71 - SOLDADOS DE LA DEVASTACIÓN

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Cuando la noche amaina parece que todas las nostalgias se marchan, pero solo se esconden del sol; siguen ahí, acechando, a la espera de un descuido para volver a colarse en los latidos

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Cuando la noche amaina parece que todas las nostalgias se marchan, pero solo se esconden del sol; siguen ahí, acechando, a la espera de un descuido para volver a colarse en los latidos. Y solo queda levantarse y seguir, incluso con el aliento gélido de la muerte golpeando en la nuca. Hay que seguir avanzando aunque sea en medio de la devastación.

—¿Esa torre de Morzzin estará muy lejos? —dijo Jol mientras pisaba las últimas brasas de fogata para evitar que el fuego se expanda. Aunque el terreno no podía destruirse más.

—No lo sé, según tengo entendido deberíamos estar llegando hoy.

Los viajeros estaban listos para continuar su travesía, todo guardado dentro de sus morrales, Bennu en la capucha de su bruja y Colmillo de Obsidiana flotando a la espera. Cuando se montaron una brisa fresca hizo danzar sus cabellos y Jol recordó algo importante en su agenda personal.

—Un segundo... —dijo al meter la mano dentro de su morral. Extrajo su cuaderno y arrancó una hoja, luego extendió su brazo y el papel fue agitado por el viento, como si estuviera ansioso por arrancarlo de sus manos. Sin más, separó los dedos y las palabras del muchacho se alejaron volando.

—¿Qué es eso?

—Solo algo que escribí anoche... —contestó observando el papel alejarse, luego volteó para hallar el perfil de la rubia—. Por cierto, gracias por tu compañ...

La bruja despegó velozmente, haciendo que él tuviera que aferrarse al mango de la lanza para no caerse y logrando interrumpir su diálogo. No supo cómo recibir la gratitud luego de todo el tiempo que estuvo insultandolo e incluso de querer matarlo. Aunque lo cierto es que ella también necesitaba esa compañía, y su orgullo no quería admitirlo, mucho menos tener que agradecer también. Se perdieron volando sobre las copas secas de Leda.

El poema de Jol hizo lo mismo con la ayuda del viento, aunque su trayecto no duró demasiado. Pronto perdió vigor y descendió hasta caer sobre la gramilla, justo delante del observador desconocido que había estado merodeando al grupo la noche anterior. Aunque fue imposible reconocer su forma, pues se trataba de una pequeña esfera negra con dos luces blancas que servían como ojos.

El avance de la lanza dejó atrás esos versos por varios kilómetros. Empezaban a aparecer restos de criaturas por todos lados, un campo de huesos les dio la bienvenida a las zonas más profundas de la tierra devastada. Los no-muertos se hicieron más abundantes y se cruzaron con algunos muy peligrosos, dotados de consciencia, la mayoría de estos últimos tenían una apariencia esquelética, vestían armaduras y portaban armas. Vagaban por ahí sin aparente rumbo, pero cuando avistaron a los viajeros se pusieron hostiles enseguida. Algunos corrieron detrás de ellos agitando sus espadas otros arrojaron piedras y flechas que fallaron solo por las maniobras evasivas de Trisha.

—Ni se te ocurra detenerte... —dijo Jol observando el alboroto de abajo.

—¡No lo haré! —gritó la rubia al subir y bajar rápidamente para esquivar dos proyectiles—. ¡Pero es cuestión de tiempo para que nos den!

UN SECRETO EN EL BOSQUEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora