83 - AMORES QUE ENCIENDEN EL INFIERNO

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Antina siempre usó su poder de transporte lejos del gran árbol negro

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Antina siempre usó su poder de transporte lejos del gran árbol negro. De esta manera llegaba a Refuggi por la puerta principal y nadie se enteraba que tenía una varita en su haber. Pero como eso ahora era un secreto a voces los brazos demoníacos chillaron en la plaza central, frente a todos los ojos, desgarraron la tierra para extraer a la alfa junto a su venado desde el interior. El sitio se hallaba aglomerado pese al horario tardío, un cúmulo considerable de brujas estaban reunidas alrededor de algo. Al oír la llegada de la anciana algunas se voltearon.

—¡Alfa! Menos mal que ha llegado...

—¿Qué ocurre aquí? —preguntó la líder abriéndose paso entre los primeros hombros y luego le cedieron el paso hasta el centro de atención. Allí descubrió a Lisa, cubierta con una manta y bebiendo un cuenco con sopa caliente—. Sobreviviste...

—Yo... —la última de las Holl observó a la bruja de sangre, no le faltaron las ganas para demandar explicaciones, por qué las había abandonado, por qué no regresó, qué eran las esclavas con las que Lu tanto insistió, pero al verse rodeada de muñecas con brazaletes marrones se intimidó—. Sí, Alfa, y no ha sido fácil... —dijo finalmente.

—¿Y tu hermana?

—Fue brutalmente asesinada por Lu —contestó con dolor, algunas de las presentes reconocieron el nombre y no faltaron los insultos hacia la bruja oscura.

—¡Ya estoy harta! —gritó una desconocida—. ¡Deberíamos eliminarlos de una vez y para siempre! —los ojitos de Lisa brillaron de ilusión con ese comentario.

—¡Es cierto! —afirmó otra del montón—. ¡Debemos barrer con Orhin!

—Sí... —musitó Lisa con cierto temor.

—¡Todas estamos hartas! —saltó otra—. ¿¡Por qué somos nosotras las que debemos escondernos aquí!? Ya no quiero vivir con miedo, mirando sobre el hombro todo el tiempo... ¡Hay que matarlos a todos!

—¡Sí! —gritó Lisa con mucho más ánimo al verse apoyada—. ¡Eso es justo lo que he estado diciendo todo este tiempo! —se puso de pie con tanto ímpetu que la manta se cayó de sus hombros y la sopa salpicó un poco—. ¡He estado en Orhin! ¡La mayoría de los humanos son débiles y miedosos!

—¿De verdad?

—¡Claro! ¡Lo he visto con mis propios ojos! ¡No tienen nada que hacer si atacamos todas juntas!

—¡YA BASTA! —rugió Antina aplacando en seco la emoción colectiva—. ¡Nadie se va a acercar a Orhin! Las hermanas de Lisa murieron justamente por esa imprudencia...

—Pero, Alfa...

—¿Perdón? —los faroles rojos se encendieron clavados en la hablante anónima—. ¿Acaso dijiste "pero"? —la mayoría dio un paso atrás, asustadas, aunque algunas se mantuvieron firmes y le transmitieron ese valor a las demás.

UN SECRETO EN EL BOSQUEDär berättelser lever. Upptäck nu