imploro! ¡Tráela de vuelta! —las palabras chocaron contra un firmamento silencioso, un cielo indiferente—. ¡Atlas! ¡Haré lo que sea! —un leve intento de eco retumbó en sus orejas, lo que ocasionó la furia inmediata— Ni siquiera a Dios le importo... —apuntó la lanza contra el cielo vacío—. ¡Te odio! ¡Los odio a todos! —gritó cubierto con lágrimas negras.

Las nubes no detuvieron su curso, siguieron avanzando lentamente hasta Orhin, para atestiguar la agonía de otra criatura. La mariposa se había acercado a las flores de una huerta cuando una niña la descubrió, ahora el insecto huía y la inocente humana iba detrás con claras intenciones de agarrarla. El rastro de carcajadas advirtió a la madre.

—¡No te alejes mucho! —ordenó la mujer rastrillando la tierra.

La pequeña escuchó la orden, pero no interrumpió su diversión para responder. Con alegres carcajadas corrió detrás de la mariposa con los bracitos extendidos. Si el bicho hacía alguna pirueta, la niña lo imitaba dando giros sobre sí misma.

Lo entretenido acabó cuando las alas pasaron encima de la valla. Fuera del límite del jardín y adentrándose a los pastizales de la colina. La niña se detuvo, miró de reojo a su madre concentrada en el trabajo y aprovechó esa distracción para cruzar por medio de las maderas.

Al sumergirse dentro de la colina el rango de visión se redujo drásticamente, los yuyos eran demasiado altos para su tamaño y le impedían ver más allá que unos pocos centímetros. Y aunque se abrió paso decidida, no pudo encontrar a la mariposa.

UN SECRETO EN EL BOSQUEWhere stories live. Discover now